Capítulo 25

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Después de estar un rato en la barra nos cambiamos a una mesa. No hemos pedido nada y todo lo que he tomado es un vaso de agua.

Estamos acurrucados. Juego con sus dedos mientras él tiene la nariz enterrada en mi cabello. La música ha bajado de tono. O puede que ya nos hemos acostumbrado al volumen.

-¿Y que hacías en un centro comercial? –Preguntó.

-Comprando un vestido.

-Tú no eres de las que usan vestidos.

-Lo sé.

-¿Y por qué el vestido?

-Mañana voy a ir a una fiesta, por mi mamá y es de gala.

-Te debes de ver hermosa con vestido. Me gustaría verte.

-Pero no podrás.

-Desafortunadamente.

Tomé la punta de uno de sus dedos y la torcí un poco.

-Au. Contrólate.

Solté una risotada.

-¿Y si nos vamos? –Preguntó para hacerme callar.

-Sí.

Nos deslizamos por el sillón para salir y comenzamos a caminar a la salida. Antes de llegar a la puerta sentí una mano en mi muslo. Una mano grande y gorda, de alguien.

-¡Hey! –Grité.

Giré mi cara y vi a un hombre rapado y con barba espesa que me sonreía de forma asquerosa. De pronto lo único que vi fue el puño de Asaiah golpeando la cara del hombre. El tipo cayó al suelo totalmente aturdido. Después volteó a ver a Asaiah con ojos fríos.

-Estúpido bastardo. –Gritó Asaiah. –Consíguete a una puta, maldito idiota.

-Vaya, pensé que el legendario Sat Civatti había sido ablandado.

-Te aseguro que sigo siendo el mismo. No la vuelvas a tocar o te juro que te arrancaré las pelotas.

Me coloqué detrás de Asaiah y lo tomé por el brazo. Traté de jalarlo a la puerta pero es demasiado pesado para mí y no puedo moverlo ni un centímetro.

-Ya… -Casi le digo Asaiah. –Sat, déjalo ya.

-Y me voy a creer las amenazas de un niño de veintiuno. –Dijo con una sonrisa el tipo. Se puso de pie y era por mucho más alto que Asaiah. –Vete de aquí niño. Hazle caso a tu puta.

Solté inmediatamente el brazo de Asaiah cuando sentí todos sus músculos tensarse. Le golpeó en la barbilla con una mano y después le asesto un buen golpe en el estómago doblándolo. Tomó uno de sus brazos y lo dobló, haciendo un crujido ruidoso.

-¡Sat! –Grité de horror. Pero pareció no oírme.

Le dio un golpe en la nariz con su rodilla y le soltó el brazo lastimado para golpearle la columna. Lo tomó con sus brazos de la cintura y lanzo varios rodillazos a su estómago.

-¡Que ya! –Grité.

Corrí y tomé como pude a Asaiah por los hombros y le di una sacudida. Por fin reaccionó. Me tomó por mi antebrazo y caminó hacia atrás dejando espacio para que pudiera ver el horror.

El hombre estaba con las piernas dobladas y con una mano se taba la nariz que estaba sangrando. El brazo que estaba lastimado lo tenía a un costado y no lo podía mover. Gemía como animal moribundo.

-Me rompió la nariz. –Gritaba. –No siento el brazo.

Todos los que estaban en el bar no hacían más que ver con horror aquella escena. Nadie se atrevía a decir o hacerle nada a Asaiah. Y nadie se atrevía a acercarse para ayudar al hombre.

BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora