Llevábamos toda la mañana en la carretera. Y aún no sabia donde íbamos, esa era la mejor parte de todas.
— Quita esa canción. —reprocha por ¿Quinta? ¿Sexta vez, quizá? Ashton.
— Nop. Tu no me dices donde vamos, yo me adueño de la radio. —le doy una sonrisa inocente aunque él no pueda verme por estar pendiente a la carretera.
— Odio esa canción, Aria. —se queja nuevamente haciendo una mueca. Ruedo los ojos.
— Dijiste lo mismo de las tres canciones anteriores. — lo miro y esta sonriendo.
— Lo sé. Era para fasridiarte. —abro mi boca formando una perfecta O.
— ¡Auch! —se queja de nuevo, pero esta vez por haberle dado con mi puño en su brazo.
— Eso te pasa por intentar fastidiar.
— ¡Oyee! ¿Y esa? —pregunta al haberle dado de nuevo.
— Porque quise. —vuelvo mi vista de nuevo a la ventana.
— ¿Queda mucho? —pregunto de nuevo. Si, digo de nuevo porque llevo más de media hora diciendo lo mismo.
— No Aria, casi llegamos. —informa.
— Me duelen mis piernecitas. —me quejo esta vez yo.
— Venga Aria, tu puedes aguantar. No queda mucho. —aclara y no puedo evitar rodar los ojos. Eso lleva diciendo todo el rato y es mentira.
No digo nada más y vuelvo mi vista a la ventana, de nuevo. Veo cada vez más árboles. Ashton se mete en una carretera secundaria y aumenta un poco más la velocidad. No pasa mucho tiempo cuando veo un letrero, pero solo puedo leer Bienvenidos antes de pasarlo de largo.
— Llegamos. —avisa Ashton.
Vuelvo a mirar por la ventanilla, hemos entrado a un pueblo pequeño. Miro las calles y están casi vacías, en la calle solo pasan pocas personas. No hay casi nadie.
— ¿Donde estamos? —Ashton aparca en un estacionamiento con dos autos nada más y me mira con una sonrisa en su rostro.
— Ni idea, el nombre es muy raro. —dice como si nada.
— Espera. —llamo su atención antes que salga del auto. — ¿Has estado conduciendo sin rumbo fijo? —pregunto asombrada.
— Si. Ya te dije, viaje sorpresa. Ahora vamos y pagamos una noche en el hotel. —sale del auto y hago lo mismo. Del maletero saca su bolsa de deportes, ahora entiendo porque la bolsa. — Y mañana nos iremos. El lunes hay clases. —dice muy emocionado.
— Tu al menos has traído ropa. —me mira por unos instantes, sonríe y niega con la cabeza para entrar al edificio.
Miro exteriormente el edificio, si se le puede decir así, es más bien como una antigua casa enorme de madera. Entro y una pequeña recepción me acoge. Todo es de madera, hasta la mesa enorme que tiene el recepcionista. Bueno, si hubiera recepcionista. Me encamino hacia Ashton hasta llegar a su lado.
— ¿Aqui no hay nadie o qué? —miro para todos lados y nada de nada.
— Como habrás notado, la paciencia no es lo mio. —vuelvo a mirar y, nuevamente, no hay nadie. — ¿Y si es un hotel de esos que por la noche entran y te matan? Peor aún ¿Y si es la recepcionista que es tan fea o feo y nos quiere para su cena?
— No señorita. —la voz rasposa de un hombre hace que pegue un salto del susto y me lleve la mano directa al pecho. — No soy un asesino en serie ni tampoco soy tan feo. —me da una pequeña sonrisa. Ashton se lleva una mano a su boca, aguantando la risa. — ¿Que desean? — vuelvo mi atención al señor de cabello castaño con ciertas canas apareciendo y unas que otras arrugas en su rostro. Sus ojos verdes me miran atentamente.
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New York, Manhattan
Teen FictionAria es una chica de 17 años que se ve obligada a dejar atrás a todos sus amigos para empezar una nueva vida con su padre y su hermano en New York, Manhattan. Deberá volver a su antiguo instituto donde fue humillada pero, esta vez, viene mucho más ...