40. KYLIE

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ÚLTIMO CAPÍTULO

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—Stefano, mírame.

Sus ojos están a punto de cerrarse. Esto tiene que ser una pesadilla, estoy a punto de despertar, sé que despertaré ya que el mundo que me rode no es más que un sueño, maldita sea, ¡maldita sea!

No puede respirar; apenas se mueve en tortuosos temblores torpes. Es horrible pero juro que lo percibo cada vez más y más lejano.

—Stef, mírame, estoy aquí.

Finalmente logra fijar sus pupilas negras en las mías azules y mis lágrimas cayen en la herida de su pecho que sangra de manera horrorosa. Jamás detesté tanto una bala como la que él lleva enterrada en este preciso instante; ojalá pudiera meter mis uñas y quitarla de ahí pero necesito sostener la cordura, hoy más que nunca.

Jamás deseé con tanto fervor estar en su lugar, que la bala me hubiera dado a mí y no a él. Poder llegar antes y quizá, la historia hubiera sido diferente.

Salvarlo.

Necesité salvarlo y no pude.

Ahora va a morir.

—Ky...—musita con gran dificultad y la sangre empezieza a brotar desde los bordes de su boca—. Ky... Te amo...

Sus palabras me destrozan el corazón en mil pedazos.

Mi vida entera se convierte en un infierno, en una máquina tortuosa viviente. Nunca jamás imaginé que habría peor tortura a la que nos obligaban vivir en este lugar hasta que llegó la hora: el disparo que ahora colocaría mi vida en el fuego mismo para ver todo mi mundo desmoronarse.

—También te amo, Stef, también te amo...—declaro con un hilo de voz.

Stefano deja caer el arma para levantar una mano y tocar mi rostro aunque ya no le quedan fuerzas. Se está yendo. Stefano se está yendo.

—No—jadeo—. No, Stefano, por favor no te vayas. Aún no, te lo ruego. No te vayas.

Lo sacudo y sus ojos ya empiezan a cerrarse.

—Ky...—sigue jadeando—. Tengo... miedo...

—No, amor mío, no temas, no temas—lo sostengo pero cada vez hay menos respuesta vital de su parte. Su pecho no se mueve. El poco aire que le queda es para decir sus últimas palabras:

—Ky... Siempre...te llevaré con...migo... Te amo.

Mi boca queda abierta de la emoción y opto por besar sus labios manchados de sangre. Con su sangre. Con lo último que queda de su vida.

Y lloro contra sus labios.

Lloro contra su cuerpo que ya no es él.

Lloro en compañía de lo que ya no es Stefano.

No está... Se ha ido... Y con él, todo lo que quedaba en mí como motivo para vivir.

¿Quién me salvará ahora si él se ha ido para siempre?


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#MALOS El Origen | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora