Amistad rota | 2.3

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Peter divisó a Harry con ramas de árbol en ambas manos golpeando sus piernas como si fueran tambores de batería.

Peter no pudo evitar reírse, y se acercó a su amigo con las manos dentro de sus bolsillos. Le dio un toque en el hombro para llamar su atención.

—¿De qué querías hablar conmigo?

Harry se quitó los audífonos, a pesar de la música había escuchado a Peter.

—Ahorita que venga Jane te digo —dijo Harry palmeando la banca para que Peter tomara asiento junto a él.

—¿Invitaste a Jane? —preguntó Peter, sin parecer molesto.

Harry asintió.

–Está por allá comprando helados.

Peter tomó asiento junto a Harry dejando su mochila en el piso.

No le molestaba en absoluto ver a Jane, le molestaba que Harry estuviera ahí cuando él la enfrentara, aún recordaba todas las mentiras que dijo y gracias a ella, May le había castigado sin el computador por una semana.

Harry frunció el ceño y se levantó.

—Dime la hora Parker —dijo.

Peter levantó una ceja sin entender, sacó su móvil y vio la hora.

—son las ocho con cinco, ¿por qué?

—En realidad no sé por qué te pedí la hora porque no sé qué hora era cuando Jane se fue pero ya pasó mucho rato —respondió Harry—. Vamos a buscarla.

Harry se apresuró dejando a Peter luchando por coger su mochila y levantarse para alcanzarlo. Ambos trotaron hacia el carrito de helados.

—Señor —Harry asintió como saludo al vendedor—, ¿no vino una chica pelirroja aquí a comprarle helados?

Peter solo miró la escena. El señor negó con la cabeza.

—La vi pasar, pero no compró helados.

Harry se giró a ver a Peter, y este solo se encogió de hombros. Harry entrecerró los ojos mirando al señor intentando intimidarlo, el vendedor le miró extraño, finalmente Harry asintió.

—Peter, dame cinco dólares —le pidió Harry sin quitarle la mirada al vendedor.

Peter frunció el ceño.

—No te voy a dar cinco dólares —se quejó.

—Peter, cinco dólares —insistió.

Sin más remedio Peter le dio a Harry sus últimos cinco dolerás que en realidad eran para el pasaje de vuelta a casa.

No entendía porque Harry le pedía si a él le sobraba. Harry tomó el billete, lo desdobló cuidadosamente y se lo tendió al señor.

—Mi amigo, Abraham Lincoln quiere un helado —dijo Harry—, ¿Cuál es el más costoso que tiene?

—Doble de nuez y cacahuete en vaso —respondió el señor.

—Deme ese —se apresuró a decir—, y conserve el cambio.

El señor empezó a servir el helado, mientras tanto Harry se giró hacia Peter, quién lo miraba con el ceño fruncido, y le guiñó un ojo.

—Entonces, señor —empezó—, ¿hacia dónde dice que se fue la chica pelirroja?

El vendedor le entregó el helado, Harry lo tomó e inmediatamente después se lo dio a Peter.

—Era muy extraña, llegó aquí, se quedó parada un rato justo donde estás y luego salió corriendo hacia esa dirección —el vendedor apuntó hacia la derecha—. La vi caminando con un hombre que vestía todo de negro. Es todo lo que sé.

—Y es todo lo que quería saber, gracias por su ayuda buen hombre —Harry enfocó a Peter—. ¡Vamos!

Y salió corriendo.

Llegaron al área especial de botánica, el humor de Peter había mejorado con respecto a su molestia con Harry, y ya no estaba preocupado realmente por Jane.

Casi no la conocía pero parecía de esas personas que les gusta verse misteriosas. Esa parte del parque parecía un verdadero laberinto, y Harry no perdió la oportunidad de querer ser un investigador.

—Tú a la derecha, yo a la izquierda —ordenó Harry y se fue.

Peter obedeció a su amigo y comenzó a mirar a su alrededor, más bien se fijaba en las plantas que habían, no tanto en encontrar a Jane.

Caminó unos minutos mientras comía el helado y se preguntó qué pasaría si Jane estaba en algún otro lugar y que al volver a donde ellos estaban no encontrara a nadie.

Finalmente Peter logró escuchar la voz de pelirroja, pero el sonido se disipó y fue reemplazada por una voz mucho más gruesa.

Peter se agachó, cuidando de no tirar el helado, y agudizó su sentido del oído.

—...cualquier otro. Si no hubieras hecho lo que hiciste hace cinco años no te pondríamos en esta situación —dijo la voz gruesa.

Hubo un pequeño silencio.

—Ya, vale, no haré nada malo.

Peter escuchó perfectamente la fricción causada por los tenis de Jane que indicaban que había girado para irse, por lo que se apresuró a retroceder, pero la voz gruesa detuvo a Jane diciendo:

—Recuerda lo que pasará si vuelves a quebrantar el acuerdo.

Hubo otro silencio, en donde Peter no escuchó voces, chillidos de zapatos o respiraciones; nada en absoluto.

Decidió esperar unos momentos por si algo más sucedía. Y solo de pronto, escuchó pasos.

—Ya puedes salir de tu escondite.

Peter levantó la mirada, pero solo pudo ver la espalda de Jane porque ya se estaba alejando muy deprisa.

Peter decidió seguirla pidiéndole que lo esperara, y olvidando el vaso de helado que Harry le obligó a comprar.

—Jane espérame, lo siento, lo siento —se disculpó una y otra vez—, pero no escuché mucho lo juro.

Peter ya la estaba alcanzando cuando ella se detuvo.

—Si escuchaste suficiente, conoces mis razones si no, solo necesito alejarme de ti.

Dicho eso continuó caminando, ahora sin correr ni a prisa. Peter sabía que no debía seguirla, y no la siguió; pero tampoco quería alejarse, porque él con un secreto más grande, tal vez podría comprenderla.



 Peter sabía que no debía seguirla, y no la siguió; pero tampoco quería alejarse, porque él con un secreto más grande, tal vez podría comprenderla

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Ellos no van a lastimarme | Peter Parker Donde viven las historias. Descúbrelo ahora