Capítulo 11

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Me quedé dormido después de pensar en lo miserable que mi vida era en esos momentos, creo que fue al rededor de las doce de la madrugada cuando mis ojos se cerraron automáticamente por el cansancio físico y mental. Aunque no quería dormirme completamente, porque temía a que Roberto o tal vez la misma Bárbara llamaran para decirme algo sobre Alicia, pero el sueño me venció por un par de horas que caí rendido.

Me desperté por el sonido de mi celular el cual era lo suficientemente escandaloso como para escucharlo aún tuviera el sueño más pesado del mundo, lo había programado antes de meterme a la cama para no perderme ninguna llamada que pudiera llegar en medio de la madrugada. Era un número desconocido, no era el número de Roberto, que era de quien esperaba una llamada, pero tal vez se tratara de Bárbara quien llamaba para decirme algo sobre Alicia, o al menos para sobornarme con cualquier cosa que su mente enferma quisiera de mí, con tal de tener a mi hija de vuelta.

Me apresuré a contestar la llamada y alcancé a ver en la pantalla de mi celular que eran las cuatro de la mañana.

—¿Hola?

—¿Alexander? —Era un hombre con una voz bastante ronca quien llamaba.

—¿Quién habla? —Pense en Paul inmediatamente, pero su voz no era tan grave como la voz que sonaba en el teléfono.

—¿En dónde está mi nieta?

Por alguna razón el padre de Alicia estaba llamándome a esa hora preguntando por su nieta, de quien no había querido saber los ultimos diecisiete años, sabía que algo anda mal desde que lo había visto en la gasolinera el otro día, y definitivamente no estaba llamando para algo bueno.

—Señor Collins, ¿A qué se debe su llamada? —Pregunté .

—Te hice una pregunta, Alexander. Responde ¿En dónde esta Alicia? —Exigió.

No quería decirle que Bárbara la tenía secuestrada, ni siquiera sabía en donde estaba, pero sospechaba que él ya lo sabía , por tal razón no podía mentirle.

—Ella no está conmigo. —Dije sintiendome el peor padre del mundo.

—Lo sabia, ¡Era ella! —Dijo con un todo enfadado, como si no estuviese hablándome, sino a él mismo.

—¿En dónde la ha visto? ¿En dónde esta? —Pregunté desesperado.

—Necesito hablar contigo en persona. —Dijo. —Te enviaré la dirección en unos minutos.

Él desconectó la llamada de inmediato dejándome más aturdido de lo que ya me sentía. Minutos después recibí en un mensaje de texto con la dirección en la que él me citaba, era en el lugar en el que había vivido, en una cafetería que no tenía la mínima idea que siguiera existiendo, pero aparentemente sí. Recuerdo haber ido un par de veces a esa cafetería con algunas citas, pero jamás fui alli con Alicia.

Me vestí rapidamente y mande un mensaje de texto a Roberto explicando que me ausentaría por algunas horas, me reuniría con alguien que probablemente sabía el paradero de Alicia y que volvería en la tarde. Encendí el motor del auto y a toda velocidad me dirigí a aquel lugar al que tanto me dolía regresar.

El sol empezaba a asomarse entre las montañas y las estrellas desaparecieron del cielo, me sentía un poco cansado y con los párpados pesados porque obviamente no había tenido un sueño tan placentero. Después de unas horas de haber emprendido camino y casi llegando a mi destino, el Señor Collins volvió a llamarme.

—¿Estás cerca?

—Sí, llego en veinte minutos.

—Apresúrate, podría ser demasiado tarde.

El Fantasma de AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora