Capítulo 15

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Tenía unos cinco años. Estaba en una estación de metro y todo estaba oscuro. Mi padre estaba del otro lado. Tenía miedo. Mucho miedo. Comencé a llorar por que mi padre me veía pero no hacía nada. De pronto deje de tener cinco años y recuperé mis diecinueve años. Mi papá no estaba del otro lado del metro. Ahora estaba en la cama de un hospital. No tenía diecinueve, aún era pequeña.

-Christina, te amo. –Me dijo mi papá en mi sueño.

-¡No te vayas! –Grité. -¡No me dejes sola! ¡No papá! ¡Papá! ¡No me dejes! –Gritaba a todo pulmón pero mi padre se alejaba en la oscuridad. Mis ojos se vieron invadidos por lágrimas. -¡Papá! –Grité y continuaba gritando.

Algo me despertó. Vi a Sat al lado de mi cama. Estaba muerto de miedo, se le veía en la cara. Lo último que recuerdo de la noche anterior es él, en mi casa.

-¿Christina? –Preguntó. -¿Estás bien?

La niña pequeña aun gritaba en mi cabeza. Negué con mi cabeza. No pude resistir y me arrojé a su cuello. Comencé a llorar en su cuello, recordando mi sueño y a mi padre muerto. Él trataba de consolarme, me acariciaba la cabeza y la espalda.

 Alcé mi cara y lo miré. Cerré los ojos y me arrojé a sus labios.

Él como yo nos quedamos al principio inmóviles. Entonces el comenzó a mover sus labios y manipulando los míos. Subió por la cama y quedo arriba de mí. Con sus manos a los costados de mi cara mientras me besaba. Mis manos subieron de su cuello a su cabello. Sentía su lengua dentro de mi boca. Él sabía a menta. Sabía delicioso. Me mordió delicadamente el labio inferior y comenzó a tirar de él. Mi mano derecha chocó con su pequeño arete y comencé a masajear su lóbulo. Sus labios bajaron a mi barbilla y luego a mi cuello. Me daba besos y luego pequeños mordiscos deliciosos. Entonces paró en seco.

-Lo siento mucho, Chris. –Dijo y luego se dejó caer a mi lado.

-¿Qué sientes? –Pregunté.

-Esto, no puede ser nada entre tú y yo.

-¿Por qué?

-Porque tú eres más de lo que me merezco. Mucho más.

-¿Por qué?

-Porque soy una mierda. Por eso, hice demasiadas cosas malas en el pasado y estoy condenado, no merezco nada bueno.

-Todos merecen una segunda oportunidad, ¿no lo crees?

Ambos nos sentamos en mi cama. Él me sonrió y tomó mi barbilla con una mano.

-Tú eres tan inocente. Eres todo lo contrario a mí.

-Dicen que los polos opuestos se atraen.

-Sí, pero en nuestro caso no.

-No quiero que salgas lastimada. Sé que tarde o temprano te lastimaré.  Tú no estás hecha para mi estilo de vida.

-¿Qué? ¿A caso eres un sadomasoquista? –El rio.

-No, no soy un sadomasoquista.

-¿Entonces?

-Las amistades que tengo, no son las mejores. Te dije que tengo antecedentes penales.

-No me importa.

-He vivido solo desde los doce años.

El corazón se me subió a la boca con solo imaginarme a un pequeño Sat solo. Ahora fue mi turno de tomar su barbilla entre mis manos.

-He superado todo, pero no con madurez, lo admito. Pero no había forma de que alguien me ayudara a superarlo con madurez.

-¿Qué fue lo que te paso?

BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora