No, solo... no | 2.5

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A ojos de Jane, todo era una pesadilla.

Sabía que su madre no iba a subir pronto, por lo que se vio obligada a tomar una decisión antes de que Peter estallara en histeria.

Inspeccionó su brazo detenidamente, seguro necesitaría cirugía y unos cuantos meses de yeso.

A pesar de que jamás lo había necesitado, sospechaba que tener el brazo cubierto y sin movilidad debía ser el infierno mismo. Definitivamente no quería eso.

Se volvió hacia Peter. El chico la observaba petrificado, y se maldecía en silencio por no haber previsto una situación así.

Normalmente Peter sólo rompía cerraduras y algunas lámparas cuando se le daba por pasarse de fuerza.

Jane solo se preocupó hasta que las manos de Peter fueron a parar a su cabello. Con la fuerza que el chico parecía tener, fácilmente podría arrancarse unos cuantos mechones de la cabeza.

Afortunadamente no sucedió, y Jane tuvo que alejar los pensamientos relacionados.

—Tranquilo, no es nada —fue lo que le salió. Los ojos de Peter enfocaron a la pelirroja sin creérsela, arqueó las cejas causando que sus ojos se ensombrecieran, quizá no fueron las palabras más adecuadas—. Um... Digo... Voy a estar bien. No me duele.

—¡Debes estar alucinando! —chilló Peter, con preocupación sincera—. Tu brazo se partió en miles de pedazos.

Jane se encogió de hombros. El chico estaba sufriendo y ella se divertía a costa de eso, estaba más que consiente.

Al final, decidió dejarlo en paz. Le tomó del brazo y lo obligó a tomar asiento en la cama junto con ella.

Suspiró pensando seriamente lo que le iba a confesar, y no, no era un profundo amor hacia su persona (si es lo que pensaban).

—Sé que tienes un secreto —comenzó a decir, a pesar de las circunstancias Peter se vio relajado, aparentemente olvidando por completo la herida de Jane—, y tengo la impresión de que tiene que ver con que tuvieras fuerza suficiente para romper mi radio y cúbito en pequeños pedacitos, ¿Te parece un trato?

Intentaba mantener la calma, pero Jane se la ponía difícil. No podía huir, aún debían resolver el problemas de los huesos rotos aunque ella le restó importancia.

Ganas de saltar por la ventana y mudarse a Connecticut no le faltaban. Peter aún no comprendía la razón del trato.

—¿Un trató? —preguntó, Jane asintió simplemente—. No comprendo.

—Me dices tu secreto, y yo el mío, ambos nos callamos y si quieres podemos seguir con nuestras vidas como si nunca nos hubiéramos conocido.

Había algo en la cabeza de Peter que no paraba de dar vuelta, pero temía decir algo equivocado.

Además, no podía haber peor secreto que el suyo ¿Qué secreto tan grande podría guardar una chica de 17 años?

Recordó el pedazo de conversación de Jane con el sujeto misterioso que había escuchado en el parque. "Si no hubieras hecho lo que hiciste hace cinco años".

Solo que haya matado al alguien, poco probable porque para ese entonces tenía doce años.

"Recuerda lo que pasará si vuelves a quebrantar el trato". Se estremeció. Sus ojos marrones volvieron a prestar atención al brazo de Jane.

—¿Por qué no primero vamos al doctor y luego hablamos?

—¡No! —se apresuró a decir Jane—. Solo dime si aceptas el trato o no, de otra forma debo pedirte que te retires si no quieres que presente cargos.

—¿que! —se sobresaltó.

Buscó señales de broma en el rostro de Jane, pero estaba tan seria como la primera vez que la vio abriendo casilleros de aquí a allá. Jamás supo cómo lo hacía. O por qué. Pero ese era otro tema.

Lamentablemente no podía arriesgarse de tal manera, aunque quería con ganas entender la vida de Jane y sus secretos.

A pesar de que la seguridad con la que la chica le ponía el ultimatum le hacia dudar sobre el peso del secreto de Jane y que prácticamente podías deducir que él era el hombre araña si le pensabas bien, simplemente no podía.

¿Pero cómo iba a sobrellevar Jane los huesos rotos? De una forma u otra su madre se iba a enterar y por consiguiente May.

Jane supuso que Peter no aceptaría el trato por los gesto de su cara, y agradecía no haberle dado pistas tan claras sobre su secreto

—Mentiré —dijo, como si hubiera leído la mente de Peter—. Diré que caí y que no tienes nada ver, no te preocupes.

En parte Peter se quería hacer responsable, pero las amenazas de Jane no son solo eso, cumpliría con demandar o lo que sea que conllevara presentar cargos y May lo castigaría de por vida. Pero ahora no podría ver a Jane ni a la señora Jas a los ojos nunca más, aunque eso no era precisamente algo malo.

—Si no tienes un trato que aceptar, es mejor que te vayas ya o empezaré a descargar un poco del dolor que me estoy guardando en gritos despavoridos —dijo Jane, con seguridad y al mismo tiempo con juego.

Peter se volvió una última vez para mirar a Jane presionando su brazo contra el pecho y cubriéndolo con el otro, igual la chamarra que llevaba puesta le ayudaba mucho en ocultarlo; y entonces salió de la habitación.

Todo era una locura. Jane iba a pasar meses de recuperación por su culpa, la estaba obligando a mentir a su madre (sospechaba que lo hacía con mucha frecuencia y facilidad, pero de todos modos...) y él salía librado casi por completo, salvo por el hecho de que Jane estaba más cerca de desenmascararlo (literalmente).

Deseó que Jane no fuera capaz de conectar las piezas, o que no le importara lo suficiente como para hacerlo. Por un momento pensó regresar y aceptar el trato, ¿qué tan malo podría ser que alguien supiera el secreto? Pero no lo hizo, y aún no sabía por qué.

Ellos no van a lastimarme | Peter Parker Donde viven las historias. Descúbrelo ahora