Sakura solo tenía una idea en la mente cuando regresó a Nueva York: ver a Ino. Ella sí que la entendería. Abriría una botella de algo y charlarían hasta bien entrada la noche; escucharía todo lo que tuviera que contarle. La ayudaría a convertir a Naruto en una mera anécdota en su recuerdo. Juntas, pondrían verde a Karin con todos los insultos que se merecía. Por fin, podría dar rienda suelta a su desesperación y a su ira, después de todo el tiempo que llevaba reprimiéndose, reteniendo la rabia, el dolor y resquebrajamiento en su interior.
Al final, le había contado a su familia que el padre de Naruto se había puesto de repente muy enfermo, un ataque al corazón, y que por eso se había ido de manera tan repentina a coger el avión de regreso a casa. Estaba prácticamente segura de que su padre no se había creído nada. La historia tenía demasiadas incongruencias (¿por qué no se había ido ella con él, para acompañarlo? ¿Por qué no lo había llevado por lo menos a la estación? ¿Y por qué temblaba tanto?). Notó que su padre estaba molesto por sus reticencias a dar explicaciones, pero no pudo hacer nada. Por encima del dolor que ella misma sentía y de su inmensa necesidad de consuelo; por encima de las ganas que le abrasaban por dentro de delatar a Karin y mostrarles a todos lo malvada que era; estaba demasiado aturdida por sus propias mentiras como para contarle la verdad. Aduciendo que le dolía la cabeza, se había marchado a su habitación y se había quedado allí, hecha un ovillo sobre la inmensa cama, reviviendo el triunfante momento de Karin, cuando le había hecho aquella revelación con una expresión tan sumamente satisfactoria en el rostro. Tenía ganas de dormir, pero los ojos se le quedaban abiertos como platos y no podía conciliar el sueño. Con las prisas, Naruto se había dejado el pijama, que seguía colgado detrás de la puerta. Su presencia la atormentaba hasta el punto de que se vio obligada a saltar de la cama, quitarlo de la percha y tirarlo en la papelera. Seguía oliendo a él.
Prácticamente durante todo el trayecto en el avión no había parado de llorar, odiándose a sí misma por aquella exhibición de debilidad, avergonzada por la mirada curiosa de los otros pasajeros, pero demasiado cansada y rendida como para contener las lágrimas. Después de aterrizar, como sonámbula, salió del aeropuerto y cogió un taxi hasta el centro de la ciudad, que la dejó a la puerta de su nuevo apartamento. Era un sitio pequeño, con cierto encanto, en una zona del Village que todavía no era demasiado conocida. Tenía dos dormitorios y ninguna vista, resultaba extraordinariamente silencioso y vacío. Las pertenencias que había traído del apartamento de Naruto la semana antes de irse de viaje seguían apiladas allí en el suelo del dormitorio. La nevera estaba vacía. Y fuera, llovía.
Estuvo en el apartamento el tiempo suficiente para darse una ducha rápida y ponerse unos vaqueros limpios y una camiseta de manga larga. En el último minuto, llamó a Ino para asegurarse de que estaba en casa; ¿dónde iba a estar a las nueve de la noche un domingo lluvioso? Comunicaba, y no tuvo la suficiente paciencia como para esperar. Además, si Ino estaba hablando por teléfono, no había duda de que se encontraba en casa. Se puso el impermeable y salió a la calle, con las manos en los bolsillos y la cabeza inclinada para protegerse de la lluvia. El apartamento de Ino estaba a solo unas cuantas manzanas. Fue prácticamente corriendo. Llegó por fin a la entrada del edificio, empujó las puertas, saludó con la mano a su viejo amigo el portero y se apresuró hacia el ascensor. ¡Por fin en el santuario! Empezaron a rodarle las lágrimas por las mejillas solo de pensar en la historia que iba a contarle a su amiga. Ansiaba escuchar la voz de Ino haciendo una acendrada denuncia contra los hombres. Deseó sentir solamente el enfado, y librarse para siempre de la tristeza.
Ya a la puerta del apartamento de Ino, llamó al timbre. « ¡Date prisa, Ino, date prisa!» Pero no sucedió nada. Apoyó la mejilla contra la puerta y contuvo la respiración, para ver si conseguía oír algunos pasos o el sonido de la televisión. Nada. Ella seguía llorando sin parar. ¿No era aquel olor el maravilloso aroma de los spaghetti alla putanesca de Ino? Volvió a apretar el timbre y comenzó a llamar a la puerta con los nudillos una y otra vez.
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SIMPLEMENTE AMIGOS
RandomNaruto y Sakura son amigos. solamente. Hace muchos años que se conocen, han tenido sus más y sus menos, pequeñas discusiones, pero su amistad ha superado todas las barreras. pero ahora Sakura se ha quedado sin novio y en la calle, y el apartamento...