Está bien, te escucharé.

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Hoy le darían el alta a Jayden ya que por lo visto se encuentra mucho mejor. Para mi es todo un alivio que vuelva a casa, me gustaría empezar de cero con él, borrón y cuenta nueva para así estar bien los dos y no estar como antes. Distanciarnos más de lo debido fue horrible, me sentía sin ganas de nada y solo quería pasarme el día acostada en mi cama, aunque no lo hiciera.

Miro la hora y son las 6:45 de la mañana. Me levanto y me dirijo al closet para poder coger unas mallas, mi top deportivo junto con una camiseta de tirantes y mis queridas Nikes de colores. Me hago una coleta alta, agarro mis audífonos junto con mi iPod y salgo del apartamento para ir a correr por las calles de New York.

Empiezo a caminar tranquila las tres manzanas hasta llegar a Central Park, me paro en un banco y empiezo a estirar. Cuando creo estar lista, pongo la música y empiezo a trotar. Estaba concentrada en correr y escuchar la música. No pensaba en nada y era algo puramente relajante. Veía como algunos corrían a un ritmo más acelerado, otros a uno más lento. Algunos simplemente caminaban o iban en bicicleta.

Estaba corriendo cuando noté como alguien se colocaba a mi lado, al mismo trote que yo y siguiendo mi ritmo. Miro hacia mi derecha y me quedo muy sorprendida. Liam está a mi lado, trotando, con su ropa deportiva y audífonos puestos. Esto es confuso y surrealista.

Creo que notó mi mirada en él ya que volteó su rostro y al verme una leve sonrisa se dibujó en su cara. Estaba jadeando por correr y su pecho subía y bajaba a un ritmo acelerado, al igual que el mío.

Giré mi rostro para mirar al frente y no tropezar. Al ver que me quedaban solo diez minutos de entrenamiento aceleré un poco más el ritmo dejándolo atrás, pero, en cuestión de segundos, lo volví a tener a mi lado. Ahí me di cuenta que estaba corriendo y al verme se unió a mí. La pregunta es: ¿por qué?

Cuando los diez minutos pasaron empecé a ir cada vez más lento hasta terminar caminando y ya por fin, parar de correr. Estaba sudada y tenía la boca seca. Fue mala idea no traer agua ni dinero para poder comprarme una botella de agua al menos. Veo un banco y no tardo en sentarme un rato a relajarme y dar tiempo a mi agitada respiración para que volviese a la calma.

Liam me mira por una milésima de segundo para poco después sentarse junto a mí. Ambos nos quitamos los audífonos pero ninguno de los dos dice nada. Por mi parte solo pienso en llenar mis pulmones de aire e ir expulsándolo lentamente por la boca hasta poder estabilizar mi respiración.

—Deberías escucharme —su voz me sorprende, sale entrecortada pero firme a la vez—. Merezco al menos que me escuches, solo eso. —me mira y, después de tanto tiempo, me fijo en sus hermosos ojos con un brillo minúsculo de esperanza—.

En ese momento me lo pienso, y llegan a mi cabeza recuerdos de todo lo que sufrí hace dos años. La humillación y la vergüenza que pasé, todas las promesas rotas y ese maldito y asqueroso video. Como se rieron en mi cara y todo por una maldita y asquerosa apuesta. ¿No bastaba ya con enamorarme? ¿Con ilusionarme? Al parecer para ellos no fue así, para él al menos no lo fue. No valió que diera lo mejor de mí, no valió que le entregase mi corazón al completo ya que, nada más tenerlo en sus manos, lo destruyó. Lo rompió en mil y un pedazos que aún no han sido reparados. Por su culpa hice una muralla alrededor de él, una muralla echa por hielo puro para que nadie pudiese derribarla y así estar a salvo de que algo malo ocurra de nuevo.

Al decirme eso, mi cabeza empieza a maquinar, a preguntar... ¿Por qué quiere explicármelo? ¿Quiere hacerme recordar que me destrozó? ¿Quiere volver a destruirme? Tantas preguntas negativas, y después de esas preguntas desconfiadas llegan otras que me da miedo pensar en ellas... ¿Y si no fue él quien lo causó? ¿Y si fue obligado? ¿Le pudo pasar algo grave y por eso lo hizo? Pero al volver a pronunciar en mi mente esas dudas, yo me pregunto: ¿Por qué quiero que le hubiera pasado algo? ¿Por qué aun tengo una mínima esperanza en él? ¿Por qué quiero que me diga que no fue su idea, que fue obligado?

Y, es ahí cuando dudo en mis sentimientos, es ahí cuando dudo en si esa muralla que he construido durante estos dos años se esta derritiendo, o quizás aun no haya terminado de formarse por completo o, simplemente, creía que estaba y con tan solo volver aquí, se han abierto grietas y no me he dado cuenta.

Lo vuelvo a observar. Sin darme cuenta, estaba mirando hacia delante a un viejo roble. ¿Debería escucharlo? Pero, ¿y si solo quiere recordarme todo el daño que me hizo...?

Al final son tantas preguntas sin respuesta. Es algo que me estresa y al final llego a odiar. Mirando a esos azules ojos, con un brillo de esperanza que se va opacando por cada segundo que pasa, mi mente va trabajando a mil por hora hasta, finalmente, tomar una decisión.

—Está bien, te escucharé —consigo decirle—.

Las palabras salen sin más, como si no las hubiera pensado, como si provinieran de otro lugar al cual le tengo miedo.

En sus ojos puedo ver como un nuevo brillo aparece, pero, esta vez, no logro saber su significado. Una sonrisa se extiende a lo largo de su rostro y, sin quererlo, una leve sonrisa sale de mis labios

—Te invito a un café.

Niego con la cabeza y me levanto. Al mirarlo su ceño esta fruncido.

—Estoy dispuesta a escucharte Liam —suelto tras un leve suspiro—. Pero no ahora. Aún no estoy preparada para revivir todo de nuevo. Solo dame tiempo.

Sin más que decir, doy media vuelta y empiezo a caminar fuera de Central Park hasta llegar al apartamento.

***

Miro la hora y marcan las 7:15 de la mañana. Me doy una rápida ducha, al salir voy al closet y opto por ponerme unos vaqueros negros rasgados por las rodillas junto a una sudadera azul marina con el número 58 en el centro de color blanco y dos rayas del mismo color en cada brazo. Mis Super Star grises y mi cabello suelto. Agarro mi bolso, las llaves y salgo del apartamento.

Mi padre se quedó anoche en el hospital por eso no se encuentra en casa, aunque supongo que por la hora que es, estará de camino al trabajo.

Como siempre paro en la cafetería Sky, a tomar mi delicioso cappuccino, pero, esta vez, para llevar. Corriendo le doy un beso en la mejilla a Asthon, agarro mi pedido, lo pago y salgo corriendo hacia el metro. Por suerte llego a tiempo al instituto y entro justo a tiempo.



Hola chic@s perdón por tardar tanto. Aqui teneis un nuevo cap, espero os guste.

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Os saludeo :p

New York, Manhattan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora