Disculpas.

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No había pegado ojo en toda la noche, hasta que vino una enfermera y me inyecto no sé que cosa.

El caso es que no conteste a lo que dijo James. Por suerte, justo en ese momento, apareció un doctor y lo echó.

Tengo que decir que desde ese momento amo a ese doctor.

Los chicos entraron a primera hora de la mañana. Yo estaba "dormida" no quería enfrentarlos aún, pero los escuché decir que pronto nos veríamos y que tenia que mejorar, aparte de muchas cosas más.

Aún no sé cuando me darán el alta pero espero sea pronto. Me siento agobiada estando todo el día acostada y sin moverme.

Estoy mirando como algunos copos de nieve caen en Manhhatan cuando la puerta se abre.

Miro, encontrándome con Nico. Este al verme sonríe y se acerca a mí.

—Hola. —saluda.

—Hola.

— ¿Cómo estas? —alzo una ceja.

—Creo que es obvio ¿No? —digo divertida.

Suelta una pequeña risa y me uno a él.

—Me alegro estés... Bien. —sin previo aviso, se levanta y me abraza. —Lo siento. —frunzo el ceño.

— ¿Por qué? —pregunto.

—Todo fue mi culpa, no debí encarar a James ni perderte el ojo de encima. De veras lo siento. —lo abrazo con más fuerza.

—No fue tu culpa Nico. —susurro en su oído.

—De veras yo...

—No fue tu culpa. —repito.

Después de un tiempo, nos separamos.

—Gracias por rescatarme. —me sincero.

—Fue gracias a James. —una sonrisa triste se plasma en mi rostro. —Cuentame... ¿Hay algún doctor bueno por aquí? O mejor dicho ¿Alguna enfermera que sea una diosa? —pregunta subiendo y bajando sus cejas.

No puedo evitar y echarme a reír como foca retrasada.

—Si, hay un doctor buenorro y también una enfermera que seguro la podrías conquistar. —le guiño un ojo y este ríe.

Nos la pasamos contándonos cosas triviales y reír por sus tonterías.

—Nico. —lo llamo.

— ¿Si?

—Necesito que me hagas un enorme favor. —junto mis manos y pongo ojitos de gato con botas.

—Claro, lo que quieras. —me sonríe.

Espero salga bien.

(...)

Hace una hora y media se fue Nico a preparar lo que le encargué. Solo espero y funcione.

La puerta se abre, nuevamente, entrando por ella Jayden.

Al verme despierta se queda un poco sorprendido, pero lo que más se destaca en su mirada es la tristeza.

—Hola. —saluda con voz apagada.

—Hola. —se acerca y se sienta en el sillón junto a mí.

—Yo... —decimos al unisono.

Soltamos una pequeña risa.

—Lo siento Aria. Sé que debí contarte lo de Emma y yo pero... Pero creímos que sería mejor contarlo más adelante. Sé que he estropeado nuestra relación de nuevo pero, yo... —me duele verlo así y más me duele que de verdad pensara que no me gustaba la idea de que estuviesen juntos.

New York, Manhattan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora