Le acarició la espalda en todos los sentidos. Juego con su pelo, para un lado y para el otro. Nos tomamos el tiempo de conocernos, como si todo fuese nuevo. Y es que lo es. Tengo a mi mejor amiga acostada desnuda en mi pecho, dormida con una paz que envidio. Veo su espalda entera con algunos lunares esparcidos por ahí, veo piel suave y una respiración tranquila. Pero sobre todo, veo a la persona que me entiende, que me hace sentir distinto y especial. Hace que todo valga la pena. Joder. Isabella vale tanto la pena. Quiso hablar de la pesadilla pero no le di lugar. Con solo recordarla se me revuelve el estómago. Necesito esconderla, enterrarla. Esa parte de mi tiene que seguir desaparecida.
Apago el velador y dejo que las luces de la calle se reflejen en ella.
Me despierto y estoy solo en la cama. La puerta del cuarto está cerrada pero escucho voces en el living. Tengo la intención de seguir durmiendo, pero hay mucha luz solar para mi gusto. Mientras me levanto y cambio reconozco a Claudia.
- Que pensara de que estemos juntos? - pregunto, lo que me recuerda a Cristian.
No hablamos desde que me fui a Mar del Plata, ni siquiera le avise que me fui de Buenos Aires. Mi teléfono marca la una del mediodía y le mando un mensaje para juntarnos después de entrenar.
Abro la puerta y las veo sentadas en el sillón charlando. Cuando me ven hacen silencio y Jabalina viene a ronronear en mis piernas. No se como quiere Isa que la trate frente a sus amigas, si es que quiere que el resto sepa y si está preparada o no, pero no quiero perder ni tiempo ni ganas.
- Buen dia, como andas Clau? - le pregunto caminando hacia ella y dándole un beso en el cachete.
- Hola Ben , todo muy bien, vos? - pregunta.
- Muy bien - le respondo pero mirando a Isabella.
Le tomo la cara con las manos y le doy un beso en los labios. Uno solo, aunque quiera darle mil.
- Buen dia - le digo mirandola directo a los ojos. Noto como se sonroja y me corro - Entreno y después me junto con Cristian - digo mientras agarro mi bolso y las llaves del auto - Te quiero.
A las horas de entrenar ya la extraño. Cada puta canción me hace acordar a ella. Anoche fue algo que no voy a olvidar jamás. Su cuerpo bajo el mío, el calor que me produce y el rasguño de sus uñas en mi espalda, su aliento y perfume. Dejó de importarme si tiene buenas tetas, o si tiene trabajado los glúteos.
- En que te has convertido, soldado - dice Cristian jodiendo.
Pasamos el resto de la tarde jugando a la play. Entre partida y partida le mando mensajes a Isabella que responde muy vagamente cada horas. Organizo con Cristian para cenar y seguir jugando. Tenemos que disfrutar porque en unos días empezamos a preparar finales y se nos corta todo.
- Que haces? - me manda Isa.
- En lo de Cristian jugando a la play - contesto, intentando no presionarla para vernos.
- Ah bueno. - con lo poco que sé de whatsapp, entiendo que ese es un mensaje molesto.
- Vos? - le pregunto para quedar más sutil.
En realidad, muero de ganas de estar con ella. Cuando estuve de novio con Sofía, era relativamente más fácil porque es una persona expresiva y decidida. Pero Isa no. Y yo tampoco.
Estoy decidido en que quiero estar con ella en todo sentido, pero nunca estoy seguro de si ella lo esta.
- Ceno con Claudia - responde. Aparece que sigue escribiendo pero no manda, estoy formando un bloque de hielo entre nosotros y no es lo que quiero.
- Te quedas a dormir ahí? - pregunta e instantáneamente se me forma una sonrisa en la cara.
- Nono, voy a tu departamento porque Jabalina duerme mejor cuando estoy yo - le respondo. A la mierda la retención de ganas.
- Sos un boludo, veni cuando quieras.
Cristian intenta convencerme de seguir jugando pero estoy desconcentrado. La primer etapa de enamoramiento a mi no se me da muy bien. Soy posesivo, intenso, directo, cargoso y todo lo que alguien se puede llegar a imaginar. Isa revela etapas en mi antes no vistas, como cuando le di frente al tontito de Mar del plata.
- Mala idea pensar en eso - dice la vocesita interior.
Y tiene razón, como casi siempre. Me inunda una gran bronca, de esas que quiero enterrar. El tráfico en Buenos Aires a esta hora es asqueroso y ya no soporto ni la música. No se con que distraerme para bajar el enojo y cuando veo espacio entre autos meto el chevy a fondo. Imágenes de la pesadilla empiezan a caer.
El cinturón, las marcas en los muslos, los gritos.
Su grito. El auto arrancando y el ruido de los frenos.
Sacudo la cabeza intentando alejar las imágenes. Pienso en Isa, solo necesito llegar a ella. Me conoce, sabe de estos arranques míos. Con solo verme lo va a descubrir.
Subo las escaleras corriendo, me concentro en meter la llave y abrir la puerta pero no puedo. Llegue al punto de temblar.
Cinturón, gritos, platos rotos, auto arrancando y ruido de frenos.
Todo cada vez más intenso. Más presente. Me agarro la cabeza con las manos y empiezo a pegarme.
- Andate, dejame en paz - digo en tono bajo. Se abre la puerta e Isa me abraza.
Su contacto relaja, aunque no lo suficiente. Esta vez no sirve, como anoche. Cuando entramos al departamento me alejo. Quiero decirle algo, como un gracias, pero no me salen las palabras.
Le pego a la pared. Una vez. Dos veces. Apoyo los brazos y agacho la cabeza. Esta cesando. La siento detrás mío y no muevo ni un musculo. Despacio se pone entre la pared y mi cuerpo. Este es el momento donde me vuelvo loco por ella. Donde todo mi cuerpo deja de sentir bronca y la necesita. Antes creía que era como amigos, estábamos fácil media hora abrazados y quería más. Ahora tengo más.
Agarra mis brazos y el contacto ahora sí me relaja. No puedo mirarla a los ojos. Por mi parte, no quiero espacio entre nosotros pero tengo que pensar en ella.
- Si, hacelo - aparece la vocecita.
No aguanto y levanto la mirada. Tiene los cachetes sonrojados, y después de un rato, una sonrisa picara. Mi idea es no moverme del lugar hasta que ella lo decida. Y no tarda mucho. Une nuestras manos y me lleva al cuarto pero yo freno en seco. Suelta mi mano y su cara de desconcierto me parte al medio.
- No sientas que cada vez que me pongo así, tenemos que terminar en la cama - digo bajando el tono - Aunque sí quiera.
Se queda mirando fijo, sin abrir la boca. Camina con pasos cortos hasta mí, y sonríe. Aprieta mis cachetes de una manera exagerada y comenzamos a besarnos entre risas.
Nos tiramos en la cama sí, pero por horas nos quedamos quietos, mirando y acariciando. Le cuento mi día y parte de la pesadilla. Le digo que la quiero y le pido perdón entre besos. Cambia mi animo y me vuelve feliz. Isabella me hace feliz.