Laisa
Una nube gris se posa sobre nuestras cabezas y el retumbar de los rayos listos para caer sobre nosotros es perceptible en mi mente.
- Buenas noches Nicholas- Saluda el hombre que tengo enfrente. – No interrumpes nada, la señorita y yo solo hablamos sobre lo magnifica que es la velada.
- Ya veo ... - Murmura sin creer lo que escucha, no puedo ver su expresión, pero su aura me dice que su gesto es pétreo, su postura amenazadora y yo me niego a verle a la cara.
- ¿Pasa algo? - Pregunta el hombre a mi lado, consciente de la mirada de reproche que me dedica mi jefe.
- No, si me permites Franco, debo privarte de la compañía de mi secretaria ya que necesito que gestione unos... asuntos de último momento. – El hombre que ahora sé que se llama Franco me mira con sorpresa y yo solo soy capaz de dedicarle una débil sonrisa antes de que Nicholas me tome discretamente por el antebrazo obligándome a ponerme de pie y seguirlo.
- Le he entregado sus pertenencias a Mendoza y si va a despedirme puede hacerlo mañana- Reprocho intentando zafarme de su agarrare.
- Guarda silencio, eres exasperante. – Me regaña logrando que mi indignación crezca.
P U T O
Pasamos cerca de la mesa principal donde toda su familia nos observa sorprendidos, me cubro con su grande cuerpo evitando las miradas curiosas, Nicholas apresura el paso desviándose por un corredor que nos lleva fuera del salón principal. Estoy achispada por los tragos... el que me hiciera levantar tan abruptamente no ayuda pues siento que todo mi entorno se mueve más lento de lo normal.
Tropiezo con mis propios pies y Nicholas maldice tomándome de la cintura evitado que me caiga y pase más vergüenzas.
Me mete en la habitación más lejana al salón de fiestas y apenas cerrar la puerta me toma de la mandíbula de modo que me obliga a mirar hacia arriba, sus ojos destellan tanta furia y su altura me sobre pasa de una manera tan abrumadora que mi cuerpo entero tiembla cuando las ganas de llorar se apoderan de mí.
- ¿Qué mierda crees que haces? – Sisea sobre mi rostro – Lanzarte a besarme en la tarde en la oficina y después venir aquí a pavonearte con hombres frente a mis narices y esa puñetera escenita de relamerte los labios mientras te tomas el trago de un desconocido ¿Por quién me has tomado he? – Su agarre se intensifica, aunque no al grado de lastimarme si consigue que le mire más de cerca.
Sus palabras están tan cargadas de veneno y odio que no puedo evitar sentirme pequeña, intento contener la lagrima traicionera que escapa de mi ojo derecho ante la hostilidad y rudeza que me está demostrando.
-Suéltame ...- Susurro débilmente en un vano intento por no quebrarme.
- ¿Soltarte? - Me pregunta con burla – Tu pequeña escena ha sido por demás graciosa, el verte queriendo darme celos fue bastante estimulante, pero... lo que no consideraste es que para experimentar ese sentimiento tan mundano debes percibir a la otra parte como una amenaza ... como un igual... y para tu mala suerte en mi mente narcisista no existe nadie mejor que yo, nena. – Su discurso arrogante me deja fría y el paso del aire se me atasca cuando se inclina aún más sobre mí y lame la lagrima que acaba de rodar por mi mejilla.
No se separa de mí, por el contrario, se pega por completo a mi cuerpo logrando que me sobre salte un poco al sentir el bulto que queda contra mi vientre. De repente se detiene y siento en él la duda, pero finalmente se saca los guantes de cuero negro que ya me estoy acostumbrando a verle siempre puestos y los tira en el sofá. Desliza su nariz desde mi hombro, pasando por mi cuello y deteniéndose detrás de mi oreja, su respiración errática y el que su mano derecha siga afianza a mi mandíbula curvando mi cuello a su antojo mientras con sus dedos acarician mis labios hace que los calores se me suban al cuerpo.
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Jaulas de Noche
RomanceCuenta la leyenda que un príncipe una vez se enamoro, y no supo que demonios hacer con ese vacío en su estomago. Cuentan que la miraba con ojos de ángel y que al tocar su piel se quemaba de pasión, cuentan que conoció su propio infierno, en la boca...