Capítulo 2.

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Capítulo 2 El próximo Troy Bolton

Me dirigí hacia mi habitación, con la confusión de todo el día acumulada dentro de mí. No me hacía mucha gracia que mi primera vez cantando en público desde sexto fuera a ser delante de Dylan Knight. Horrorizada, le di vueltas al asunto mientras saltaba por las baldosas del pasillo, de cuadrado en cuadrado.

Llegué a la habitación y suspiré al darme cuenta de que no tenía las llaves. Llamé a la puerta con nuestro código secreto. A mí no me miréis, fue idea de Rachel. Su voz se oyó desde el otro lado.

—¿Contraseña?

—Contraseña—respondí, con cansancio.

—Correcto, pasa.

Me tiré directamente a la cama, de cara. Moe se incorporó en la suya.

—¿Cómo es que has tardado tanto? ¿Te has perdido o algo así?

Me quedé de lado en la cama, con la cabeza apoyada en la mano.

—Ojalá. He estado hablando con Dylan Knight—dije sin dar crédito, y negué con la cabeza. Todas sonrieron, interesadas, pero les corté el rollo bien rápido—. No va por ahí la cosa.

—Si tú lo dices—respondió Moe, alzando las manos.

Yo no dije nada. Odiaba cuando hacía eso, inquirir, como si estuviera ocultando algo. Me sentí agradecida cuando Sam cambió de tema. Tampoco entendía el interés. No estábamos hablando del próximo Troy Bolton. Tan solo era Dylan Knight.

Dylan

¿La verdad? Había dejado mi dignidad por los suelos pidiéndole perdón a Cohen, y aún notaba calor en las mejillas al recordar cómo me había hablado, como si yo fuera un payaso de fiesta de cumpleaños, pero eso ya daba igual. Ese no era mi mayor problema.

El gran problema, es que yo no tenía ni idea de cantar. El poco sentido común que tenía quedó nublado cuando la vi mirándome de esa forma, como si lo supiera todo sobre mí, como si no hubiera nada que saber. Ahora, no quedaba más remedio que esperar a la realidad que amenazaba con aplastarme: iba a hacer el mayor ridículo de mi vida en cuanto tuviese que abrir la boca en ese dichoso club. Y a mí me gustaba hacer reír a la gente, pero algo me decía que aquella vez no sería a propósito.

Abrí la puerta de mi habitación, encontrándome con mis mejores amigos: Chase, Andy y Will. Este último llevaba soportándome desde la Edad de la Piedra. Nuestros padres suelen decir que somos dos caras de la misma moneda.

Nos saludamos con nuestro saludo de siempre, y después de eso fingí tan bien como pude. Frotándome la tripa, les dije:

—No me ha sentado bien la merienda. Creo que se avecina tormenta.

No hizo falta decir nada más. Me miraron con disgusto y cogieron sus cosas, probablemente largándose a algún lugar donde no hacer nada. Tras decirles adiós con la mano, me encerré en el baño. Abrí el agua de la ducha, después de darle a mi reproductor de música. Me metí dentro mientras cantaba Looking For Love de Michelle Lawson, o lo intentaba. Puse una mueca al escucharme a mí mismo. Para ser justos, podría haber empezado por algo más fácil. No sé en qué estaba pensando, si os digo la verdad.

La cosa iba de mal en peor. Por si fuera poco, no podía sacar la mirada juzgona de Cohen de mi cabeza. Sabía que le caía mal, ¿pero tanto? ¡Ni siquiera me conoce! No me pasaba desapercibido cómo reaccionaba a veces en clase, cuando yo hacía de las mías. Mientras los demás se reían, ella siempre ponía la misma cara. Era como si estuviera viendo uno de esos vídeos de parto demasiado gráficos de la clase de Biología. Había intentado empezar el curso con buen pie, pero ¡bum! Ahí estaba otra vez, dándome esa mirada, y me sentí tan expuesto que me olvidé hasta de su nombre. No era un imbécil, obviamente me lo sabía.

Fui a disculparme con ella, sí, pero supongo que mis intenciones acabaron siendo otras. La verdad es que quería demostrarle que se equivocaba. Que yo sabía hacer otras cosas aparte del ganso, o yo qué sé. El problema es que, realmente, no sabía hacer ninguna otra cosa.

Intenté enumerar una lista de razones por las que debería darme igual lo que pensara. 1) Me odia, no es que sea precisamente imparcial; 2) somos totalmente incompatibles, 3) ¡me odia!

Poco después de mi ducha bajé a cenar, en busca de mis amigos. Me puse a la cola del comedor, tras saludar a algunas personas, cuando cuatro chicas irrumpieron por la puerta riendo a carcajadas. Rylee y sus amigas. Estaban cantando True Love de P!nk a pleno pulmón, hasta que una profesora las obligó a callar. Siguieron riéndose de todos modos. Seguro que a Rylee Seaview no le importaba lo que la gente, o yo, pensáramos de ella.

Definitivamente, se me había ido la olla. Del todo.

Will y los chicos por fin llegaron y se pusieron a la cola conmigo. Pronto empezaría la concentración. Di gracias a Dios. Si ellos no podían sacarme esas chorradas de la cabeza y reemplazarlas con otras todavía más absurdas, nadie más podría. Y como era de esperar, no me decepcionaron.

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