Capítulo 14

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No puedo explicar literalmente el dolor que sentí al oir esas palabras, era casi como el filo de un cuchillo muy afilado rozando lentamente tu piel, pero aún más doloroso. No pude evitar soltar una lágrima al ver a mi hija llorando frente a mi y al escuchar por lo que había pasado, esto había llegado demasiado lejos. En un segundo, mil cosas pasaron por mi cabeza. Primero, quise imaginar el dolor, indignación, sufrimiento e impotencia por el que mi hija había pasado en ese momento al no tenerme a su lado para protegerla. Había roto esa promesa, le había prometido siempre estar para ella en todo momento y no dejar que nada malo le pasara y no había podido cumplir esa promesa. ¡No pude! Segundo, quise imaginar quien había cometido semejante atrosidad, quien se había atrevido a tocar a mi pequeña. Por un momento pensé en Paterson, pero no, o la verdad no estaba seguro. Aunque el era quien había ayudado a Bárbara a hacer todas las cosas estupidas que hizo, y no dudaría que lo volviera hacer. Bárbara tenía un muy buen método de pago con los hombres. Tercero, pensaba en que esta era una perfecta oportunidad para matar a Bárbara , con toda esta furia que estaba atorada en mi ser contra ella, no sería difícil hacerlo en dos segundos.

—Eres una hija de puta. —Grité descargando toda la furia que sentía y me lancé contra Bárbara, lo primero que hice fue tomarla con fuerza del cuello, estaba tan delgado que mis dedos de ambas manos se encontraban con ellos mismos al enrollar mis manos en él.

Quedé a escasos centímetros de ella y podía sentir su aliento a cervaza mezclado con tabaco. La empujé hacia la pared, tomé ambas de sus muñecas con una mano y arrebaté con la otra el cigarro que sostenía. Ella me veía un poco aterrada pero no quería aparentarlo en su totalidad, quería mantener su postura de ser ella la que tenía el control de las cosas, aunque sabia que si quería, podía matarla en ese mismo instante.

—No quieres hacer esto Alexander. —Dijo tratando de fingir tranquilidad en su voz.

—Mira como lo hago. —Respondi.

Puse el cigarrillo entre mis labios y jalé de él para que la punta del mismo se encencendiera más. Con toda la furia y venganza que mi cuerpo guardaba, encontre la punta del cigarrillo con el pecho de Barbara. Ella dio un grito al sentir el ardor de la quemadura, aún así estaba resistiéndose a mostrar el dolor que sentía. No le gustaba ser débil.

—¿De verdad vas a matarme frente a tu pequeña?

Decidí no responder a sus estupidas preguntas y continuar con lo que hacía .

—Dime quien fue, maldita zorra. —Pregunté entre dientes, con la mandíbula apretada del coraje que sentía, aguantándome las ganas de no ahorcarla de inmediato.

Me hubiese sentido mal de haber llamado a una mujer de esa manera si hubiera sido cualquier, definitivamente cualquier otra mujer en el planeta, pero con Bárbara no podía sentirme mal, al contrario, me causaba placer hacerla sufrir, llamarla como se merecia ser llamada. No me importaba que mi hija estuviera cerca, solamente quería matarla, pero primero quería saber quien había violado a Alicia, para matar después al idiota que se atrevió a hacerlo.

—Pregúntaselo a ella. —Respondió casi retorciendose del dolor.

—Te lo estoy preguntando a ti, ¡Y quiero que me respondas ya!

Escuchaba el llanto de Alicia a mis espaldas y eso me conmovía, me partía el corazón imaginar por lo que mi pequeña había pasado. Volteé a ver a Alicia pero ella ya no se encontraba ahí. Giré la cabeza hacia todos lados buscando al rededor de q en donde estaba, pero parecía haberse esfumado de la casa.

—¡Alicia! -Grité soltando a Bárbara y yendo hacia cualquier habituación con el único deseo y desesperación de encontrar a mi hija.

Bárbara parecía estar desconsertada al igual que yo, no sabía a donde habia ido Alicia. Volví a gritar su nombre aún con más desesperación al no escuchar respuesta alguna de parte de ella, pero igualmente, nadie respondió. Recorrí la casa casi corriendo y encontré una habitación oscura, era demasiado pequeña y se sentía la humedad filtrada en las paredes en el aire del pequeño espacio. En el suelo estaba tirada aquella chaqueta amarilla que le había regalado a Alicia unos meses atrás, había tambien una pequeña cama en la esquina de la habitación, estaba desarreglada y las sábanas sucias, me acerqué y vi en la sabana que cubría la cama una mancha de sangre seca. Contuve las ganas de llorar y gritar para desahogar la furia y dolor que sentía en ese momento y segui buscando a mi hija por toda la casa.

El Fantasma de AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora