La primera en entrar a mi cuarto fue Catherine, mi madre. Es solo un poco más alta que yo y su pelo de un pelirrojo claro. Tiene cara de pura preocupación y no la puedo culpar.
No me animo a destaparme. Siento el dolor en mi cuerpo,pero no estoy preparada para volver a verlo.
Marcus se encargó de dejarme marcada para siempre.
- Te amamos hija, vamos a acompañarte hasta el final - me dice.
Tengo que tomar la decisión, si denunciarlo o no. Pero como? No tengo ni la fuerza de voluntad para bañarme, todo es tan intenso todavía.
Catherine se acuesta conmigo y me hace mimos en el pelo mientras me habla, suave. Sé que está midiendo cada palabra para no lastimarme
- Benicio se fue apenas volviste a entrar a la habitación - escuchar su nombre me duele - si no querés hablar de él me parece bien, sólo te digo que se lo vio afligido.
No quiero que mamá se sienta mal así que le saco conversación
- Como hicieron para llegar ?.
- Gaston nos llamó desde tu celular cuando te dormiste y nos subimos al auto enseguida - me sonríe - tu papá viajo en pijama.
Mi familia es el sostén principal de mi vida.
- Llamamos a tus hermanos en el viaje, Martín ya está acá y Santiago llegará en una hora.
- El resto ? Quienes son ? - Largo una carcajada mínima, ni siquiera miré quienes estaban.
- Tus amigos, y.. - la miro - Hay un chico nuevo - ruedo los ojos - Dale, no me mires con esa cara ni te hagas la otra.
No tengo idea de a quien se refiere, así que le preguntó
- Que hace acá ? -
- Dice que es tu vecino, nos escuchó hablando con tu hermano cuando bajé a abrirle - frunzo el seño - Claudia y Benicio dijeron que lo conocían - ja, si, Benicio lo conoce bien.
Se abre la puerta y entra mi hermano mayor con Jabalina.
-No dejaba de rascar la puerta desesperada - dice sonriendo.
Jabalina se tira de los brazos de mi hermano a la cama y se mete abajo de las sabanas. No entendimos hasta que sentí. Me estaba lamiendo los moretones y por más que me dolía la dejé, su cuerpito me da calor.
Van pasando las horas y mi cuarto empieza a llenarse de gente, toda familia y amigos más cercanos. Con el color celeste pastel de las paredes, el pelo de mis hermanos y mi mamá hacen un contraste que me encanta. Martín heredó el pelirrojo desde que nació, algo que es común, pero a mi hermano Santiago se le fue cambiando a tonadas rojas con el tiempo. En cambio, yo no tuve esa suerte.
Charlamos de cosas tan tontas y lindas que me distraigo. Martín nos contó como Camilo se mueve en la panza y los proyectos de construcción para su futura casa y Santiago de algunas aventuras nuevas de su viaje como mochilero.
Aunque mi mente se aleja de lo que pasó anoche por un rato, después se presenta cada vez que alguien me quiere abrazar. Jabalina, acostada, arriba de mi cabeza, a la primera expresión de dolor los muerde para que me dejen tranquila.Eché a todos porque ya me sentía mejor anímicamente y estaba más preparada para bañarme. Acompañada de Jabalina en todo momento, me saqué la ropa en el cuarto y corrí al baño, prácticamente con los ojos cerrados y evitando los espejos.
Intento ducharme mirando fijamente los pies, pero el masoquismo es más fuerte y empiezo a inspeccionarme.
Me duele el pecho cuando me veo.
Tengo dos moretones grandes en cada brazo entre el hombro y el codo,donde el hijo de puta me agarraba. En la misma zona hay moretones más chicos pero que no duelen menos. Todos de un color oscuro que da miedo. De un lado tengo más moretón que del otro, supongo que será por el brazo que me tenía tapada la boca.
Pienso ir paso a paso.
Giro la cabeza y deslizo la mirada hasta la cadera.
Me agarré de la baranda de la ducha para no caerme.
No sólo tengo moretones, sino que también, marcas de raspado y quemado.
Marcus me bajó la calza.
- Isa ni siquiera te diste cuenta - me reprocho.
Puede que haya tenido cinturón y me raspó con él.
No aguanto más pero al empezar a salir del baño miro por lo que me prometo que será, la ultima vez.
No sólo veo lágrimas, sino que tengo marcas al rededor de la boca. Quedaron los dedos marcados de la fuerza que hizo para no dejarme gritar.
Una mancha roja, cerca del cuello, me llamó la atención. No tardo mucho en darme cuenta lo que es, me quemó con el cigarrillo.
La bronca tapa la angustia y me seco las lágrimas.
Miro a una Isa desnuda, lastimada, por dentro y por fuera, pero sobre todas las cosas, decidida.
Llamo a mi mamá mientras me cambio ignorando el dolor. Le doy de comer a Jabalina y salgo a la calle.
Siento mi cuerpo ponerse en alerta cuando veo a alguien caminando en mi dirección. La oscuridad de la calle no me deja ver quien se trata y ya estoy planeando correr devuelta a mi departamento.
- Ahora te das cuenta que era mala idea no? - Me remarca el miedo.
Como impulso empiezo a subir la escalera.
-Isa, para, no corras - freno en seco - tranquila, acá estamos - Me dice mi mamá mientras me abraza.
En el camino nadie habla pero no es incómodo, esta vez, me siento protegida.
Entramos y los murmullos de golpe se apagan. Se quedan mirando mis marcas en la boca y cuando creo que les parece poco, me saco la campera. No me puse remera, quedé sólo en corpiño deportivo. Las expresiones de la sala me intimidan un poco.
- Capaz fue demasiado - me dice la vergüenza.
Mis papás están agarrados de la mano, mirándome con una cantidad de amor, bronca y angustia inexplicables, que logran darme fuerzas.
- Señorita, yo le tomo la denuncia - dice alguien en el mostrador, pero esa voz ya la escuche antes.