Tenían que ser dos.

4.

Ya ha pasado una semana de cuando vi a Ismael, Yaneli ha intentado sonsacarme que hable sobre él o que al menos intente buscarle y yo ignorándola, de eso se ha basado mi semana.

Hoy era lunes, lo que significaba: matemáticas a primera hora. A mi no me resulta ninguna molestia, la verdad, me encantan las matemáticas —en comparación a mi amor por la asignatura de lengua: cero— y está empezando el curso, así que todo genial.

El profesor llegó un poco tarde, como casi siempre, pero yo no me quería centrar en esta clase. Vayamos a última hora: educación física.

Nunca me ha gustado, no se me da nada bien el deporte, siempre intento apuntarme a algo pero no va conmigo. Lo bueno de esta clase es que nos hablaría de una excursión muy próxima, así que no haríamos nada —mi alegría por los aires—.

–La semana que viene iremos a una playa de Maspalomas a hacer una carrera de orientación en parejas –anunció el profesor y la gran mayoría se alegró. Incluso yo, lo único que me gusta, si se puede decir así, es la orientación–. No cantéis victoria, haré yo las parejas.

En ese momento, nuestras caras de alegría se habían acabado, lo peor que puede pasar es que el profesor de educación física escoja las parejas. Lleva siendo nuestro tutor todos los años —por lo menos mi tutor, siempre nos cambian a la mayoría de clase y nos mezclan— que llevamos en el instituto y sabe perfectamente quiénes son amigos y quiénes no se hablan, lo que significa que los que éramos amigos, nos iban a separar para ponernos con quienes no hablábamos.

–Yaneli Armas con Juan Rodríguez, Alicia Pérez con Julia Santana –fue diciendo poco a poco–, Julia Quintana con Ainhoa Sánchez, Aina Rodríguez con... –me miró sonriendo– Manuel Santana.

Nunca había hablado con Manuel, nunca se me había presentado la ocasión. Este es el primer año que me tocaba en su clase y en lo que llevábamos de curso como mucho nos habíamos saludado al entrar a clase.

–Tenéis que entregar, como muy tarde, el jueves la autorización, espero que vayáis todos que cuenta para nota.

–¿Y qué no cuenta para nota, profe? –dijo Julia Santana, la solemos llamar Santana, a secas, ya que hay otra Julia. Entre ellas no tienen nada que ver, lo único que tienen en común es el nombre y que son primas, nada más.

–No te hagas la graciosa, Santana –le dijo Manuel, le miré y me devolvió la mirada mientras se acercaba a mí.

–Así que nos toca juntos –sonrió–, será divertido.

–Ya, también nos conoceremos, apenas hemos hablado –le devolví la sonrisa.

Su sonrisa me pareció real, me explico, me inspiró tal confianza en ese instante que noté que sonreía de manera sincera, no lo hacía por compromiso. También, solo por su mueca noté que estaba nervioso, lo noté muy tímido y supongo que él notó lo mismo que yo porque sonreímos a la vez.

Nunca había estado tan cerca suyo y me fijé en sus ojos, eran cafés y su pelo castaño muy oscuro. De lejos siempre que le veía pensaba «al fin alguien más alto que yo, qué bien», pero me he dado cuenta de que tampoco es tan alto como parecía.

–Estás muy empanada –se rio–, ¿Sigues viva?

–¿Qué? Sí, claro.

–¿Me analizabas? Pareces un robot –se rio de nuevo–. Puedes hablarme para saber de mi, pero no me mires tanto que me pongo nervioso.

–¿Qué? –reí–. Lo sient... –Me fijé en que no dejaba de mirarme y me estaba poniendo muy incómoda– ¿Qué haces? ¡Para!

–Ah... ¿Te pones nerviosa?

–¡Claro! –nos reímos a la vez.

Hacía mucho tiempo que no me reía tanto, estaba muy cómoda con él, iba a ser una gran experiencia la de la playa y quizás el comienzo de una bonita amistad.

–Buenas, Aina –apareció el profesor y Manuel se fue–. ¿Te gusta la pareja que te he asignado?

–Acabo de conocerlo, creo que va a ser divertido.

–Y tanto que lo será.

–Eh... Vale. ¿Bien...?

–Es hora de irse a casa, recojan sus cosas, pueden marcharse ya.

Esa había sido la conversación más extraña que había tenido con mi profesor de educación física. ¿Por qué tanto "secreto"?