Capítulo 10

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El sueño me pesaba demasiado, como siempre. Pero esa noche era demasiado como para aguantar a ver todo el maratón de Glee. Me despedí de mi mamá, que seguía en la cocina.

Tenía sus gafas rosas de media luna puesta. Esas gafas siempre hacían que se le sumaran unos diez años a su verdadera edad. Se le resaltaban las pocas ojeras y arrugas que tenía. No sé bien cómo explicarlo pero se veía mucho mayor.

Subí las escaleras con los pies a rastras. Llegando a mi cuarto en penumbra y alcancé a ver una silueta, musculosa y alta. Dios, es Sat. Giré rápidamente y prendí la luz. Voltee a ver a Sat, pero era mi perchero con un montón de ropa en cima.

Sat. Entonces sus ojos volvieron a aparecer en mi cerebro. Sus pestañas. Dios, en serio que es irresistible y no puedo negarlo. No me cabe en la cabeza como demonios es que un chico tan atractivo como él esté interesado en una chica tan común y corriente como yo.

Él me dijo que yo no me doblada ante él. Obviamente no lo iba a hacer. A él le gustan las chicas fáciles que puede llevar a la cama. Yo no soy así o por lo menos es lo que yo pienso. No nos hemos besado. Aunque sus labios finos son increíblemente irresistibles.

¡ESPERA! ¿QUÉ?

¿Cómo? ¿Cómo que sus labios son irresistibles? Dios. Nunca había pensado eso. ¿O sí?

Es que sí, sus labios finos y sus dientes blancos. Es que, no puedo dejar de pensar en él. Pero porque lo pienso de esa forma.

¿Me gusta?

No, no puede gustarme, si lo hace saldré lastimada, lo sé.

Mierda. ¿Desde cuándo vengo pensando así? No siempre lo he pensado así pero por que justo ahora. Hasta ahora he visto sus labios como un lugar. Sus brazos increíblemente musculosos rodeándome ahora se vuelven una idea posible. Una tentación.

-¡NO, PARA! –Me gritó mi subconsciente enojado.

Sacudí mi cabeza como si eso fuera a sacarme la idea de besar a Sat de mi conciencia.

Me puse el pijama y entre en mi cama para dormir. Aunque por más que trataba no podía dejar de esa manera de Sat. Maldición.

Estúpido Sat o como quiera que realmente se llame ese idiota.

Sentí un movimiento brusco en mis piernas. Miré y era mi perra que había brincado para subirse a mi cama y despertarme.

Me levanté y corrí a la ventana sin saber por qué. Me sentía fantástica. No se la razón pero me sentía bien. Cosa que pasaba un día de cada mes. Abrí la ventana. La lluvia había hecho que mis fosas nasales se llenaran de olor a tierra mojada y hierba, delicioso. Fui a tomar una ducha y luego me escudriñé en un par de tejanos negros ajustados.

Baje a ver a mi madre. Estaba frente a la portátil con sus lentes de media luna. Le sonreí y ella me devolvió la sonrisa.

-Hoy te despertaste de buenas ¿verdad? –Dijo. Luego se recargó en su puño cerrado.

-Sí.

-¿Y a qué se debe ese milagro?

-Ni idea. Bueno, voy a desayunar y luego iré a la casa de Clarisa.

-Está bien. Necesito decirte varias cosas.

-¿Cuáles mamá?

-Primero, tu cumpleaños es mañana, ¿Qué quieres de regalo?

-Mamá, me creerás que ni sabía que hoy es catorce de Julio. Y yo sería feliz con un desayuno especial, que haces siempre.

-Por favor, no siempre cumples diecinueve años. De todas maneras ya tengo tu regalo. Mañana estará aquí en la mañana.

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