CAPÍTULO 29

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Mis piernas no me respondían, quería salir corriendo de ese lugar y a la misma vez no quería dejar de mirarlo. Opté por la mejor opción, salir corriendo. En un abrir y cerrar de ojos ya estaba afuera del boliche. Un par de chicos me gritaban cosas de lejos que por suerte no alcancé a oír, ya que lo único en lo que podía pensar era en las últimas imágenes que mis ojos habían capturado dentro de ese maldito lugar. Cerré los ojos con fuerza pero las lágrimas seguían cayendo por mi rostro, me maldije a mi misma por haberme enganchado tan rápido con ese imbécil, y por haber confiado tanto en él. En realidad no tenía derecho a reclamarle nada, él podía estar con quien quisiera y yo también, como él mismo me había dicho esa noche, no era nadie, no éramos nada. Intentaba que eso me convenciera pero la verdad que no podía evitar sentirme una mierda y tampoco podía evitar odiar a Julian por lo que había hecho.

Empecé a caminar por la rambla para volver a casa, pero el camino de vuelta no era lo mismo si él no me acompañaba. Sacudí la cabeza para no seguir recordando y me saqué los zapatos, que me dificultaban para caminar. Cuando vi que terminaba la parte de las rocas y empezaba la playa se me ocurrió la brillante idea de bajar. Estaba descalza y el primer contacto con la arena fue por lejos lo mejor de la noche. La arena estaba fría y suave, y el viento que golpeaba contra mi cara y empujaba mi pelo hacia atrás me llenaba de paz. Era lo que necesitaba, mi mente se relajó por un momento. Caminé hasta la orilla y mojé los pies en el agua, estaba fría pero ya ni siquiera eso me molestaba después de haber visto lo que vi. Me acosté en la arena mirando al cielo, lamentablemente no se veían las estrellas, estaba muy nublado y se veían algunos relámpagos desde que había salido del boliche, pero ni siquiera eso me importó. No tenía fuerzas para levantarme.

Estaba realmente relajada cuando el maldito celular sonó. Era una llamada de Julian, no lo atendí, obviamente, y guarde el celular mientras le dedicaba una lista larga de puteadas. Cerré mis ojos y me concentre en el ruido del viento y las olas, y algún que otro trueno que logró ponerme nerviosa. Volvió a sonar mi celular y esta vez lo atendí, o sino no me iba a dejar de llamar.

- Qué querés Julian? - pregunté lo más seca posible
- Dónde estás Ori? No había visto tu mensaje
- Se ve que estabas ocupado, ya me fui
- Estás en tu casa?
- No
- Entonces donde? - preguntó preocupado - me crucé a los pibes y se estaban yendo, y tus amigas también, me queres decir donde te metiste? - no pude distinguir si era preocupación o enojo, pero qué derecho tenía a enojarse después de lo que hizo?
- En la playa, Julian, en la playa, no me jodas más - dije y le corté, no podía seguir escuchándolo, en cualquier momento las lágrimas iban a volver a caer, y él no se merecía ni una.

Pasaron aproximadamente quince minutos de que había cortado el celular y cerrado los ojos cuando una gota cayó sobre mi cara, y otra, y otra, y otra. En vez de alterarme, eso me relajo aún más, esto de estar a la noche en la playa, sola, y que encima se largue a llover no era algo que pasara todos los días, y menos en la ciudad.

- Ori, estás bien? Qué te pasó? - preguntó una voz desesperada, era la voz de Julian, la única persona que no quería ver en ese momento.

Al parecer se había preocupado por verme acostada en la arena, bajo la lluvia. Me había olvidado de haberle dicho donde estaba. Abrí los ojos con cuidado y vi su cara, estaba asustado y aliviado a la vez, de verme bien.

- Qué haces acá Julian? - pregunté con mi peor cara
- Estás loca? Vos que haces acá? Casi me muero cuando te vi acá tirada
- Ojalá te hayas muerto - dije mientras una lágrima caía por mi mejilla y como pude, me paré y dándole la espalda, caminé otra vez hacia el mar, para volver a mojar mis pies en él.
- Por qué decís eso? - dijo acercándose con el ceño fruncido
- Porque es lo que te mereces - respondí tratando de evitar el contacto con sus ojos, me dolía verlo
- No se por qué me tratas así, yo no te hice nada Ori - dijo acercándose más
- Que no me hiciste nada? Te vi Julian, te vi abrazando a otra mina, muy cariñoso, o me vas a decir que estoy loca? - grite mientras un millón de lágrimas caían y se mezclaban con las gotas de lluvia que cubrían mi rostro.
- No lo puedo creer - dijo negando con la cabeza y tapandose la cara con ambas manos.

Lo miré asustada, parecía más enojado que yo y se estaba conteniendo para no gritarme. Aún así no pude evitar apreciar su belleza. La lluvia había aplastado su cabello el cual caía por su cara tapándole levemente los ojos. Las gotas caían por su rostro que apenas podía ver debido a la oscuridad. El silencio se adueño del lugar, él seguía negando con la cabeza y yo ya no podía con mis nervios, necesitaba una explicación, y la necesitaba ahora.

- Sos una pendeja - dijo finalmente y lo mire extrañada
- Qué? Vos sos el pendejo que como no te di bola fuiste a agarrarte a cualquier mina, no? Resentido! Pendejo! - grite ahogada en lágrimas
- No era cualquier mina - dijo con la voz quebrada
- Ah bueno, lo que te faltaba era que me digas eso
- Era mi hermana! - gritó y automáticamente tapé con mi mano mi boca. No podía creer la cagada que me había mandado.
- Yo... no... no sabía, perdón - dije en voz muy baja y el se agarró con ambas manos la cabeza
- Es muy fácil pedir perdón no? Pero por vos y solo por vos fui al boliche, te busque desesperadamente y cuando te encuentro me decís que me vaya porque querés estar con tus amigas. Me voy con Yolanda porque estaba mal, me ves abrazarla y eso ya es motivo para que me trates así, para que desconfíes de mí y para que me digas que me muera - dijo mirándome a los ojos, con una mezcla de bronca y tristeza.

Yo solo lo miraba fijo, cada palabra que decía me mataba por dentro pero llegó un momento que dejé de prestarle atención a sus palabras y solo me concentraba en sus expresiones, estaba dolido pero seguía con la misma postura, demostrando enojo. Sus ojos me miraban amenazantes, su boca se movía mil veces por minuto, no paraba de hablar, de agredirme, de decir verdades.

- Me estás escuchando Oriana? Te estoy diciendo que - y no lo dejé terminar de hablar.

Agarré su cara con ambas manos, a la misma vez que unía nuestros labios, por primera vez. Sentí como una descarga eléctrica ante el contacto con su piel, finalmente era yo la que había dado el primer paso. Al principio él no reaccionaba, realmente no se lo esperaba, quedó inmóvil, pero enseguida rodeó con sus brazos mi cintura y sus labios se empezaron a mover lentamente al ritmo de los míos. Era un beso suave al principio, tímido, pero con mucho sentimiento. Era por mi parte una forma de pedirle disculpas, por todo, y al parecer él las estaba aceptando.
Mi mano derecha rodeó su cuello y se entretuvo con su pelo, que estaba todo mojado por la lluvia y yo misma me encargue de despeinarlo. Con la otra mano seguía sosteniendo su cara, para acercarlo más a mí y profundizar el beso. Fue sinceramente el mejor beso de mi vida, con el agua del mar bajo nuestros pies y la lluvia cayendo sobre nosotros.

Reencuentros - OrianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora