Laisa
Sus manos temblorosas acunan mis mejillas y yo cierro los ojos cuando su rostro se acerca peligrosamente al mío, pasan los segundos y lo único que puedo escuchar es la forzada respiración de Nick contra mi cara. Abro los ojos y el corazón me late desbocado al verlo sonrojado.
- ¿Puedo besarte?
La pregunta me deja helada por unos segundos.
Después de hacer algo tan lascivo como lo de la paleta o del invernadero ¿ahora viene a pedir permiso para besarme?
¿Qué paso?
¿Qué cambio?
¿Por qué el corazón me late emocionado por una pregunta tan tonta?
La mejor respuesta que puedo darle es envolver los brazos en su cuello y cellar el contacto entre nuestros labios.
Sus manos tiemblan y es como si no quisiera tocarme, instintivamente me restriego contra él y le paso la lengua por el lóbulo de la oreja, se estremece, pero capta la indirecta envolviendo mi pequeño cuerpo con sus grandes brazos.
Pasados unos minutos de nuestro apasionado beso, sus manos se mueven ansiosas por todo mi cuerpo y con torpeza me lleva hasta el escritorio donde me sienta sin dejar de besarme.
Toco su rostro intentando calmarlo un poco y me llevo una sorpresa.
-Nick-Jadeo en busca de aire- Estas ardiendo.
-Solo por ti nena- Responde entrecortadamente negándose a soltar mis labios.
-No, Nick, literalmente estas ardiendo- Lo aparto como puedo obligándolo a mirarme- ¿Desde hace cuánto estas así? ¿Ya te ha revisado el medico?
- ¡No estoy enfermo!, solo estoy cansado porque últimamente parece ser que nadie puede hacer lo que les ordeno- Explota finalmente.
-Nick...-Su rostro esta blanco como el papel, le cuesta respirar y creo que va a desmallarse en cualquier momento.
-Solo tenías que quedarte en mi habitación hasta que yo regresara ¿y qué fue lo que hiciste? - Se molesta apartándose de mí y comienza a dar vueltas por la habitación- Apareces en el salón luciendo tan... tan... con ese vestido que...que...- Me mira por unos segundos en los que puedo ver como sus pupilas se dilatan y su respiración se vuelve aún más pesada- ¿Quién carajos te lo dio?
-No sé su nombre, era una mujer aún más bajita que yo, tenía un uniforme de servicio y simplemente entro y me ayudo a vestirme y termino llevándome al salón sin decir más. - Detiene su andar mientras analiza mis palabras.
- ¿Cabello canoso, voz mandona, piel más arrugada que una pasa, con la edad suficiente para estar con un pie en el más allá y que cada vez que habla no puede ocultar el desprecio que siente hacia mi persona?
-Si- Afirmo ante su tan acertada descripción.
-Norma- Suspira cansado mientras se tambalea, me bajo del escritorio y voy hasta él intentando ayudarlo para que se siente.
- ¿Norma?
-La nana de Ulrik- Me explica- La anciana me odia y siempre hace lo que puede para molestarme.
Tiro de él obligándolo a sentarse en su silla y reviso su rostro nuevamente, cada vez me preocupa más el color que tiene.
-Se supone que no fuiste a la embajada toda la semana porque estabas enfermo- Aparta la mirada ante mis palabras- No estabas así cuando estábamos en el inver...- No termino la frase, la vergüenza no me lo permite- ¿No estabas tomando algún medicamento?
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Jaulas de Noche
RomanceCuenta la leyenda que un príncipe una vez se enamoro, y no supo que demonios hacer con ese vacío en su estomago. Cuentan que la miraba con ojos de ángel y que al tocar su piel se quemaba de pasión, cuentan que conoció su propio infierno, en la boca...