Capítulo 33

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Cuando el ruido del agua se detuvo esperé por unos minutos antes de decidirme a subir las escaleras. Entre y se sintió el calor generado por el agua caliente. Giré mi cabeza y me encontré a Asaiah, con una toalla enrollada en su cintura frente al espejo. Ladeé la cabeza para observarlo.

-¿Qué? –Me llamó la atención.

-¿Qué haces? –Pregunté.

-Querías que me rasurara.

Me acerqué a él y lo miré de enfrente. Tenía la mitad de la cara cubierta por crema para afeitar y la otra mitad la tenía limpia. Hice un gesto con la mano para decirle que continuara. Se pasó la maquinilla por el cuello, sus venas resaltaron cuando alzó la cara frente al espejo. Nunca pensé que ver a un hombre rasurarse pudiera ser tan irresistible.

-No había visto a un hombre rasurarse desde mi padre. –Comenté.

-Oh. –Se pasó otra vez la maquinilla. –Por cierto.

-¿Qué?

-Nunca me has hablado de tu padre. –Y con eso fue suficiente para que me diera una punzada de dolor en el corazón.

-No me gusta hablar de él. –Suspiré. Él ya me ha contado todo, confía en mí y yo en él. –Murió hace ya varios años, cuando era una niña. Lo quería mucho pero ya no recuerdo muchas cosas de él.

-Te comprendo. –Terminó su labor con la maquinilla y se enjuagó la cara, y luego se la secó con una toalla que estaba cerca. -¿Y bien, paso la inspección? –Dijo en tono bromista.

-Déjame ver. –Tomé su barbilla en mi mano y sentí su piel suave y tersa. –Has pasado. –Dije con una sonrisa.

-Bien. –Se llevó las manos al borde de la toalla y estuvo a punto de abrirla.

-¡Asaiah! –Grité. Él soltó una carcajada. -¿No puedes esperar a que salga para que te quites eso?

-¿Qué? –Dijo después de reír. –No tengo nada que no hayas visto ya.

-Sí, pero… -Eso es cierto y no tengo nada en mi cabeza para objetar.

-¿Pero?

No respondí.

Dio una zancada y me golpeó el pecho con su abdomen. Me apretó contra su cuerpo, sintiendo su piel y su calor. De pronto quiero volver a sentir su piel contra la mía. Sus labios se dirigieron a los míos, mientras caminábamos hasta llegar a mi cama. Oí un ruido, fue su toalla que cayó al suelo. O Dios. Deslizó la poca tela de mis shorts por mis piernas y las subió para que queden en su espalda. Quiero, pero ahora no. Tengo que frenar esto. Logré zafarme de sus labios para pronunciar unas palabras.

-Asaiah. Hoy no. –Dije mirándolo a los ojos.

No me respondió. Soltó aire rendido y se retiró. Yo clavé la mirada al techo por un rato antes de asegurarme de que era seguro mirar. Alcé la cara y lo vi con unos pantalones de deporte.

-Lo siento. –Dije. Pero no me respondió. –No me digas que te enojaste.

-No lo hice. –Ladró. –Te entiendo, pero la verdad que le hagan eso a un hombre no es exactamente una buena experiencia.

-¿Qué le hagan qué? –Alzó una ceja como si yo no hubiera captado algo que era obvio. -¿Qué? –Exigí saber.

-Eso. Calentarnos y luego dejarnos así. –Solté una carcajada.

-¿Yo, te caliento? –No me rio de la idea de eso, si no de su explicación.

-Sí, Christina, tienes un cuerpo hermoso. Eres hermosa. –Pero a pesar de sus halagos no puedo parar de reír.

BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora