Eres una torpe

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Nada más levantarme me vestí con unos leggins y una remera azul marina junto a mi chaquetón tipo militar y mis queridas Nikes negras. Una coleta alta para mi largo cabello, mochila, celular y salí disparada de casa.

Llegaba tarde ya que mi "querido" hermanito se fue sin avisarme. Tuve que coger el metro en vez del bus, que ya lo había perdido.

Llegué al instituto corriendo y por desgracia, estaban todos en clase, pero de matemáticas. La profesora es un poco... como decirlo... cabrona, bipolar...

—Llega tarde, señorita Collins —dice, colocándose bien sus gafas.

—Lo siento, es que...

—No me interesa. Siéntese y que no vuelva a pasar —responde, aprovechando para sentarse.

Bf... Me voy al final de la clase, como los otros días, solo que hoy queda libre un sitio al lado de un chico. No se le ve la cara porque está muy concentrado haciendo algo. Creo que está dibujando. Me siento y saco el cuaderno de matemáticas para apuntar los cálculos y un problema que está escribiendo la maestra en la pizarra.

No entiendo nada... Se me está haciendo eterna esta clase.

Nos da 5 minutos para hacer el problema. Le echo un vistazo a eso y era imposible. ¿Cómo voy a usar la fórmula si no se las gallinas que hay? Lo he debido decir susurrando porque el chico, por primera vez en toda la clase, me ha mirado, aunque sea con una sonrisilla.

Por suerte, antes de que nos pregunte la solución suena el timbre.

—Hey Aria. —grita Emma a mis espaldas.

—Hola Emma. —digo cuando estábamos las dos al lado.— Vamos a desayunar que tengo hambre. —aseguro a la vez que mi estómago ruge.

—Ya se nota, tigresa.

Ya sentadas en la cafetería y con el desayuno en la más, recuerdo que me dijo que solía estar sola. Curiosa por naturaleza, decido preguntarle:

—Oye, ¿por qué antes estabas sola?

—Por mi hermano... Se podría decir que él es muy problemático. Va a carreras y peleas clandestinas. Además no es muy sociable que se diga y solo se lleva con uno del instituto. No quiere saber nada de nadie, es así.

—¿Y qué tiene que ver eso contigo?

—Como soy su hermana, la gente se cree que soy igual a él. Además no le gusta que me junte demasiado con la gente. Parece que quiere que sea como él.

—Qué pena... Me refiero a que qué pena porque de mí ya no te libras —aclaro después de la miradita que me había regalado.

—Muchas gracias Aria. La gente al saber quién es mi hermano, se apartan de mí.

—Pues yo no pienso alejarme de ti, sepa o no quién es tu hermano.

—Algún día te lo diré —declara, con aires de misterio.

Vamos las dos juntas al vestuario para ponernos otra ropa. Yo solo me cambio la remera por una camiseta blanca de tirantes que tenemos que llevar por obligación, ¡con este frío!

Me parecía excesivo llevar una camiseta como esa en invierno pero lo peor de todo es que, a lo lejos, había un grupo de chicas que iban en shorts, enseñando todo... ¿Zorras? ¿Qué?

—Bueno chicos, hoy os toca dar cinco vueltas a la pista de fútbol. ¡Vamos! —grita la profesora de gimnasia tocando su silbato para darnos la señal.

—¡Oseaaa! ¡Es como un Dios! ¿Sabes? —declara una rubia un poco pija a sus amigitas.

—¡Osea sí! Yo me lo tiraba. Además es el único que me falta del equipo... —le responde otra de su grupo.

Zorras que se han ido del bosque... Pobrecillas.

Termino las cinco vueltas reventada y me tiro al suelo:

—¡Estoy muerta! —exclamo alzando un puño hacia arriba.. ¡Veo la luz!

—A veces me das vergüenza. —responde Emma tapándose la cara.— Levántate que nos están mirando.

Levanto la cabeza y efectivamente. Todos los chicos mirando. Bah, da igual. 

Nos dan un descanso y al terminar, nos ponemos a jugar a fútbol.

Emma y yo íbamos juntas, obviamente, junto a una chica que juega de maravilla y se llama Sara. Desafortunadamente, nos tocaba jugar con el grupito de tres de pijas, las de antes. Una de ellas mandó el balón de una patada al campo en el que practicaban los chicos. Debería ir ella pero por algún motivo me dice la profesora que vaya yo.

Justo cuando lo agarré, un balón vino directo a mi cabeza. Menos mal que tengo reflejos y lo pude parar con la mano. El corazón se me salía del susto...

—Hermanitaaa, ¡pasa el balón! —grita Jayden.

Lo lanzo sin apuntar y por desgracia le doy a un chico en el estómago.

—¡Ay! ¡Lo siento! No me di cuenta y tiré sin apuntar, en serio...—me disculpo.

—Eres una torpe —dijo frío con gesto de dolor.

No te dejes intimidar, no te dejes intimidar...

Recordé aquellas palabras en seguida. No tenía por qué callarme. Los chicos empezaron a reírse y fue cuando me di cuenta de que debía actuar.

—Mira chico... Te he pedido disculpas y no hace falta que seas grosero —interrumpo, cortándoles las estúpidas risitas.

Se empiezan a quitar los cascos, entre ellos Liam. Uno de ellos me dice:

—Seguro que solo quieres estar cerca de nosotros por una noche...

—Si creéis que soy una zorra como el resto os equivocáis. Y tú, si no aceptas mis disculpas, es tu problema, imbécil —digo dirigiéndome al chico de antes, antes de irme—.

Lo peor de todo fue ver a Liam...


New York, Manhattan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora