Hora de hablar

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Jayden seguía de pie, con sus brazos cruzados y el rostro neutro.

—Hola. —digo. Entro a la sala, e iba a subir las escaleras cuando él se interpone entre las escaleras y yo.

— ¿Dónde estabas? ¿Que horas son estas de llegar? ¿Por....

—Estaba zorreando. ¿No que soy una puta? —lo aparto del medio y subo las escaleras.

Estaba por abrir la puerta de la habitación pero, nuevamente, me agarra del brazo, haciéndome voltear.

— ¡Lo siento Aria! ¡Lo siento! —suspira. — No fue mi intención decir eso, ni si quiera sé por qué lo dije, solo quería que dejaran de pelear, que no estuvieras metidas en líos y yo... ¡No sabia que hacer y salió solo! Realmente no quise haberlo dicho. —lo miro a los ojos y puedo ver arrepentimiento y sinceridad. Me deshago de su agarre y me cruzo de brazos.

—Me hiciste daño, me dolió. — susurro, pero lo suficientemente alto para que lo escuche.

Si lo hubiera dicho cualquier otra persona no me importaría, pero fue mi propio hermano.

—De veras no quise...

—No quisiste pero lo dijiste. —lo interrumpo —Llevo sin verte dos malditos años porque nuestros padres se separaron y lo primero que haces es tratarme como una puta. —mis ojos empiezan a cristalizarse. —Jayden te quiero con todo mi corazón de verdad, pero si lo dijiste fue porque de verdad lo piensas. —una lágrima cae por mi mejilla seguida de otra. —Y ahora me doy cuenta que nuestra relación a cambiado, tu has cambiado y yo también. Ya no está esa confianza de antes...

—Si lo esta Aria yo.... Yo de verdad no quería decir eso. —me interrumpe. Niego con la cabeza mientras mas lágrimas caen, esto me duele.

—No Jayden, ya no esta esa confianza y es mejor que cada uno haga su vida. Como cuando yo no estaba aquí. —me limpio las lágrimas con el torso de mi mano. —Haz tu vida como antes y yo haré igual. No digo que no vaya a estar para ti, soy tu hermana y siempre lo estaré pero... Pero las cosas cambiaron. —este me mira con los ojos cristalizados.

—Aria yo..... No quiero perderte, no de nuevo. —dice. Las lágrimas empiezan a salir sin permiso de sus ojos.

Lo que iba a decir seguro le dolería pero, lo alejaré. Ahora me doy cuenta que nunca me recuperó, que desde aquel día todo se fue a la basura.

—Ya me perdiste hace mucho tiempo. Sera mejor que hagamos como si el otro no existiera.

Me adentro a mi habitación y, nada más cerrar la puerta, las lágrimas salen como cascadas. Me quedo hay, apoyada en la puerta, mientras mis lágrimas caen sin cesar.

No lo hice solo por llamarme así, es que, si lo pensaba, ya no había la confianza que hubo hace años. Ya no estaba ese cariño máximo que nos teníamos, nos tratábamos como si fuéramos cristal, el cual se rompería en cualquier momento y, sin poder evitarlo, me di cuenta que se fue rompiendo poco a poco estos últimos años. Como él me llamaba cada día, hasta que poco a poco cada llamada convirtió en una vez al mes y luego, si lo llamaba yo, hablábamos, si no, nada. Y es cuando ha pasado esto que me doy cuenta que nos fuimos rompiendo hasta destrozar y romper aquel cristal.

Estaba tan cansada que mis ojos se cerraron, hay acurrucada, al lado de la puerta y caí en un profundo sueño.

Despierto con un dolor tremendo en todo el cuerpo. Me estiro y voy al baño. Al verme en el espejo parecía que iba a rodar una película de zombis. Mis ojos estaban rojos y tenia unas ojeras espantosas, mi cabello parecía un nido de pájaros y mi ropa era la de ayer, toda desarreglada.

Me la quito, abro el grifo de la ducha y no tardo en meterme bajo el agua. El agua estaba algo helada pero en estos momentos me daba igual. Después de 10 minutos, salgo envuelta en una toalla a mi habitación. Voy al closet, me coloco la ropa interior y me pongo lo primero que veo. Unos vaqueros negros rasgados junto a una sudadera blanca y mis queridas Nike. El cabello me lo ato en un cola alta y de maquillaje, algo de corrector, para que no se noten las enormes ojeras, y un poco de rímel y brillo labial.

Agarro mi celular, el bolso y bajo las escaleras. En la encimera esta Jayden desayunando con la cabeza gacha. Me duele todo esto, pero todo lo que dije es verdad, nada es lo mismo y nunca lo será.

Agarro algo de dinero y salgo del apartamento para ir a desayunar a la cafetería de siempre, que le han cambiado el nombre. Ahora se llama Sky, que significa cielo.

Me gusta.

Como siempre me siento en la mesa del fondo, hay una vista estupenda de toda la cafetería que, a pesar de que no es muy grande, se puede ver todo desde esta mesa. Y, puede que suene algo raro o de loca, pero me gusta observar a la gente.

—Gracias... —dice Ashton, tirándose encima de mí, abrazándome.

—Me...quedo sin aire. —logro decir, casi sin aliento. Se aparta y doy una bocanada de aire.

—Lo siento. —se disculpa cuando ya se ha apartado. —En seguida te traigo lo de siempre. —se va, no sin antes guiñarme un ojo.

A los pocos minutos llega con mi cappuccino y un trozo de dulce relleno de chocolate derretido.

Dios, la boca se me hace agua.

— ¿Por qué las gracias? —pregunto cuando me ha dejado el pedido y él se ha sentado frente mía. Si, hemos acostumbrado a desayunar juntos.

—Por venir a verme y quedarte. —aclara y hace un ademán con la mano restándole importancia. —Ahora ¿Qué te pasa? Te veo mal. —hace una mueca.

—Oh gracias. Tú también estas muy lindo hoy. —digo en un tino irónico.

—En serio Aria ¿Qué te ocurre? —dice serio.

Suspiro y le cuento todo lo que me ha pasado con Jayden. A pesar de que solo nos conocemos de hace muy poco, confío bastante en él, demasiado a decir verdad. Después de estar hablando un poco más y decirme que todo se solucionara, pago y me voy al instituto. Claramente tengo que coger un taxi, aunque me hubiera gustado ir andando pero... Que pereza.

Aun no ha sonado la campana y eso es un alivio. Tengo Arte. Raro, la profesora se puso enferma y se fue, por lo que sustituimos la clase en su ausencia por matemáticas.

Agarro los libros que me hacen falta y dejo los que sobran, bueno, para mi todos sobran pero es igual.

Cierro la taquilla y voy a mi siguiente clase. Pero como soy tan torpe, al girar tuve que tropezar y caer sobre alguien.

Y para mi buena suerte _que se note el sarcasmo_ tenia que caer justamente sobre él.

Abg., odio mi torpeza. Mi día no puede empeorar.

New York, Manhattan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora