16. El diablo y la princesa

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Las princesas son perversas, ¿eso cuándo lo van a entender?

Manipulan al príncipe, acceden al poder y se quedan con su dinero. Ni hablar cuando se embarazan y son felices por siempre... Lo siento por ti Flynn pero tu bella Rapunzel ya te ha enredado.

Siempre se buscan al carilindo que se desviva por su humildad aparente y ese tierno corazón. Él, por su parte, va tras la princesa como perro royendo un hueso.

Pero no podemos quejarnos: es su manera de funcionar, son así y siempre lo serán.

Estas bellas princesas perversas tienen un pasado triste que las condena, en su cabeza el mundo no las ha tratado como debía y merecen algo mejor; algo mucho más grande (vamos, si no, no se hubiesen quedado con el dueño de todo el reino).

El gran problema sería que esa perversa caiga en manos de un príncipe tan retorcido como ella. No el niño bueno que la va a buscar y se destiñe su azul en el intento.

Me refiero a cuando el mismo diablo llega a la puerta de la chica a buscarla, a cargarla en su caballo sin cabeza, a prometerle que se fundirán juntos en el azufre que arde en el infierno.

¿Y quién dijo que esto no es lo que nuestra princesa busca?

Los papeles se invierten y a ella no le queda más opción que subirse a la tripulación del diablo y dejarse seducir por su sonrisa macabra, por su piel tatuada, por sus músculos arrasadores.

Para suerte de nuestra princesa Kylie Moore, se ha encontrado con un chico que tiene ambas caras: el diablo y el príncipe. Ese endemoniado chico avasallador que el mundo parece importarle tres mierdas... pero en su otro costado es el típico muchacho que se desvive por ella y responde a su manipulación de un modo aún más engatusador.

Es el juego del diablo y su princesa perversa.

Es la chispa que encenderá la mecha de la explosión.

Es su unión la pólvora que detonará en cualquier momento.


Stefano acaricia con su lengua la entrepierna de Ky.

Saborea todo en ella, juguetea con su punto más sensible y la obliga a retorcerse en el proceso.

Ella se arquea y cierra sus piernas sobre la espalda ancha de él. Con las uñas recorre el pelo corto de Stefano y tironea.

En medio de sacudidas despiadadas, él la penetra con su lengua lo cual deriva a Ky a otra dimensión. Los ojos de la chica que sólo son capaces de ver en rojo, se deslizan hasta el techo de la habitación mientras ella a su vez, se deja caer de espaldas sobre la mesa de billar.

Lo disfruta, se eleva a otra dimensión su magnitud placentera pero su cuerpo necesita más y más cada vez.

Hasta que nota que no es la única en desearlo ya que Stefano se aparta de la chica y va donde su boca.

-Estás más que lista, bebé.

Ella lo mira a los ojos y su respiración agitada golpea en el rostro del muchacho.

-Yo, ejem... Stefano...-ella busca una excusa para explicar algo que él debería saber. Stefano dio por asumido que Ky es virgen.

Gravísimo error.

-¿Qué sucede?-pregunta él. Apoya los codos sobre la mesa acorralándola aún más y empujando con su sexo la entrepierna de su chica.

-Yo no...-empieza la rubia pero se detiene.

Él, en su lugar, se toma el trabajo de terminar la oración:

-No eres virgen, lo sé. Me he dado cuenta pero no te preocupes: me gustas aún más con experiencia.

Ky palpa el pene duro y grande de Stefano hasta encontrarse con que el muchacho tiene un preservativo puesto.

Se pregunta entonces con qué agilidad es que él puede hacer estas cosas o desvestirse mientras baja las escaleras en plena oscuridad: es evidente que Ky no es la primera en su vida, pues ha habido una enorme lista de chicas que posiblemente ya han pasado por esa misma mesa de juegos.

La exclusividad nunca se le dio bien así que decide quitar esos pensamientos de su cabeza para concentrarse en el dios griego (o diablo en toda su mismidad) que se alza frente a sí con total su magnitud y un calor infernal.

-Estupendo-suspira ella y cruza las manos sobre los hombros de Stef-: Haz lo tuyo, mi demonio perverso.

Los dientes blancos de Stefano vuelven a brillar en la oscuridad apenas unos segundos antes de que la rubia empiece a ver las estrellas en un cielo que se desvanece en sangre.

-No grites-le dice Stefano y le cubre la boca. Ky muerde su mano con suavidad-. Eso es: muérdeme. Así me gustas más.

Y se empieza a mover hasta entrar con fuerza...

Y se empieza a mover hasta entrar con fuerza

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