Capítulo 22.

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Capítulo 22 Esto va a ser la leche

—¡Bajad todos, el autocar ya está aquí!

La directora llevaba gritando esa misma frase durante por lo menos un cuarto de hora, y estaba prácticamente segura de que era por nosotras en particular. Estábamos retrasando la hora de salida porque según Sam su maleta era "imposible de cerrar".

—¡Dios! ¡Date un poco de prisa, me estoy poniendo nerviosa! —chilló Moe agarrándose de los pelos.

—No se cierra—lloriqueó Sam moviendo inútilmente la cremallera.

—¿Para qué necesitas catorce camisetas, seis pantalones diferentes y cinco pares de zapatos si sólo nos vamos un fin de semana?

Sam me fulminó con la mirada.

—Eso es una eternidad para mí. ¡Ahora dejad de juzgarme y echadme una mano! —suplicó mientras seguía intentando cerrarla.

Di un suspiro tan largo que parecía que me iba a deshinchar en cualquier momento. Me senté encima de la maleta.

—Prueba ahora—sugerí.

Apreté mi trasero contra la maleta con fuerza mientras Sam maldecía, consiguiendo cerrarla un poco más.

—Esto no va a funcionar, necesita más peso—concluyó.

—Me estás vacilando—pregunté, aunque fue más una afirmación.

Al momento Rachel se sentó a mi lado y miramos a Moe, expectantes. Suspiró igual que yo y se sentó también encima de la maleta, como pudo. Entonces, todas asentimos y comenzamos a hacer fuerza mientras Sam estiraba la cremallera.

—¡Más fuerte! —gritó Sam, y todas contuvimos una risa—¡No me refería a eso!

Ya estábamos haciendo fila para entrar en el autocar, cuando nos encontramos con Audrey. Se había hecho un moño y llevaba una bandana de flores alrededor de la cabeza. Con una ceja levantada, quiso saber:

—¿Cómo es que habéis tardado tanto?

—Problemas técnicos—apunté, y ella negó con la cabeza.

La directora se dirigió hacia todos amablemente mientras subíamos hacia dentro.

—¡Chicos, atended! Vamos a repartir las llaves de las habitaciones.

—¡Toma ya, sabía que serían habitaciones! —exclamó Sam, haciendo un bailecito de la victoria.

—Perdón, me refería a cabañas—aclaró la directora, comprobando la hoja en su mano. Mi amiga entrecerró los ojos, y yo reprimí una risa—. Por lo general, las cabañas son de cuatro personas, aunque hay algunas que son de dos. Ahora os iré pidiendo que me digáis grupos y los apuntaré mientras os entrego la llave.

La gente se abalanzó a decir sus grupos. Todos parecían muy emocionados y la verdad es que, a pesar de todo, yo también lo estaba. Me alegraba que nos fuéramos de campamento porque necesitaba desconectar un poco de todo y pasar tiempo con mis amigas. No obstante, no puedo mentir. Algo en mí estaba esperando que pudiera pasar algo con Dylan. Giré la cabeza para mirarle. Estaba sentado al fondo del autocar, riendo con sus amigos. Cuando finalmente me miró, le enseñé con un gesto que me había traído sus auriculares. Sonrió de lado.

Sacudiéndome por los hombros, Moe nos aseguró:

—Esto va a ser la leche.

—¡Chit, chit, chit! —susurró Rachel casi gritando.

—¿Te has atragantado? —preguntó Moe, dándole golpes en la espalda a Rachel, que la fulminó por su fingida preocupación.

—No. Pero todo el mundo sabe que nunca debes decir que algo bueno va a pasar antes de que ocurra, porque entonces todo se estropea.

Moe la observó con sorna.

—Rachel, estás hablando con la persona que tuvo que vestirse de amarillo para el estreno de Heathers. Y sigo respirando—se encogió de hombros.

—Estoy con Moe—convine yo—, no creo en esas cosas.

Así que Rachel levantó las manos, desentendiéndose del asunto.

—Samantha—la llamó la directora, y mi amiga levantó la cabeza de su móvil—, ¿sabes ya tu grupo?

Ella sonrió tras echarnos una mirada. Comenzó a enumerar con los dedos para sí misma.

—Sí, somos cuatro. Voy con Moe, Rachel, y...

—¡Conmigo!

Lo exclamó una voz que provenía de la entrada del autobús. Las cinco nos giramos de pleno para ver de quién se trataba. La chica estaba subiendo las escaleras, con una sonrisa.

—Oh, no me jodas—murmuré.

—¿Y esa quién coño es? —cuestionó Moe, con desdén.

—No tengo ni idea—canturreó Sam, con los ojos bien abiertos.

Audrey y yo compartimos una mirada. La chica vino corriendo hasta nosotras, emocionada. Entrecerré los ojos. Dudaba que lo que fuera que estuviera pasando fuese real, todo resultaba demasiado inverosímil.

—Estoy segura de que será una experiencia inolvidable—nos aseguró ella—. ¡Esto va a ser la leche!

—No quiero decir que os lo dije—tarareó Rachel por lo bajo—, pero os lo dije...

Con disgusto, Moe nos hizo saber:

—Nunca volveré a decir "esto va a ser la leche" en mi vida.

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