Capítulo 30.

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Capítulo 30 Palabras privadas que te dirijo en público

Me apoyé sobre una de las mesas de la clase, impulsándome para sentarme en ella. Balanceando los pies, me dediqué a observar el panorama. Era el último día de clase de Canto hasta el siguiente trimestre, así que estábamos haciendo una especie de despedida. Me sentía como en sexto de primaria. Había todo lo que podrías esperar: patatas de bolsa, Coca-Cola por doquier, y Amy Marper arruinando las canciones populares del momento bailando de una forma muy inapropiada frente a estudiantes de diecisiete años.

Conan se sentó a mi lado mientras la aclamaba, haciendo eco con sus manos.

—¡Llévalo hasta abajo, Amy!

Puse una mueca de disgusto.

—Vas a ir al infierno por esto—le hice saber.

Se encogió de hombros.

—Creo que iba a ir de todas formas. Ya sabes, por lo de ser gay y tal.

Me aguanté la risa, asintiendo.

—Cierto.

—Bueno—se giró hacia mí—, ¿dónde está tu amante?

—Por favor, no le llames eso.

Abrió mucho los ojos, como si de repente estuviera súper interesado.

—Bueno, ¿cuál es el plan? ¿Vas a arrodillarte y sacar el anillo? Creo que va siendo hora, es decir, ya lleváis como... ¿Cuánto? ¿Dos semanas?

—Me parto. Eres tronchante—respondí, y él rio genuinamente—. Y no sé dónde está, ya debería estar aquí. ¿Has conseguido que venga mucha gente?

Se impulsó para saltar de la mesa.

—Seaview—dijo al tocar el suelo—, considérame tu jodido relaciones públicas. Cuando llegue, estamos a tu señal.

Le sonreí abiertamente y se fue a proseguir tomándole el pelo a Amy. Solté un gran suspiro, notando cómo empezaba a ponerme nerviosa. Por si no lo habéis adivinado aún, estaba tramando algo. Os daré una pista: pretendía canalizar a mi Conan Hayes interior. No podía ser tan difícil, ¿verdad?

Anduve hacia Audrey de brazos cruzados, la cual parecía absorta mientras bebía de su pajita y torcía el gesto ante el hecho de que Conan acabara de poner Don't You Want Me. La señaló con una gran sonrisa y ella se la devolvió, dedo del medio incluido.

—Eh—la saludé, de puntillas—, ¿todo bien? Te noto ausente.

Asintió varias veces, convencida.

—Sí, sí. Es solo que no me puedo creer lo de esa chica, Jenna. Que se fuera, quiero decir. Me siento un poco mal. O sea, no sé, ¿tal vez estaba pasando por algo?

No había olvidado lo que Jenna me dijo aquella noche, aunque no se lo hubiera mencionado a nadie. Probablemente, nunca lo haría. No sabía si era cierto o no, sólo lo sabía Audrey, y sinceramente no creía que fuese asunto mío. Tampoco es como si fuera quien para juzgar. Además, ya sabéis lo que dicen: cuanto menos sepas, mejor. Todo es más sencillo cuando no estás gravitando en alguna dirección.

En su lugar, le puse la mano en el hombro y sonreí.

—Por esto somos amigas. Siempre queremos ver lo bueno en la gente. Pero no te preocupes por Jenna, ¿vale? Se lo buscó todo ella sola.

Me dedicó una sonrisa y de repente se puso a toser exageradamente, con la mirada puesta en la puerta. Fruncí el ceño y presté atención para ver que Dylan acababa de entrar en la puerta. Cuando Amy reparó en ello, cogió el micrófono y anunció:

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