Epílogo

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Alicia

17 años tenía mi madre cuando fue obligada a morir. La misma edad que yo tenía cuando viví el peor de los dolores. Fui secuestrada por una asesina, sufrí la idea de una violación, el que creía que era mi mejor amigo y la persona de la que estaba enamorada me abandonó cuando más lo necesité, conocí a mi madre, pero hasta la fecha no estoy segura si fue un sueño o parte de mi imaginación, ella me dijo que Alexander, el que por diecisiete años veló por mí, no era mi verdadero padre, conocí a mi padre biológico, quien era bastante bueno, me llevó lejos de ese lugar, no obligada, yo quise irme. Necesitaba un descanso de tanta mierda. Necesitaba un respiro de tantos problemas, de tanta toxicidad, necesitaba dejar ir algunos recuerdos y personas, como el recuerdo de mi madre o a Lucas. Necesitaba un nuevo comienzo, una nueva escuela, nuevos amigos, un nuevo ambiente. Alexander también necesitaba un descanso de todo lo que lo había estado agobiando estos últimos años, un descanso de todo lo que recordara a mi madre, un descanso de mí. Él merecía ser feliz, encontrar alguien con quien hacer una vida, a alguien a quien amar, y no podría hacerlo si yo estaba ahí. Todos estos años él había estado estancado cuidando de mí, dedicándose al cien porciento a mí, viviendo con el recuerdo de la mujer que había amado y ya no estaba. No podía ser tan egoísta de no dejarlo vivir la vida que merecía, de rehacer su vida, de retomar sus sueños, de vivir por él y no por mí. Entonces me fui. Me fui muy lejos de él. Me dolió en lo más profundo de mi alma dejarlo en el momento más difícil  para él, fue cuando comprendí que lo mismo había pasado con Lucas. A veces las personas se alejan y no es precisamente por maldad, al contrario, la distancia es el más eficiente de los remedios, no para sanar la herida por completo, porque hay heridas permanentes, pero sí para cicatrizar y frenar el dolor. A veces alejarnos de las personas es lo mejor que podemos hacer por ellos y por nosotros mismos. 

Antes de irme con mi padre biológico, nos realizamos una prueba de ADN y en efecto, él era mi padre. Estaba a punto de cumplir la mayoría de edad, entonces viví dos meses en su apartamento y luego nos fuimos lejos de ese país. Gracias al cielo él era una buena persona, era como uno de mis amigos, no precisamente lo veía como un padre, porque siempre tendría el recuerdo de Alexander en mi mente cuando mencionaran la palabra Papá, pero había aprendido a convivir con mi padre biológico. 

Casi seis meses después de haberme mudado, decidí enviarle una carta a Alexander, primero saludándolo; segundo, disculpándome; tercero, explicándole que me encontraba bien y parte de las razones por la cual me había ido; y por último, recordando que lo amaba con toda mi alma. 

Hoy estoy aquí, con su respuesta en mis manos. Con ese sobre arrugado entre mis dedos, después de leer una y otra vez aquella carta en donde me invitaba a su casa. Después de cuatro años, estaba a punto de verlo de nuevo. Estaba más nerviosa que cuando Lucas volvió a contactarme y el corazón me latía tan fuerte y mis manos temblaban al leer su correo electrónico, más nerviosa que cuando abrí el sobre de la universidad en donde me aceptaba como parte de su equipo. Era un sentimiento inexplicable. No habíamos hablado por videollamadas o por teléfono, solamente me había enviado un correo para acordar nuestro encuentro. Nuestro reencuentro. No podía ni conmigo misma, sentía que me costaba respirar. ¿Cómo ser vería? ¿Usaría el mismo estilo de cabello? ¿Estaría más delgado o más gordo? 

Cuando llegué al aeropuerto y pasé por mi maleta, caminé por el pasillo que me llevaba hacia la salida. Sellaron mi pasaporte y podría irme. Me senté en una de las bancas esperando que apareciera. Que tonto de mi parte no pedirle su número de teléfono para comunicarme con él cuando estuviese ahí, hacerle saber que había llegado, tal vez lo habría olvidado. Pero no. No iba a entrar en pánico, él tenía que aparecer. 

Por última vez, abrí el sobre y leí la carta que había recibido aquel día. 

Querida Alicia, 

Te escribo hasta el día de hoy porque creo que ha sido tiempo suficiente para sanar. Hoy estoy listo para recibirte cuando quieras venir a visitarme. Sabes cual es mi correo electrónico, puedes escribirme cuando te sientas lista. 

Te amo con toda mi alma. 

Y justo cuando levanté la mirada después de leer la última línea, entre la multitud, ahí estaba él. Alexander, mi padre. 

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Amigos, 

Hemos llegado al final de este largo viaje. De verdad mil gracias a todas las personas que me acompañaron en este proceso durante dos años. El siguiente capítulo va para ustedes. 

Los amo. 





El Fantasma de AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora