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Becca.

Un mes después...

—Ivy... -dije entrando a la habitación del hospital con aquél hilo de voz que contenía para no derramar alguna gota de mis lágrimas.

Ella desde aquella cama me sonrió de lado, alzando sus brazos para mí, a lo que corrí hacía ella, aún seguía allí ese olor al perfume que tanto gusta, por un segundo parecía ser aquello lo único que no cambio en Ivy.

—Hola Bella –me dijo al escuchar el sollozo que ya no pude contener, peinando mi cabello con sus delicadas manos —Dime que no has estado tomando Becca, porque desde que entraste pude sentir ese olor... A ti nunca te ha gustado el licor.

Ivy me levantó, estando a vista de ella, y con ademán me obligó a decirle la verdad.

—Solo dos copas, creo que se me esta haciendo costumbre –murmuré cabizbaja.

—Tan solo mírate, tienes unas ojeras mucho peores que las mías, estas pálida, Becca... Estoy segura que esto no es lo que tu bebé hubiera querido para ti.

—Estoy bien, solo necesito tiempo –dije observando hacia aquellas cortinas moverse por el viento.

—Ojala no pudiese ser impedimento para que te vayas de esta ciudad –dijo ella sosteniendo mi mano.

—Ivy, estoy bien, tu no eres un obstáculo para mi, son solo tonterías tuyas –especifique.

—Entonces prometeme que cuándo yo me vaya -fue en entonces cuándo la mira detenidamente –Saldrás de aquí, y serás feliz, sea con quien sea Becca, empieza a hacerlo por tu bebé y por mí.

¿De dónde sacaba fuerzas para poder superar todo esto? La enfermedad de Ivy iba muy rápido y fue luego de sus palabras que se la llevaron a una última resonancia, esta verificará si solo nos queda esperar o salvar su futuro, una de dos sería la respuesta decisiva.

Fueron muchas pruebas por las que paso, Ivy estuvo cuándo perdí a mi bebé, ahora yo estaría con ella.

Bajé a la cafetería​, tomando asiento en una de las mesas, las resonancias de Ivy siempre demoraban un prolongado tiempo así que traje conmigo aquel cuaderno, comenzando a escribir en él, este era mi único aliado desde mi terrible suceso, habría terminado mucho antes, sin embargo, he tomado esta experiencia como algo que tal vez me ayude en algún futuro.

Deje de escribir, en cuanto mis ojos se fueron hacia la pantalla del televisor que había en una esquina de la pared, mostrando aquellas fotos cuándo estuve hace algunas horas fuera del hospital, con mi cabello sujeto a una cola baja, mi nariz un poco enrojecida al igual que mis ojos, con señales bastante claros de mi inestabilidad.

Suspire y seguí con mi escritura, me di cuenta que ya no valía la pena pensar en que los demás dirán, este ha sido mi único avance después de lo sucedido y puedo decir que es lo único de lo que estoy orgullosa ahora mismo.

El sonoro sonido de unas pisadas hacia mí hizo que alzara la mirada, viendo a un hombre no más de cuarenta años en traje frente mío y con la mano en el aire esperando a estrecharla conmigo.

—Buenas tardes, señorita Rebbeca, soy Ethan Jenkens, jefe de una editorial de libros de la ciudad, mucho gusto.

Aquel señor mostró una sonrisa brillante, mientras estreche su mano, confusa le ofrecí tomar asiento, cerrando todos mis libretas y prestándole atención.

—Disculpe que no le haya avisado antes que vendría –dijo él, mientras negaba con la cabeza —el señor Ben me contactó, me mostró algunas notas de usted, me dijo que estaría aqui y me pareció una agradable idea comenzar a trabajar con usted, por lo que el señor me dijo es que llevas en esto mucho tiempo ¿Verdad?

Me quedé pensando por unos segundos, ¿Cómo es que Ben pudo tener alguno de mi escritos para enseñárselos al señor Jenkens? Aquella duda no desaparecía de mi mente.

—Si, de hecho llevo más de dos años en esto, aun me sorprende mucho que usted haya venido hasta aquí –aquel señor soltó una pequeña carcajada.

—Sus escritos me impresionaron mucho así que supongo que este esfuerzo valdrá la pena, ¿Desea trabajar con la editorial? No tiene porque darme la respuesta ahora, aquí tiene mi tarjeta -dijo deslizando la tarjeta sobre la mesa hasta mí -Tómese su tiempo, cualquier decisión que tome allí esta mi número.

—Muchas gracias... Si... Mm si, lo llamaré, no se preocupe –dije levantándome de la mesa al ver que el señor se iría.

—Estaré esperando su llamada señorita Steinfield, que tenga un buen día.

—Igualmente.

Suspire, ni siquiera me dio tiempo para asimilar lo que había sucedido cuándo una de las enfermeras me llamó, teniendo en sus manos unas hojas que serían los resultados de Ivy.

Acercándome hacía ella, recibí el sobre y tan solo con un ademán de ella me indicó ir hacia la habitación donde Ivy se encontraba, dejándome sola.

Mi corazón latía a mil, espere llegar hasta su habitación, observándola desde el umbral de la puerta, echada en la camilla dando espalda a éste.

Su destino se encontró en esta hoja, ella ya parecía saberlo, el momento fue tan lento que al leer aquel papel mi corazón dio un vuelco, quitándome el aire de un tirón.

No Way » Jared LetoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora