Capítulo 9

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No puedo

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No puedo.

He estado acurrucado en los amorosos brazos de la familia Lowell por solo veintidós minutos y quince segundos y ya he hecho enojar a mi abuelo. Dos veces. No he estado prestando atención. Mierda. He estado pensando en las fantasías que aparecieron en mi cabeza la noche anterior. Eran sucias. Muy sucias. Eran cosas que jamás debieron de aparecer en mi cabeza. No abrían aparecido nunca, antes de Nathan Holden.

Creo que voy a hacerlo de nuevo esta noche.

— ¡Christopher! ¿Qué diablos te pasa, hijo? Ya te he hablado dos veces y no has hecho otra cosa que ignorarme. No lo tolerare, Christopher Alastair. No lo haré. —esa reprimenda viene de mi abuelo. Bueno, mierda esta es la tercera. Estoy muerto. A Alastair Lowell, mi abuelo. No le gusta ser ignorado. Miro en dirección de mi padre, esperando que me arroje un salvavidas y salve mi culo, pero no lo hace. Estoy seguro que esta tan disgustado conmigo como mi abuelo.

— Lo siento, abuelo, ¿Qué has dicho? —no me molesto en encontrar una excusa viable. Bien podría explicarles que perdí mi audición mientras salvaba a tres niños inocentes y siete cachorros, y aun así no abría sido excusa suficiente para no escucharlo y responder adecuadamente.

Reprimo un gemido. Solo tengo veinticuatro minutos y cincuenta y seis segundos. Estos almuerzos duran al menos tres horas. Nunca lograre salir vivo de aquí a este ritmo. Nunca. Miro mi plato, ¿hay algo en el que pueda tragar y ahogarme en ese proceso?

— Bastardo mal agradecido. —mi abuelo gruñe en voz baja... pero lo suficientemente fuerte como para que todo el mundo pueda oírlo. Porque, ¿Cuál es el punto de insultarme si nadie más lo escucha? — Te dije que me he tomado la libertad de completar tu inscripción para Harvard, hace varios meses atrás. Recibí tu carta de aceptación ayer.

— Espero que sepas cómo comportarte cuando llegues ahí, Christopher. Si no es así serias una vergüenza para el apellido Lowell.

Ese comentario viene de mi abuela, ella es dulce, ¿no es así? No es como otras abuelas, ¿verdad? A menudo me recuerda a la bruja de Hansel y Gretel. A excepción que ella no come dulces. Entonces ella no podría vivir en una casa de caramelos en el bosque, ¿no? Los dulces hacen que las mujeres sean gordas y asquerosas, sus palabras no las mías. A menudo deja caer esas bombas mortales mientras mira a mi madre.

¿Mi madre? Ella no es una Lowell, quiero decir, lo es porque ha tomado el apellido de mi padre, pero en nada es parecida a la odiosa familia Lowell, gracias a Dios. Por supuesto a ella le ha sido lavado el cerebro desde que cayó bajo el hechizo de mi padre, mientras ambos estudiaban en la universidad de Harvard, pero a menudo pienso que un día ella va a despertar de ese trance y va a mandar a todos a la mierda. Bueno, a todos excepto a mi padre. En realidad él es un buen padre, si tan solo pudiera ayudarme a salir de esta vida predestinada que han forjado para mí...

Cuando mi abuelo arroja su servilleta a la mesa con disgusto, me doy cuenta de que he estado soñando despierto nuevamente y he perdido el tiempo para responder. Pierdo el aliento para comenzar a pedir disculpas, pero mi madre interfiere antes de que abra la boca.

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