Capítulo 7.

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Capítulo 7 Hasta que forman parte de mí

Encontré a Dylan en la sala de la banda, intentando tocar un saxofón. Se le daba tan mal que no pude ni contener mi cara de horror. Supongo que ya sabíamos la respuesta a si tocaba instrumentos o no. Se lo había dejado uno de sus amigos de allí y, vaya, realmente tenía amigos en todos lados. Cuando me vio entrar se me quedó mirando, y sopló por el saxo sin querer. Inquieta, le pregunté:

—¿Podemos hablar?

Se lo devolvió a Jimmy Andrews, y chocaron los puños.

—Gracias, tío.

¡Pues claro que es amigo de Jimmy! ¡Agh!

Una vez fuera, iba a ir directa al grano cuando Dylan se inclinó hacia mí, como si fuera a besarme. Entré en tal pánico al ver su cara tan cerca de la mía que le di en la nariz con la palma de la mano. Él jadeó, sobándose la zona afectada. Parecía casi tan desconcertado como yo.

—¡Auch!

—¿Se puede saber qué haces?

—¿Besar a mi novia? —sugirió entre dientes, sonriéndole a las personas que pasaban por el pasillo—¿O cómo pretendes que alguien se crea que salimos?

Sinceramente, no lo sabía. Tras varios intentos de responder a su pregunta, finalmente concluí con un:

—Esto no va a funcionar.

Me di la vuelta dispuesta a rehacer el camino hasta mi habitación cuando él me estiró de la mano para detenerme, a la vez que soltaba varios "eh, eh, eh, eh".

—¿Te importaría elaborar? —ironizó.

Suspiré con agobio. Me apoyé en la pared, de brazos cruzados, hablando sólo cuando no pasaba nadie.

—No sé nada sobre ti. Mis amigas no dejan de hacerme preguntas, incluso mi hermano quiere saber cosas, ¡y no tengo ni idea de qué contestar! No te conozco en absoluto. Es sólo cuestión de tiempo que la gente conecte los cables—le aseguré, bajando la voz en la última frase.

Soltó una carcajada y me puso las manos sobre los hombros, lo cual me pilló desprevenida. Me sacudió un poco.

—Cohen. ¡Tranquila! Tienes que relajarte un poco, se te ve muy tensa.

Me quejé casi como una súplica.

—Dylan, no me estás escuchando. La gente que está en relaciones conoce bien a sus parejas. ¿Qué sabes tú de mí? —abrió la boca, pero le interrumpí al momento—Mi nombre no cuenta.

Cerró la boca, arrugando la nariz. Dejó caer sus brazos, asintiendo.

—Vale, tienes razón.

Torcí el gesto.

—¿Ah, sí?

—Sí. Si queremos que todo esto sea creíble, tenemos que saber más cosas el uno sobre el otro. De lo contrario, la gente sospechará. ¿Ves? Sí que te escucho.

Negué con la cabeza, escondiendo una sonrisa.

—Venga—hizo un gesto para que le siguiera, echando a andar—, te invitaré a un donut.

—No me gustan los donuts.

—¿Que no te gustan los...? —se masajeó la frente con la mano—Sí, esto va a ser difícil.

Me quedé mirando a Dylan con el gesto torcido mientras devoraba su donut de chocolate. Estábamos sentados a una de las mesas de la cafetería, que estaba casi vacía a las siete de la tarde, y lo tenía delante de mí. Dejé mi libreta favorita sobre la mesa, en la que había estado apuntando lo poco que me había contado hasta ahora. No me pegaba nada que fuese Tauro. Nota mental: calcular su carta astral para ver su ascendente.

Cuando Dylan reparó en que le estaba observando, puso una mueca.

—¿Qué?

Me limité a negar con la cabeza, bebiendo de mi batido. Él me señaló con el donut.

—¿Sabes? Juzgas mucho para alguien que toma batidos de vainilla. Ni siquiera es un sabor real.

Reí con ganas, sin dar crédito.

—¿Cómo no va a ser un sabor real?

—Yo te lo digo como lo veo, Cohen.

Solté otra carcajada, garabateando en mi libreta.

—Me hace gracia que me llames Cohen. Nadie me llama por mi segundo apellido.

Sonrió con socarronería.

—Seguro que a tu madre le caería bien ya solo por eso.

Vacilé un poco, rascándome la mejilla.

—Eh, no lo sé. La verdad es que no puedo preguntárselo. Falleció cuando tenía nueve años. Probablemente es mejor que lo sepas, así que...

Él dejó de comer, afectado.

—Dios, lo siento. No tenía ni idea. Si quieres puedo dejar de llamarte así.

Hice un ademán, negando con la cabeza.

—No, al contrario. Me gusta. Bueno—solté una gran bocanada de aire—, allá va una crucial: ¿cuál es tu artista favorito?

Él se limpió las manos con una servilleta.

—Ah, esa es fácil. A$AP Rocky—contestó. Yo levanté las cejas. Al cabo de unos segundos, él terminó suspirando—. ¡Vale, es Taylor Swift!

—Eso creía.

—¿Cómo lo has sabido?

Terminé de escribirlo y entonces apoyé los brazos sobre la mesa, divertida.

—Un día en clase, te pusiste a escuchar música pero se te olvidó enchufar los auriculares. Paraste la canción casi al momento, pero yo ya había escuchado el principio de 22—él se echó hacia atrás con un bufido—. Creíste que nadie se había dado cuenta, ¿verdad?

Tras cruzarse de brazos, contestó:

—Me das miedo. No me puedo creer que te dieras cuenta de eso. Literalmente sólo se escuchó durante medio segundo.

—Lo sé. No pasa nada, Dylan, yo también soy swiftie. ¿Cuál crees que es su mejor álbum? Cuidado con lo que respondes.

Como si estuviera a punto de hacer una confesión, se inclinó sobre la mesa, y dijo:

—1989. Cohen, no lo entiendes. No es que me sepa la letra de sus canciones. Es que mi mente las absorbe hasta que forman parte de mí.

Asentí sin dejar de anotar todo en la libreta.

—Sí que lo entiendo, Dylan. Sí que lo entiendo.

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