Naruto se despertó con una tremenda sensación de bienestar. Sentía todos los músculos relajados y una exquisita ligereza en todos los miembros; hasta en los huesos se sentía restaurado. Durante un rato, se mantuvo acurrucado en aquel cálido útero bajo las mantas, dejando vagar la conciencia, incapaz siquiera de realizar el menor esfuerzo muscular para abrir los párpados.
Progresivamente, fue recomponiendo pistas para saber dónde estaba: no se oía ruido de tráfico ni sirenas ni temblores subterráneos ni rugidos mecánicos, solo el agradable trino de los pájaros y el suave ronroneo de una cortadora de césped a lo lejos. Podía oler la hierba fresca y dulce recién cortada y el beicon en la sartén. Una luz dorada le rozaba los bordes de sus ojos aún cerrados, con la promesa de una mañana soleada. Se llevó la mano al muslo y se rascó los huevos, después abrió la boca en un prolongado y reconfortante bostezo. ¡Estar en Inglaterra en pleno mes de junio! Sintió una complaciente sonrisa en los labios según fue abriendo los ojos, giró la cabeza sobre la almohada para mirar a su alrededor y estuvo a punto de morirse del susto. Había alguien en la cama: una mujer con el pelo corto de un tono rosado que le resultaba intensamente familiar.
Naruto saltó de la cama y se quedó de pie sobre la raída alfombra que había al lado, rascándose la cabeza insistentemente. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? Miró por la habitación en busca de pruebas. La chaise-longue estaba vacía. En el suelo, el edredón con el que Sakura se había tapado la noche anterior estaba hecho un ovillo. La ropa de ambos estaba cuidadosamente doblada sobre sendas sillas. No veía ningún signo de... conducta inadecuada. Sorprendido ante tal pensamiento, se miró a sí mismo en dirección al suelo y comprobó que aún tenía el pijama puesto, las dos piezas. De puntillas, fue al otro lado de la cama, temeroso de provocar cualquier crujido sobre la tarima, y se quedó mirando el rostro de Sakura. Estaba profundamente dormida. Las sábanas le llegaban casi hasta la barbilla; no podía ver lo que llevaba puesto. Sin duda, se acordaría si... Tampoco había bebido tanto oporto...
Con qué placidez dormía. Las dos medias lunas de sus pestañas permanecían totalmente inmóviles, tenía los labios ligeramente abiertos y exhalaba un suave flujo de aliento. Estaba tumbada de lado, con una mejilla hundida en la almohada y la otra ligeramente sonrojada y relajada. Naruto no pudo evitar sonreír al verla tan tranquila y desprevenida. Como si fuera consciente de que la observaba, ella de pronto respiró con más fuerza. Naruto dio unos pasos hacia atrás, pero lo único que hizo ella fue volverse a acomodar en la misma postura. En todo caso, podía despertarse en cualquier momento y si le encontraba allí, se iba a sentir como un conejo bajo su fría mirada azulada. Decidió refugiarse en el cuarto de baño y analizar la situación.
Mientras el baño se fue llenando de agua caliente, se quitó la chaqueta del pijama y se afeitó con brocha. En el espejo pudo ver su mirada de preocupación en los ojos. No era la primera vez que se despertaba con una mujer al lado de forma inesperada. Siempre resultaba bastante embarazoso no recordar exactamente cómo había acabado ella allí, y a veces no saber siquiera quién era ella, aunque para ser justo consigo mismo, hacía mucho tiempo que eso no le ocurría. Pero ¡Sakura! Aquello no era simplemente embarazoso, era impensable.
Naruto se acordó con cierta incomodidad del ridículo que había hecho, hacía ya años, el día que salieron los dos juntos a celebrar la venta de su primer cuento. Sakura fue la primera persona a quien se lo contó; quería impresionarla. Él nunca había conocido a nadie como ella, tan guapa, inteligente y aguda, con su áspero acento inglés y su aire de sofisticación («cuando estuve en Venecia...» solía decir, o en Toledo, Oslo o Salzburgo). Por aquel entonces, Naruto era un joven entusiasta de veintitrés o veinticuatro años, emocionado por conseguir una cita con ella. Por supuesto tenía un montón de novias, pero no eran nada serio. Y en aquella ocasión se encontró en un restaurante de moda en la ciudad de Nueva York con una rubia de Hitchcock, que se había vestido especialmente elegante para él. F. Scott Fitzgerald se hubiera muerto de envidia. Estuvieron hablando y riéndose, y él bebió probablemente más de la cuenta (¡Ar–magnac! Jamás había oído hablar de esa bebida antes de que Sakura la mencionara). Después, él la acompañó a su piso, en aquel edificio cochambroso que estaba a un par de manzanas del suyo, y le dio las buenas noches: un beso en su mejilla perfumada, un apretón de manos y se oyó el clic de la puerta. Entonces, nada más bajar unos cuantos peldaños, se dio la vuelta, volvió a llamar a su puerta, y tan pronto como ella abrió, le soltó: «Quiero irme a la cama contigo. Déjame entrar».
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SIMPLEMENTE AMIGOS
RandomNaruto y Sakura son amigos. solamente. Hace muchos años que se conocen, han tenido sus más y sus menos, pequeñas discusiones, pero su amistad ha superado todas las barreras. pero ahora Sakura se ha quedado sin novio y en la calle, y el apartamento...