Capítulo 27.

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Capítulo 27 No te defraudaré, no renunciaré a ti...

Rylee

—¡Muy bien chicos, escuchad! —nos llamó la monitora que nos iba a guiar en el trayecto con bici—Todos tenéis que poneros esos cascos que hay allí, y también un peto azul que ahora os entregaremos, para que sea más fácil teneros reunidos y...

Sam levantó la mano, causando que la mujer frenase su discurso.

—Sí, eh...

—Sam—le informó mi amiga, sonriendo—. ¿Hay otras opciones? De vestuario, quiero decir. Mi cara necesita tonos cálidos para florecer.

—Chica—respondió la monitora con tranquilidad—, no creo que quieras ver las otras opciones. Realmente no creo que quieras verlas, a no ser que quieras llevar un maldito peto fluorescente.

Sam negó con horror y yo reí por lo bajo mientras la monitora seguía explicando a qué hora terminaríamos. Como estaba al lado de Sam, oí la voz de Chase cuando le dijo:

—Pero si a ti todo te queda bien, Sam.

Ella rodó los ojos a la vez que soltaba una risita.

Moe también lo oyó; ambas nos miramos y fingimos una arcada. Echamos a andar junto con Rachel y Audrey al ver que todos comenzaban a coger sus bicis, cascos y petos horteras. Sam se lo puso con mala cara, provocando que yo me aguantara una risa.

—¿Y esa cara? Pero si todo te queda bien, Sam—imité la voz de Chase, mientras ella se abrochaba bien el casco. Me miró con los ojos desorbitados. Moe y yo comenzamos a reírnos a carcajadas.

—¿Lo habéis oído? —cuestionó Sam, avergonzada.

—Para nuestra desgracia, sí—dijo Moe—. Agh, los enamorados a veces dais grima.

—Tú mejor calla—contestó Rachel, recibiendo una leche por parte de Moe. Sam y yo nos estábamos riendo cuando oímos la voz de Audrey a unos cuantos metros.

—Eh, ¿chicas?

Parecía una anciana mientras intentaba subirse a la bici, con miedo. Desconcertada, pregunté:

—Audrey, pero ¿qué estás haciendo?

—Tengo que confesaros algo. Am, la verdad es que no sé ir en bici—explicó, riendo nerviosa.

—Tienes que estar de coña—soltó Moe, como si fuera un pensamiento interno que se le había escapado. Es decir, tal y como hablaba la mayor parte del tiempo.

Rachel, que ya llevaba tiempo a su bola, vio que seguíamos ahí paradas y se acercó pedaleando, frenando a mi lado.

—¿Qué pasa aquí?

—Audrey no sabe ir en bici—informé yo.

Rachel soltó una carcajada, y repitió:

—Tienes que estar de coña.

—¡Eso mismo le he dicho yo! —exclamó Moe.

—¡Bueno—estalló Audrey—, ya vale! ¿Podríais dejar de burlaros de mí y ayudarme, por favor?

Yo alcé un poco las manos y me dirigí hacia Amy, la cual estaba con su móvil y los auriculares puestos. El resto me siguieron. Debía tener el volumen a toda pastilla, porque pude escuchar cómo sonaba Higher Love. Contuve una risa. La siguió tarareando dramáticamente hasta que se percató de que estábamos ahí. Puso la música en pausa, y cuando terminamos de explicarle la situación, sugirió:

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