Capítulo 6

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Al despertar me sentía extraña. Me dolía el cuerpo y lo sentía como cortado, como cuando duele antes de adquirir la gripa. Me pasé la mano por la frente. La tenía caliente y mojada por el sudor. Desenrede mis piernas del nudo de sábanas calientitas y me levante. Mi garganta me ardía. Creo que estoy cerca de enfermarme. Odio enfermarme en vacaciones. Me puse mis pantuflas moradas (el morado y el azul son mis colores favoritos), miré por la ventana y me di cuenta que estaba abierta. Me acerque y la cerré. Pero antes me quede mirando por un buen rato las nubes, eran la mayoría grises y había una enorme que era de color negro.

Baje a la cocina y me encontré un papelito en la encimera. Seguramente era una nota de mi madre. No la leí. Fui al refrigerador y saqué el cartón del jugo de naranja. Lo serví en un vaso y le di un sorbo. Estaba frío e hizo que mi garganta ardiera de repente. Fui al baño a tomar una pastilla de paracetamol. Regresé y arrimé un banco a la encimera, para leer la notita que me había dejado mi madre.

Tuve que salir temprano, no quise despertarte. Espero regresar a las seis, hay huevos revueltos en la sartén. –Mamá.

Vaya, nunca es novedad que mi madre tuviera que salir o muy temprano o llegar a la casa demasiado tarde. Hice bolita la notita y la arrojé al cesto de la basura en un tiro limpió.

-¡Canasta! Y por tres puntos. –Me dije en un gritito.

Me levanté y saque los huevos del sartén y los puse en un plato que después lo metí al microondas para calentar.

Estaba tumbada en el patio trasero con la vista al cielo tratando de encontrar forma a las nubes grises. Mi perra ladraba a no sé qué mientras corría libremente por todo el campo. Escuché a la lejanía el sonido del teléfono me levante de un brinco y corrí como si fuera un misil a la cocina. La puerta rebotó contra algo en el suelo ya casi me di con la puerta en la nariz. Mi perra corrió detrás de mí más rápido que yo y ladrando. Tomé el teléfono amarillo y me lo coloque en la oreja.

-¿Hola? –Pregunté a la otra línea.

-¡Guapa! –Dio un grito Clarisa del otro lado.

-¡Fea! –Le dije igual y ambas nos reímos. -¿Qué vamos a hacer hoy? Me estoy muriendo de aburrimiento.

-No puedo salir hoy, estoy castigada.

-¿Qué hiciste?

-Le pegué a mi hermano y ahora tiene un ojo morado. Pero es que el imbécil me quitó el libro que me prestaste justo cuando lo estaba leyendo y no me lo regresaba. Maldito tonto, lo peor es que el cobarde fue a decirle a mamá que le pegué por que sí.

-¿Cuál libro?

-¡Tonta! El que me prestaste.

-¿Cuál? Te he prestado mil y un libros y solo has leído uno de esos así que no recuerdo cual.

-Bajo la misma estrella.

-Ah. ¿Ya llegaste a la parte triste?

-No, el maldito aun lo tiene.

-¿Ya le dijiste a tu mamá que te lo quitó él?

-Sí.

-¿Y?

-No me creyó. Pero descuida, esperaré a la noche para entrar a su cuarto y sacarlo de su escondite secreto.

-¿Sabes cuál es?

-Por supuesto, es debajo de la cama.

-Vaya, no es muy bueno escondiendo cosas.

-No, para nada, solo es bueno para joderme la vida todo el tiempo. –No pude evitar soltar una carcajada.

BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora