Capítulo 20

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Alicia

El hecho de que hubieran sospechosos me aterraba al punto de llenar de miedo cada rincón de mi ser. No me interesaba en lo mínimo saber quien había abusado de mí y tampoco había tomado el tiempo de analizar la situación y traer a mi mente posibles opciones del sujeto encargado de hacer semejante acto, no quería atormentar más mi cabeza con esos pensamientos negativos, ya estaba bastante dañada con la sensación horrorosa que recorría por mi cuerpo al desvesetirme o bañarme y ver las marcas de sus dedos en mí. Sin embargo, no había nada de dijera o hiciera para convencer a mi padre para no hacerme esos exámenes, él realmente quería encontrar al culpable.

―Abrígate bien, hace frío afuera. ―Oredenó papa.

―Claro. ―Respondí fríamente.

Mi padre notó mis pocos ánimos de ir con él. Se acercó a mí y puso sus manos sobre mis mejillas sosteniendo mi rostro. 

―Alicia, quiero imaginar por lo que has pasado los últimos días. ―Él hizo una pausa. ―Pero no puedo ni siquiera imaginarlo. Solo de hacerlo, siento algo tan indescriptible. ―En su voz se reflejaba la desesperación e impotencia que sentía. ―Siento como una combinación entre una rabia más grande que mi ser y una tristeza que me devasta cada segundo que respiro.

Si papá se sentía miserable, yo me sentía el doble de miserable por hacer que él se sintiera de esa manera. Sabía que con hacerme esos exámenes no ganaba nada, pero al menos le daría la oportunidad a mi padre de saber a quien condenar por el resto de su vida, o matarlo, no sé, pero en realidad era importante para él saber quien había sido el culpable, lo menos que podia hacer era accede a hacerme esos estúpidos exámenes.

―No te sientas así papá, sabremos quien hizo esto. ―Dije fingiendo ser fuerte y reconfortante para mi padre.

Alexander

Jamás había estado en una morgue antes, el lugar se sentía frío, hasta tenebroso. Tal vez por la idea que siempre había tenido de ese tipo de lugares por lo que miraba en las películas o series de suspenso, creía que tal vez un cadáver seguía con vida y se levantaría de la camilla, lo sé, era estúpido tener ese tipo de pensamientso a mi edad, pero era algo tan fuera de usual para mí que lo asociaba con los recuerdos más similares a lo que estaba viviendo. En la camilla al centro de la habitación principal estaba el cuerpo de una mujer tapado con una sábana blanca, no era el cuerpo de Bárbara definitivamente, pero pude observer el cuerpo femenino, la piel pálida y el cabello suelto que sobresalía porque la sábana que no alcanzaba a cubrir lo suficiente. Recordé la piel pálida de Alicia cuando tuve que verla sin vida en su caja fúnebre, definitivamente era uno de los recuerdos más duros de mi existencia, ver su piel pálida como la de la chica recostada, seguramente ella tendría también los labios entre azules y morados, sus mejillas no estaban rojas como siempre, su rostro serio, sus ojos cerrados, todo eso me dañaba. Los recuerdos dolían, dolían más que el hecho de haberla perdido, porque los recuerdos me mantenían presente que en efecto no tenía a la mujer que había amado tanto, que la había perdido para siempre y precisamente esos recuerdos me mantenían presente los momentos que tuve y no iba a poder tener más.

―Es por aquí. ―Dijo el joven encargado del lugar mientras nos dirigía aun pasillo gris con puertas pequeñas en las paredes en donde guardaban los cadáveres esperando a ser examinados en la autopsia.

―Gracias. ―Dijo Linda.

―Estos son los últimos cuerpos no identificados que recibimos. ―Dijo el joven mostrando las primeras tres puertas de la pared izquierda.

―¿Podríamos ver los cuerpos por favor? ―Pidió Linda amablemente.

El chico que era demasiado joven para trabajar en una morgue, creo que tenía como dieciocho años, obedeció a Linda y abrió la primera puerta en la pared. Era una de las peores experiencias ver personas muertas, eran tan escalofriantes. Este cuerpo era un hombre como de treinta años, en su dedo gordo del pie derecho colgaba una etiqueta con dos equis escritas.

El Fantasma de AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora