¿Confías en mi? | 3.3

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Peter palmeó el hombro de su mejor amigo. En cuanto vio a Harry y a Jane platicando con el señor Osborn, sabía que algo iba a salir mal, por eso no se sorprendió cuando Harry salió del salón.

—No debería dolerme, Peter —decía Harry—. No debería importarme lo que diga, pero lo hace. Me importa demasiado y lo odio.

La peor parte era que Peter no sabía qué decir... Harry, aprovecha a tu padre porque no todos tenemos la suerte de conocerlos, ¡Claro que no! Eso lo pondría de malas, además no es justo recriminarle eso. Mándalo al carajo, no importa, o tal vez: ¡No, levántate y demuestra quien es Harry Osborn!

—Y es mucho más que los regalos y el dinero, es por orgullo, para demostrar que merezco el apellido Osborn y que no son solo letras...

Vaya, pensó Peter, ni estando deprimido logra cerrar la boca. En ese momento se quiso golpear por ser tan insensible. Escuchaba las palabras de su amigo pero llegó un punto donde ya no lo soportó más.

—¡Qué dices! —exclamó Peter, quiso abofetearlo pero no era prudente—. ¡Olvídate del apellido! ¡Tú eres Harry! Con apellido o no, eres la mejor persona del mundo, y no lo digo porque seas mi mejor amigo sino que por eso lo eres... Porque de todas las palabras que escupes cada día, una de ellas siempre es la correcta. Solo sé tú mismo, no tienes que hacer más para enorgullecer a tu padre, y si te sirve de algo... Yo estoy orgulloso de ser tu mejor amigo.

Los ojos azules de Harry se cristalizaron. Ambos chicos se miraron el uno al otro hasta que buscaron los brazos del otro. Escuchó el corazón de su mejor amigo latir con gran fuerza, sus respiraciones pesadas y rápidas, y el tamborileo que hacia con uno de sus pies.

Harry se apartó y asintió con la cabeza, Peter lo interpretó como un: Gracias, lo hiciste bien.

—Supongo que hay que volver —dijo Harry, sonriendo a medias.
—Si, creo que no estuvo bien dejar a Liz y a Jane sin vigilar
—Ya sabemos quién ganaría el round.

Los dos chicos se echaron a reír mientras caminaban hacia la salida. Entonces, Peter escuchó un golpe proveniente de la otra habitación, solo pasaron unos segundos y hubo otro. Peter sonrió.

—Parece que alguien está teniendo diversión en la habitación de al lado —dijo, intentado no reír.
—¿De qué hablas? —preguntó Harry.

Fue entonces que Peter se dio cuenta de que escuchaba los golpes con su sentido arácnido, por lo que debían provenir de un lugar más alejado. Intentó calmarse, por supuesto que Jane jamás... ¿jamás que? No sabía que podría suceder. Jane era impredecible y loca.

Una vez adentro del salón de fiesta Peter intentó localizar a las chicas. ¿Cuánto tiempo habría pasado con Harry? ¿Cinco minutos? Por alguna razón una imagen del cadaver de Liz Allan brilló en su cabeza.

—¿Ves a Jane? —le preguntó Harry—. La cena está por iniciar.

Peter se petrificó, no las veía por ningún lado. Algo le decía que ellas eran la razón de los golpes que había escuchado. Esperaba no tener razón. ¿Qué estarían haciendo? Jane podía ser muchas cosas pero seguro no era una... Estaba divagando, ¡Jamás pasaría algo así! Claro que no...

Harry se adentró en la masa, lo que le dio oportunidad a Peter de escabullirse fuera del salón. Logrado el objetivo, agudizó sus sentidos: oído, vista y olfato; cualquier cosa que lo ayudase a encontrarlas.

Por un momento no escuchó nada más que la música y el bullicio de la gente, ya no habían golpes. Tampoco escuchó respiraciones, latidos o voces, pero luego su sentido del olfato captó un perfume fino de mujer, y no era el de Liz.

Ellos no van a lastimarme | Peter Parker Donde viven las historias. Descúbrelo ahora