-¡Ya te dije! –Me gritó desde el otro lado de la línea Clarisa.
Asaiah me miró divertido cuando también escucho el alarido de Clarisa enojada.
-Y yo ya te dije que ya compré mis libros. Además no debiste de haber esperado hasta el último momento.
-Nena, nadie compra los libros antes.
-Yo sí.
-Pero tú eres tú.
-No voy a ir al centro contigo. Habrá mucha gente y no encontrarás los libros que necesitas.
-¡Joder! –Gritó. –Te lo pido de buena manera.
-Que no. Si quieres te puedo prestar mis libros para que les saques fotocopias.
-¿Es más barato que comprarlos, no?
-Sí.
-Bien, entonces paso el fin de semana por ellos.
-Bien.
-Entonces le llamaré a Austin para que vaya a buscarme.
-Si claro. Nos vemos después.
Regresé al sofá y me senté al lado de Asaiah. Todavía se veía divertido por mi pequeña discusión con Clarisa.
-Tú amiga está loca. –Dijo divertido.
-Sí, no tengo idea como demonios la soporto.
-Como yo te soporto a ti.
-¿Perdón?
-Eres mujer y eres muy difícil de descifrar.
-Pero si a veces siento que me lees la mente.
-No tienes idea lo difícil que es para mí imaginarme las mil y un cosas que pueden pasar por tu mete.
-Por fin, algo en lo que no eres bueno.
-¿En que soy bueno?
-Por favor, no te voy a inflar más el enorme ego que tienes.
Me guiñó el ojo y se corrió por el sofá hasta chocar conmigo de un costado. Me encarceló con sus brazos, dejándome entre su cuerpo y el sillón. Lo miré a los ojos tratando de pretender que esta cercanía no me afecta. Pero lo hace, me afecta y lo necesito.
Se desliza por sobre mí, eliminando los pocos centímetros de diferencia que nos separaban. Sus suaves labios sobre los míos y un meneo de sus caderas que a veces chocaban con las mías. Subí mi mano por su espalda y enredo mis dedos en su cabello.
De nuevo esa sensación de necesidad. Vuelve a poseerme.
De pronto un grito desgarra el silencio. Ambos nos separamos abruptamente y vemos a mi madre parada delante de nosotros, mirándonos con los ojos desorbitados.
Asaiah y yo permanecimos callados sin saber que decir. Siento vergüenza.
-¿Christina? –Me miró indiferente. –No puedo creerlo.
-Ay, mamá. -¿Qué puedo decir?
-Señora. En serio perdón. –Comenzó a decir Asaiah.
-Tú no hables. –Lo frenó.
-Mamá, lo siento, no teníamos idea de que estabas ahí.
-Obvio no. Dios Christina, yo nunca creí que llegaras a ese punto.
-¿Qué punto mamá? No estamos haciendo nada malo.
-Así es, yo nunca la obligaría a hacer algo que ella no quisiera.
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Bestia
Ficção Adolescente-No te acerques demasiado. Esta oscuro haya adentro. Es donde mi demonio se esconde. Apreté los labios. El corazón se me subió a la boca. Es cierto, es un demonio, una, bestia. Una historia que le da un giro a la clásica historia del chico malo que...