Al despertar me sentía extraña. Me dolía el cuerpo y lo sentía como cortado, como cuando duele antes de adquirir la gripa. Me pasé la mano por la frente. La tenía caliente y mojada por el sudor. Desenrede mis piernas del nudo de sábanas calientitas y me levante. Mi garganta me ardía. Creo que estoy cerca de enfermarme. Odio enfermarme en vacaciones. Me puse mis pantuflas moradas (el morado y el azul son mis colores favoritos), miré por la ventana y me di cuenta que estaba abierta. Me acerque y la cerré. Pero antes me quede mirando por un buen rato las nubes, eran la mayoría grises y había una enorme que era de color negro.
Baje a la cocina y me encontré un papelito en la encimera. Seguramente era una nota de mi madre. No la leí. Fui al refrigerador y saqué el cartón del jugo de naranja. Lo serví en un vaso y le di un sorbo. Estaba frío e hizo que mi garganta ardiera de repente. Fui al baño a tomar una pastilla de paracetamol. Regresé y arrimé un banco a la encimera, para leer la notita que me había dejado mi madre.
Tuve que salir temprano, no quise despertarte. Espero regresar a las seis, hay huevos revueltos en la sartén. –Mamá.
Vaya, nunca es novedad que mi madre tuviera que salir o muy temprano o llegar a la casa demasiado tarde. Hice bolita la notita y la arrojé al cesto de la basura en un tiro limpió.
-¡Canasta! Y por tres puntos. –Me dije en un gritito.
Me levanté y saque los huevos del sartén y los puse en un plato que después lo metí al microondas para calentar.
Estaba tumbada en el patio trasero con la vista al cielo tratando de encontrar forma a las nubes grises. Mi perra ladraba a no sé qué mientras corría libremente por todo el campo. Escuché a la lejanía el sonido del teléfono me levante de un brinco y corrí como si fuera un misil a la cocina. La puerta rebotó contra algo en el suelo ya casi me di con la puerta en la nariz. Mi perra corrió detrás de mí más rápido que yo y ladrando. Tomé el teléfono amarillo y me lo coloque en la oreja.
-¿Hola? –Pregunté a la otra línea.
-¡Guapa! –Dio un grito Clarisa del otro lado.
-¡Fea! –Le dije igual y ambas nos reímos. -¿Qué vamos a hacer hoy? Me estoy muriendo de aburrimiento.
-No puedo salir hoy, estoy castigada.
-¿Qué hiciste?
-Le pegué a mi hermano y ahora tiene un ojo morado. Pero es que el imbécil me quitó el libro que me prestaste justo cuando lo estaba leyendo y no me lo regresaba. Maldito tonto, lo peor es que el cobarde fue a decirle a mamá que le pegué por que sí.
-¿Cuál libro?
-¡Tonta! El que me prestaste.
-¿Cuál? Te he prestado mil y un libros y solo has leído uno de esos así que no recuerdo cual.
-Bajo la misma estrella.
-Ah. ¿Ya llegaste a la parte triste?
-No, el maldito aun lo tiene.
-¿Ya le dijiste a tu mamá que te lo quitó él?
-Sí.
-¿Y?
-No me creyó. Pero descuida, esperaré a la noche para entrar a su cuarto y sacarlo de su escondite secreto.
-¿Sabes cuál es?
-Por supuesto, es debajo de la cama.
-Vaya, no es muy bueno escondiendo cosas.
-No, para nada, solo es bueno para joderme la vida todo el tiempo. –No pude evitar soltar una carcajada.
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Bestia
Teen Fiction-No te acerques demasiado. Esta oscuro haya adentro. Es donde mi demonio se esconde. Apreté los labios. El corazón se me subió a la boca. Es cierto, es un demonio, una, bestia. Una historia que le da un giro a la clásica historia del chico malo que...