Capítulo 8.

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Capítulo 8 El dueto perfecto

Por fin doblamos la esquina. Ya podía ver la clase de Canto a unos pocos metros, a la que Dylan y yo nos disponíamos a entrar. Sacudí mis manos a los lados de mi cuerpo.

—Bueno, allá vamos.

Él me miró como si estuviera loca. Y entonces dijo:

—¿Estás loca?

Intenté no perder los nervios para que la gente no nos viera discutir. Respiré hondo y me esforcé en sonreír.

—¿Y ahora qué?

—Pues que es nuestra primera entrada como pareja—susurró, inclinándose hacia mí—. Tenemos que venderlo bien. Tiene que parecer que estamos enamorados.

Asentí varias veces, dándole la razón. Al fin y al cabo, seguro que él tenía más experiencia en el terreno amoroso que yo. Aunque pensándolo bien, tampoco es que eso fuera muy difícil.

—¿Qué tienes en mente?

—¿Qué tal si rodeo tus hombros con mi brazo?

Chasqueé la lengua.

—No, es muy típico. Es demasiado típico.

A esas alturas de la película estaba prácticamente convencida de que sonábamos como psicópatas.

—Vale, lo tengo—volvió a hablar por fin—. Pero tienes que entrar tú primero.

—Como quieras—me encogí de hombros, y le señalé—. Pero no intentes besarme otra vez, o te juro que te aplastaré el cráneo.

Me extrañé nada más terminé de decirlo. Ni siquiera sabía de dónde había salido eso, era más bien algo que diría Moe, no yo. Dylan puso una mueca.

—Te lo tienes muy creído, ¿sabes?

Ignoré su comentario y me dirigí hacia la clase de Canto, con ganas de acabar con aquello. Tan solo esperaba que realmente sirviese de algo. La mayoría de gente ya había llegado. Me coloqué a un lado de la clase, y me mordí las uñas. No saber lo que Dylan iba a hacer me tenía más nerviosa de lo que debería. Estaba por salir a buscarle cuando unos brazos me rodearon la cintura con delicadeza, desde atrás. Me estremecí al momento, pero intenté relajarme mientras todos nos miraban. Para terminar, Dylan apoyó su cabeza sobre mi hombro.

Me da vergüenza reconocerlo, pero estaba temblando como un flan. No estaba acostumbrada a que un chico me tocara así. De hecho, nadie me había tocado así nunca.

—Nos están mirando mucho—dije entre dientes.

—Tú finge que he dicho algo muy gracioso—respondió de la misma forma, y solté una carcajada bien alta—. Tampoco te pases.

Me giré para quedar cara a cara y sus manos quedaron sobre mis caderas. Rodeé su cuello con mis brazos, mirando discretamente a la gente de la clase. No estaba segura, pero tenía la impresión de que estábamos dando que hablar.

—¿Crees que está funcionando? —le pregunté. Cuando volví a mirarle, él me estaba mirando a mí, con una sonrisa en la cara.

—Sin duda.

Algo cortada, me aparté, y agradecí que Amy llegara por fin a la clase. Ningún chico me haría ignorar el hecho de que me había apuntado ahí para aprender.

Y eso hice. La clase consistió en Amy explicando algunos ejercicios de calentamiento de voz. Me dediqué a anotar la teoría en mi libreta, con Dylan siempre mirando por encima de mi hombro, lo cual generalmente me parecía bastante molesto. Sin embargo, en un momento determinado, se puso a jugar con mi pelo casualmente, y me colocó unos mechones detrás de la oreja. Me sentí inquieta cuando caí en la cuenta de que me ardían las mejillas. Me recordé a mí misma que no significaba nada. Al fin y al cabo, soy Cáncer, pensé. Mi mente podría convertir la más mínima muestra de atención por parte de cualquier persona en todo un futuro juntos.

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