Capítulo 2

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En el auto se hizo el silencio a pesar que en el fondo sonaba las primeras canciones de Justin Bieber. Clarisa iba con las manos apretadas al volante. No entendía nada. Se veía enojada y no me puedo descifrar por qué. Al parecer, según yo lo que creo es porque Sat me pidió el teléfono a mí y no a ella.

-Clarisa. –Dije.

-¿Qué? –Dijo con voz ronca

-¿Qué tienes?

-Nada.

-¿Nada?

-Nada.

-A mí no me engañas, tienes algo, ¿es por lo de Sat?

-No.

-Sí. –Hizo una pausa antes de contestar y relajo un poco las manos del volante.

-No te voy a mentir. –Suspiró. –Sí.

-¿Por qué?

-Porque. Mira, no es por ofender pero tú eres guapa.

-¿Pero?

-Pero no eres de esas chicas en la que los chicos se fijarían pero no es porque no seas guapa. No das la impresión de estar abierta a los chicos.

-Pues no lo estoy. No estoy abierta a los chicos. –Su comentario de cierta manera me hizo enojar. Me crucé de brazos y resople. -¿Te gustó Sat?

-Es Sat, como no me va a gustar.

-¿Te hace sentir mal que me haya pedido mi teléfono?

-No. No sé, digo, no son celos, simplemente es que nunca me esperé que le gustaras a Sat, ya te dije que el solo busca chicas de una noche.

-Pero entonces, ¿tú estarías solo una noche con él?

-No lo sé. Digo tú sabes que no soy virgen, pero es que, bueno es Sat y si lo haría con él. Es que es un bombón. No lo niegues.

-No lo niego. –Después de eso nos reímos un poco.

-Pero, mira te lo digo de amigas.

-¿Qué?

-No sé. Eso me huele mal, mi sexto sentido me dice que se trae algo entre manos y no es bueno, lo mejor es que te alejes de él.

-Sí. ¿Crees que me hable?

-Sí, pero él no es de esos chicos que te hablan uno o dos días después, te hablará como dentro de una semana para hacerse el interesante.

-¿Y qué le digo cuando me hable?

-No lo sé. Eso déjamelo a mí.

Llegamos a mi casa. Clarisa se estacionó a frente pero no bajo. Me despedí de ella y salí del auto. Caminé por el camino de grava hasta mi casa y pude oír el rugido del antiguo Ford yéndose.

Entre a mi casa. Estaban las luces apagadas. Subí las escaleras. La puerta del cuarto de mi madre estaba abierta. Asomé la cabeza y ahí estaba mi dulce madre, sentada en la cama leyendo un libro, bueno eso era antes de quedarse dormida. Entré al cuarto y apague la luz de la mesita de noche.

Salí y fui a mi cuarto. Me desmaquillé y me cambié de ropa. Me metí a mi cama y dormí.

Esa noche me dormí pensando en ese tal Sat. Tenía unos ojos verdes hermosos. Su boca, sus labios, finos. Sus facciones perfectamente recortadas. Su nariz respingada, pero con un pequeño tope en el medio. Su pequeño arete negro en su oreja izquierda. Sus largos y musculosos brazos. Su cuerpo, su abdomen. Su rodilla que se asomaba por el agujero en su pantalón. Sus cejas, todo. Su voz profunda y extremadamente sensual. Él era simplemente hermoso. Pero había algo que no hacía que no me fiara de él, algo en su tono de voz me hacía dudar y me ponía los pelos de punta. 

BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora