Arriesgarse

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— ¡Hermanita! —grita Jayden.

Abro los ojos de una y me levanto, pero en el intento, las sabanas se enredan en mis pies y caigo de costado al suelo.

—Duele. —me quejo.

— ¿Qué haces en el suelo? —pregunta. Miro a mi derecha encontrándome a Jay con su ceño fruncido.

— ¡Nada! ¡Qué me apetecía abrazar al suelo! —lo fulmino con la mirada.

Me levanto de suelo pero el dolor en mi brazo es horrible.

— ¿Estás bien? ¿Qué te ocurre? ¿Es el estomago? Vamos al hospital.

Creo que se puso de los nervios.

— ¡Es el brazo idiota! —grito.

— ¡Y yo que sabia! ¡No haberte tirado al suelo! —grita de vuelta.

— ¡Pero si ha sido por tu culpa! —suspiro. No tiene caso. — ¿Para qué leches me despiertas? —pregunto y me siento en la cama.

—Pues porque hay que ir al instituto. —informa. —Por cierto, aprobaste el primer semestres. Muy buen hermanita.

Lo voy a matar.

— ¿Cómo que instituto? ¡Y me avisas ahora! ¿Tú eres tonto? No me respondas, claro que lo eres. —Jay rueda los ojos y se va de la habitación.

Miro la hora en mi celular; 7:23.
Genial.

Me meto al baño y me doy una rápida ducha. Al salir, me dirijo al closet, dónde me pongo la ropa interior y opto por llevar unos vaqueros negros junto a una blusa blanca y mis Vans del mismo color. Agarro la chaqueta de cuero negra y preparo mi bolso.

Al tenerlo listo, me peino, agarro llaves de casa, algo de dinero, llaves de mi hermosa moto y casco para luego bajar.

En la barra de la cocina esta Jay desayunando mientras se mensajes por alguien.

Me acerco y le doy un beso en su mejilla.

—Necesito tu celular. —aviso. Este me mira.

— ¿Y por qué no...?

—Porque esta destruido ¿Recuerdas? —sin mucho ánimo me lo entrega.

Busco el contacto de nuestro padre y le doy a llamar. Al tercer tono lo coge.

— Hola hijo ¿Está todo bien? —pregunta.

—Si papa, todo bien.

—Ah, hola cariño. ¿Por qué me llamas con el celular de tu hermano?

—Pues... Bueno... La cosa es que mi celular murió y necesitaría uno nuevo papi. —digo en un tono de angelito. Escucho como suspira.

—Está bien cielo. Ya sabes donde está la tarjeta, pero solo eso. —avisa.

—Sí papi, te quiero. —digo alargando la palabra.

—Y yo, y yo.

Al terminar cuelgo y le entrego el celular a Jay, quien me mira negando con su cabeza.

—Me voy. —aviso.

— ¿Cómo que te vas? ¿No desayunas? —le guiño un ojo como respuesta y salgo antes de que se le ocurra amarrarme algún lugar para que no me vaya.

Es capaz.

Ya en el estacionamiento me coloco el casco y subo a mi preciosa y querida moto.

No tardo en arrancarla y salir disparada del estacionamiento. No pasan más de cinco minutos cuando ya estoy aparcando cerca de Sky, hace tiempo no vengo.

New York, Manhattan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora