Capítulo 37

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Han pasado tres días y no sé nada de Asaiah, cosa que me aterra. 

He tratado de llamarlo pero no me contesta.

Algo dentro de mí me dice que anda mal. Esto está jodidamente mal. Estoy preocupada y me estoy muriendo de no saber nada de él.

Pasan dos días más y aún sigo sin saber nada de él. Ni una llamada, nada.

Pasan otros dos días y con eso se cumple la semana sin haberlo visto. Ya estoy harta.

Me puse unos tejanos desgastados y una playera negra.

Estoy decidida a llegar al fondo de esto.  Estoy segura que lo voy a encontrar y ahora solo se me ocurre un lugar en donde encontrarlo.

Lo necesito.

Salgo como un rayo a mi coche ignorando las preguntas de mi madre acerca de dónde iría, pero no dije nada. Arranqué y fui a donde yo creía que era el único lugar factible donde estaría.

Me estacioné en el mismo lugar que lo hice hace ya tiempo, en frente del Kill Jam. Antes de salir me aseguro de que todas mis pertenecías estén en la guantera. Me pongo la capucha negra de la sudadera, bajo del coche y cierro con seguro.

Me acerqué a ese almacén viejo y con olor desagradable que se hace llamar Kill Jam. Tengo miedo pero tengo que ser valiente. Hago los hombros hacia atrás y con la cabeza en alto comienzo a caminar.

-¡Christina! –Una voz masculina, no la que quería escuchar pero me reconforta oírla.

Alzó la cara y al verlo, por fin después de una semana, vuelvo a sonreír. Trevor.

-¿Qué haces aquí? –Me pregunta.

-Vine a ver a Sat.

-¿Te dijo que vinieras a verlo pelear?

-Sí. –Miento.

-Aunque desapruebo que hayas venido sola hasta aquí, no te pienso dejar sola. Te acompaño adentro, tendrá una pelea en cinco minutos.

-¿Apostaste? –Pregunté.

-No, hace poco dejé de hacerlo. Pero no perderé ver como alguien le da un buen golpe.

-Ya.

Me puso la mano en mi hombro y pasamos por enfrente de los gorilas que estaban en la entrada. Les dio dos billetes y nos dejaron entrar.

El Kill Jam era tal como lo recordaba, sucio, con un olor asqueroso y repleto de gente pero de algún modo me sentía cómoda. Me sentía cómoda con la idea de que este lugar tiene parte de su esencia.

-¿Quieres quedarte aquí o vamos al frente? –Dijo a mi oído.

-Quedémonos aquí. –Asintió con la cabeza.

Y las luces de repente se apagaron. En el ring subió un hombre un poco más bajo que yo, con un pantalón caqui todo parchado y una camisa blanca con una gran mancha de café en la barriga.

-Querido público. –Dijo a un micrófono. –Estamos aquí para presenciar la pelea más importante de la temporada. –Dijo con alegría y todos aplaudieron y gritaron. –Primero, presentaremos al retador. ¡Frederick el grande! –Gritó. Al ring subió un hombre de gran estatura, de cabello rojo y nariz ganchuda. Era de la misma estatura de Trevor y tenía su misma musculatura. Muchos aplaudieron y otros lo abuchearon. –Ya, tranquilos. Ahora el local, el mejor de los mejores. ¡Sat Civatti! –Muchos aplaudieron y gritaron y otros simplemente quedaron en silencio. Asaiah entró, en unos bermudas azul marino y sus manos estaban cubiertas por una especie de guantes que dejaban libres sus dedos. Y con el pecho desnudo.

BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora