Capítulo 4

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Desperté. Estaba acurrucada en el suelo. Ni idea de cómo llegue aquí. Sacudí mi cabeza y la alcé para buscar con la mirada a Clarisa. Ya vi por que termine en el piso. Clarisa estaba dormida hasta la esquina, prácticamente cayéndose. Yo tengo el sueño muy pesado y probablemente no he de haber sentido cuando Clarisa me tiró al suelo.

Me paré y me sacudí el poco aserrín que tenía pegado en mis pantalones de algodón. Me acerqué a Clarisa y de una buena sacudida la desperté. Venganza.

-¿Qué? –Dijo con voz adormilada pero con sueño a la misma vez.

-Desayuno. –Dije.

-¿A la cama?

-¿Creías que estabas en el Four Seasons? No señorita.

-Que lastima ese es un hotel cinco estrellas.

-Lástima que estas en mi casa, el Sousa Inn. –No pude evitar reírme de mi estúpido comentario. 

-Sousa Inn, estas muy tonta.

-Bueno ya muévete, que mi mamá hizo sus esquistos huevos con tocino.

-¿No los hace siempre?

-Sí, pero son de-li-ci-o-sos.

-Sí. No miento.

Ambas nos fuimos al baño y nos cepillamos un poco el cabello antes de bajar a desayunar con mi madre.

El desayuno que ella hacia siempre, era totalmente simple pero totalmente delicioso. Amo la cocina de mi mamá. Su lasaña es deliciosa, amo cuando la hace, es más, podría comer su lasaña por el resto de mi vida hasta morir. Si suena muy Garfield pero es que es deliciosa. Soy un gato gordo y naranja. Bueno ni gordo, ni naranja, ni gato, bueno, el punto era ese.

Después de desayunar y que mi madre no dejara de hablar de sus hortalizas (como siempre) nos cambiamos y salimos a mi bello patio trasero a recostarnos un rato. No tardo mucho para que mi adorable Nina llegara a molestarnos y no nos dejara tomar el dulce sol de California.

Mi madre se tuvo que ir, por su trabajo, trabaja como gerente en el Wal-Mart local. Así que estábamos Clarisa y yo solas en mi casa. Una gran casa como para dos chicas y un perro. Ya hacia hambre. Estábamos en la cocina mientras yo sacaba posible comida del congelador.

-Listo eso es todo lo que  hay. –Dije después de arrojar una caja de pollo empanizado congelado sobre la encimera.

-¿Pollo? Ya pasamos los camarones y seguimos con el pollo. –Dijo mientras tomaba la cajita en sus manos.

-Es todo lo que tenemos, no quieres comer nada de lo que hay. Yo me conformaba con un sándwich.

-Exacto, tú. Pero yo no. –Tomé las cajitas y las regresé al congelador. -¿Quieres ir Michael’s por una hamburguesa? –Preguntó.

-No sé. Mi madre no sabe.

-Pues le hablas allá. Llegaremos como un trueno en mi bebé Ed.

-Tu bebé Ed.

-Tú sabes que llegaremos como un trueno.

-¿En ese cacharro? Si claro.

-Bueno, tal vez exagere un poco pero si anda.

-De que anda, anda.

Subimos a arreglarnos un poco más. Como siempre ella se colocó su maquillaje favorecedor y yo me quede como la chica aburrida y castaña que soy. No hay problema, así me gusto. Nos cambiamos de ropa. Hacía mucho calor así que me puse mis shorts de mezclilla y unos converse negros.

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