Capítulo 21

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Los ojos de Sat son de color verde. Tienen destellos dorados también. Sus ojos son simplemente hermosos. Me pierdo cada vez que los veo. Es como si derribaran todas mis defensas y me hipnotizaran. Siento que no soy yo cuando los veo. Como si fuera de alguien más… Como si fuera de él.

No entiendo cómo es que paso esto. Mi vida era tan sencilla antes de conocerlo pero no quiero regresar a esa vida sencilla. Me gusta su caótico mundo, lleno de problemas y peligros. Me gusta todo su pasado aunque no lo conozca. Quiero conocerlo, entender porque es como es y ayudar a superar los traumas que pueda tener. Ayudarlo a sanar esas cicatrices y hacerlo sentir.

No estoy segura de que es lo que quiero que sienta pero quiero que sienta algo. ¿Dolor? ¿Amor?

Han pasado apenas dos días desde que mi madre conoció a Sat. Clarisa no me ha vuelto a hablar y me preocupa. Es mi mejor amiga y la idea de perderla por un chico me parece patética. Pero lo cierto es que yo no empecé todo esto.

Así que decido tragarme mi orgullo y hablar con ella por teléfono. En fin, alguien tiene que ceder y conozco lo suficiente a Clarisa como para saber que es demasiado orgullosa como para que ceda.

Tomé mi celular y marqué su número. Se tardó un poco en contestar y yo ya estaba pensando que no lo haría.

-Hola. –Contestó.

-Hola. –Repetí. -¿Cómo estás?

-Enojada. –Suspiró. –Aunque no se bien por qué.

-Entonces deja de estar enojada.

-No estoy tan enojada después de todo. –Hiso una pausa y dio un suspiro largo. –Pensé que no me volverías a llamar.

-No tenía la intención de hacerlo, quería que tú lo hicieras pero sé que eres muy orgullosa.

-Sí, estúpido orgullo. Debo de pedirte perdón. –Hiso una pausa. –Perdón.

-¿Vas a pedir perdón, literalmente con solo esa palabra?

-Sabes que me costó mucho trabajo. Bueno, perdón por meterte en problemas con tu mamá y todo eso. Es que el tonto de Austin estaba enojado y se enojó conmigo y luego yo me enojé contigo porque Austin se enojó conmigo, por tu culpa. Y tengo que darte las gracias por arreglar eso. Austin me llamo muy preocupado pidiéndome perdón.

-Eso es bueno de escuchar.

-¿Quieres hacer algo hoy?

-No lo sé.  Son las dos y creo que estoy castigada.

-¿Tú, San Christina de Placerville?

Placerville es la ciudad donde vivimos. Está en california, cerca de Sacramento, pero no demasiado. Es pequeña y me gusta.

-JA-JA.

-¿Por qué?

-Porque mi mamá sabe que estoy con Sat, no recuerdo quien le dijo.

-Perdón. No me hagas sentir peor.

De pronto me salto una duda.

-¿Qué pasó con Trevor? –Pregunté.

-¿Trevor? Trevor está enojado con todos. No entiendo por qué tanto alboroto si él apenas te conoce.

-Es lo mismo que yo pienso.

-Bueno, ¿y Sat?

-Bien, supongo, solo he hablado con él.

-No me refería a eso. Me refería, a, ¿Qué demonios va a pasar con ustedes dos?

-No lo sé. Supongo que lo sabremos sobre el camino.

-O sea que no hay nada seguro.

-Nada.

-¿Y de verdad te gusta?

Nunca me lo había planteado con esa pregunta. Creo que lo he tomado por sentado todo este tiempo. Me gusta, sí. Esto es nuevo para mí. Nunca me había gustado tanto un chico. No es que no me hayan gustado los chicos antes de conocer a Sat, porque hasta tuve a un novio antes que él, pero no fue nada serio. Con Sat no parece serio pero se siente como si fuera serio. Aún faltan muchas cosas para conocerlo bien. Pero el problema es que él es extremadamente reservado. No lo puedo obligar a que me diga todo de una vez, porque se enfadaría y aparte no le gustan las preguntas. Es como un niño pequeño que no quiere contar donde escondió el juguete de su hermano mayor. SU HERMANO MAYOR.

-¿Chris, sigues ahí? –Capto mi atención de nuevo Clarisa.

-Sí. Oye, ¿Qué sabes tú de su hermano mayor?

-¿Por qué crees que sé algo de su hermano mayor?

-Eres Clarisa, te sabes casi todas las cosas de la escuela.

-Bien. La verdad no se sabe mucho, sólo que murió en un enfrentamiento de pandillas.

-¿Sabes más o menos cuando fue eso?

-No lo sé, creo que el dos mil tres.

-Gracias, Clara, tengo que cortar.

Antes de que Clarisa pudiera refutar eso me levanté de la cama de golpe y colgué. Deje caer el celular y fui corriendo a encender el dinosaurio que tengo como computadora de escritorio. Siempre que la prendo se tarda mucho pero hoy, se tardó aún más. Cuando prendió me apresuré a entrar en internet y entrar a la página del periódico local. Seleccioné el año 2003 y en palabras clave puse pandilla pero no arrojó resultados. Así que cambié el año a 2002 y entonces una noticia apareció en mi pantalla. Y comencé a leer el título, “Enfrentamiento de pandillas provoca muerte de un menor”

>> El pasado martes en el centro de la ciudad hubo un gran altercado con dos pandillas de la zona. <<

>> El saldo de ese altercado fue de dos heridos graves, que ahora se encuentran en terapia intensiva y dos muertos. Entre los muertos está Gabriel Civatti, de tan solo trece años. Se presume que era miembro de alguna pandilla. <<

Gabriel, Civatti. Debe de ser el hermano de Sat. Y murió a los trece años.

El corazón se me sube a la boca y mis ojos comienzan a arder. ¿Cómo es posible que un niño, de trece años entre a una pandilla y luego muera? Esta debió de haber sido un gran golpe para Sat, perder a su hermano. En una muerte trágica.

A ver, si Sat tiene veintiuno ahora, en el dos mil dos debió de haber tenido nueve años.

Era solo un niño.

No puedo continuar leyendo esa noticia que me partió el corazón. Cierro la ventana y apago la computadora para asimilar todo esto. 

BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora