Un zombie cura heridas | 2.7

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Peter despertó.

—¡Liz Allan! —gritó.

A pesar de que no quería, Peter se obligó a sí mismo dejar de fantasear con que Liz Allan lo encontraría en ese sucio callejón en tan mal estado que lo llevaría con ella para curar sus heridas.

Él le contaría su secreto, ella se enamoraría de él, y terminarían besándose como dos almas gemelas por fin reunidas.

Claro que era solo un sueño. Aún seguía en el callejón donde Venom le había dado la paliza de su vida, y estaba solo.

El cuerpo de Peter dolía como si un camión lo hubiera atropellado, y luego hubiera retrocedido para aplastarlo de nuevo. Un terrible dolor le hizo estremecerse, y quedarse con las ganas de tumbarse de nuevo. Sin embargo, se incorporó.

Aún era de noche, la luna a penas bastaba para que Peter pudiera ver la forma de los edificios, era eso o empezaba a ver puntos negros por el buen golpe que se llevó. Se quitó la mascara (lo que era un alivio en ese momento), y miró hacia abajo para examinarse.

Al parecer Venom le había dejado un pequeño recuerdo. Desde el pectoral derecho hasta la parte izquierda del abdomen, cuatro marcas de garras de color rojo vivo se extendían en líneas curvas a través de su torso.

Peter temblaba, los hoyos en su traje donde las garras de Venom lo habían atravesado, dejaba pasar el aire frío a diestra y siniestra.

En ese momento no sabía que hacer. No sabía cómo encontraría a Venom y salvaría a la persona que estaba bajo su control; no sabía si era lo suficiente como para derrotarlo.

Venom le había dado una probadita de lo que podía hacer, ni siquiera se había esforzado. Ya no estaba seguro de nada, solo que necesitaba ayuda.

Era una locura lo que iba a hacer, pero ya no podía (y tampoco quería) hacerlo solo. Pero primero, tendría que ver si Jane Jas se encontraba en condiciones de ayudar. Después de... lo ocurrido.

Debía ser media noche, aunque Peter no estaba seguro. Cada que lanzaba una telaraña y se impulsaba para avanzar, el dolor aumentaba. Sus heridas luchaban por curarse, pero hacer ese esfuerzo, aunque fuera pequeño, no le estaba ayudando.

El número 16 jugueteaba por la mente de Peter, Jane vivía en el piso 16. A unos pocos metros de distancia, se puso a contar los pisos en total que tenía el edificio y se dejó caer en el balcón número 16: la habitación de Jane. No sin antes colocarse la máscara de nuevo.

La cortinas tapaban la visión del interior, Peter deseó con todas sus fuerzas que Jane se encontrara ahí y no en un hospital. Lo que era muy probable y lógico. Dio toques a la ventana como lo haría normalmente con una puerta, se fijó en no usar mucha fuerza o podría romper el cristal.

Nunca antes un gran bostezo le hizo sonreír tanto.

Las cortinas se corrieron dejando a la vista a una somnolienta Jane Jas. Peter la examinó como a un animal de zoológico detrás de una vitrina: traía puesta una blusa amarilla lisa y unos pantalones de pijama color rosa (que parecían cortados sin cuidado con una tijera) por encima de la rodilla, el estampado era de paletas de hielo con caritas sospechosamente tiernas. Ni hablar de su cabello rojizo, era un nido de pájaros.

Lamentablemente su inmaculada blusa amarilla se veía tapada por un cabestrillo azul que sostenía el brazo enyesado de Jane, pero sus uñas estaban arregladas. Peter se mordió la lengua.

Ellos no van a lastimarme | Peter Parker Donde viven las historias. Descúbrelo ahora