Capítulo 3

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Desperté con un mal sabor de boca. Fui al baño y trate de enjuagarme la boca con agua del grifo pero el sabor no desapareció. Bajé a la cocina, mi madre estaba haciendo huevos con tocino por lo cual todo el lugar olía a grasa de tocino, que era hermoso. Saludé a mi mamá y salí por la puerta trasera. Mi perro estaba afuera, era una hembra de border collie, un perro de pastoreo y supuestamente la raza más inteligente. La saque de su corral y salió brincando con sus patas delgadas. Tomé mi bicicleta y la monté para ir a la tienda por leche.

El día paso normal. Yo había hecho todas mis labores durante las vacaciones. Ya para la tarde Clarisa me había llamado para ir a ver una película a su casa, pero le dije que no iría, que estaba cansada por la fiesta y quería recuperar las horas de sueño que había perdido por la fiesta.

Estaba en mi cuarto leyendo una de mis tantas novelas románticas. Cuando de pronto mi celular rosado comenzó a vibrar. Deje el libro de un lado y me alargué para conseguir el celular. Miré el identificador de llamadas y el número no correspondía a ningún contacto guardado. Por un momento se me vino a la mente que podría ser Sat. Dejé el celular en su lugar y no contesté.

El día siguiente paso rápido. Y el día después. Así paso una semana. Durante las vacaciones el tiempo se pasa más rápido de lo que quieres. Había ido a la playa con Clarisa, mi madre, mi perra y el hermano de doce años de Clarisa. Nada especial. Miré algunas universidades. Sé que aún falta un año, pero quiero tener definida a donde me iré a estudiar.

Me desperté temprano. Salí a correr con mi perra unas dos horas antes de regresar y desayunar el delicioso desayuno americano que cocinaba mi madre todos los días. Paré un momento para recuperar el aliento. Nina (mi perra) se adelantó un poco y luego espero a que retomara el camino.

Deje de correr por un poco. Caminé unos metros y me detuve en una esquina. Mi mirada termino en una camioneta gris, una Chevrolet antigua. La puerta del conductor se abrió. Entonces el corazón se me paró. Era Sat. Quería salir corriendo de ahí pero también quedarme a verlo. Traía unos tejanos desgastados color negro un poco despintado. Su playera era gris oscuro con el cuello en V y muy pegada al cuerpo.

Vi sus brazos, totalmente musculosos. Nuestra distancia que nos separaba era poca, temí que me fuera a ver pero no deje de ver ese par de ojos verdes con dorado. Giró su cara y nuestros ojos se encontraron. Tragué saliva. Él sonrió y una ráfaga de escalofrió recorrió mi columna vertebral. Consideré en echarme a correr pero eso sería demostrar debilidad ante él y eso quiere decir que me gusta así que no. Tomé una bocanada de aire y vi cómo me saludaba con la mano. Moví la mano de igual manera y el comenzó a caminar hacia mí.

-Chris. –Dijo con su voz, su voz tan sensual.

-Hola. –Comencé a sentir mis nervios en todo el cuerpo.

-¿Qué haces aquí?

-Salí a correr. –No es de tu incumbencia. Pensé.

-¿Por qué no me respondiste cuando te llamé? –Sabía que era él.

-¿Cuándo? –Fingí que no me daba ninguna importancia.

-Hace unos días.

-No lo sé, tal vez no lo oí.  –Dije y luego me encogí de hombros.

-Vaya pues, no te creo.

-Pues no me creas. –Me crucé de brazos y comencé a moverme de un pie al otro. –Si me disculpas tengo que irme.

-Eres difícil. Eh. Me gusta. –Mis mejillas ardieron cuando lo oí pero trate de fingir que no me importaba.

-Gracioso, bueno, Seth –Fingí equivocarme con su nombre. –Me tengo que ir. En serio, no estoy para perder el tiempo.

-Es Sat, y además son vacaciones. ¿Qué ya tan rápido tienes tu agenda llena?

-Sí.

-Entonces debo de sacar una cita contigo por anticipación. ¿No?

-No, para ti no hay nada. Ya me tengo que ir, en serio. Adiós Sat, que tengas una buena vida.

Me di media vuelta lo más rápido que pude, antes de que Sat intentara o llegara a pensar en detenerme. Corrí y alcancé a mi perra que estaba esperando del otro lado de la calle. Corrí sin mirar atrás, aunque quería  verlo, no me arriesgaría.

Llegué a mi casa. Tomé una ducha y luego baje a desayunar el delicioso huevo con tocino que mi madre preparaba todos los días para mí. Ella y yo hablamos de hortalizas (yo no sabía nada). Solo la escuchaba y asentía con la cabeza para indicarle que me interesaba su plática. Terminamos de desayunar y yo fui a lavar los platos sucios.

Eran como las seis de la tarde. Estaba viendo en la TV un reality, era de cocina. Estaba algo aburrida. A mi madre le encantaban ese tipo de programas, mientras que a mí no tanto, a mi madre le gustaban las películas románticas, mientras que a mí, mucho no me gustaban, es raro porque me gusta la literatura romántica.  

Estaba fundida al sillón con los párpados casi cerrándose, cuando alcancé a oír el ruido del teléfono de la cocina a la lejanía. Me paré de un brinco y corrí a toda prisa para contestar.

-Hola. –Dije.

-¿Muy ocupada? –Dijo la voz de Clarisa a la otra línea.

-Muy aburrida más bien.

-¿Quieres ir a Michael’s?

-No.

-¿Al cine?

-¿Y si vemos una película de terror en mi casa?

-Mejor romántica.

-No, de suspenso.

-Bueno, pero en bluray.

-Sí.

-Ahora voy, estoy allá en unos quince minutos.

-Sí. –Colgué.

Subí a mi cuarto y comencé a conectar el dichoso bluray. Baje de nuevo y preparé palomitas. Le avisé a mi madre que Clarisa vendría. Subí de nuevo a buscar la película. Escogí una de acción, búsqueda implacable, con Mel Gibson, era de mis favoritas. Esa película me enseño que la próxima vez que vaya a Europa con una amiga (que obvio sería Clarisa) no tomé un taxi con un desconocido para que me acompañe a donde me hospedaré. El timbré sonó y baje a abrir la puerta.

Ahí estaba Clarisa. Morena como siempre (obvio no va a cambiar su color de piel de moreno a claro) con su melena negra recogida en un chongo que sobresalía de su cabeza y hacía que se le aumentara unos cinco o seis centímetros a su baja estatura. Llevaba unos shorts (que antes habían sido unos pantalones de mezclilla), un top rosa pastel de tirantes y unos converse rojos.

Nos saludamos con nuestro patético e inmaduro choque de caderas. Mi madre la saludo y después subimos a mi cuarto a ver la película.

-En serio no sé cómo te gustan este tipo de películas. –Dijo justo después de que Mel matara al tercer tipo. –Te deberían de gustar las películas como: diario de una pasión, posdata te amo. Esas, no estas.

-Sabes que me aburren esas películas románticas.

-Más sin embargo lees novelas románticas. ¿Quién te entiende?

-Cállate, va a matar al cuarto tipo. Me encanta como lo hace. –Dije tomando un puño de palomitas.

Terminé de ver la película yo sola. Porque Clarisa se quedó dormida antes de que matara al tipo en una silla eléctrica improvisada. Quité el disco y apagué la tele. Desperté a Clarisa y le pregunté si se quería quedar a dormir. Dijo que sí. 

BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora