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Un temor enorme recorrió mi cuerpo y me disculpé con Ismael para ir a buscar mi móvil a mi casa, con la esperanza de que aquella imagen en la habitación de Manuel no fuese la cierta y que solo se me hubiese olvidado en mi cuarto.

Subí corriendo las escaleras de la terraza. Entré por la puerta dejándola un poco abierta, sabía que el chico que me acompañaba me estaba siguiendo, y recorrí todos los peldaños lo más rápido que pude para llegar a la segunda planta. Al entrar en mi habitación, miré por todas partes y no lo encontraba por ningún sitio. No me podía creer que se me había olvidado.

–No puede ser.

–¿Qué pasa? –preguntó Isma entrando a mi habitación–. ¿No está tu móvil?

–¿Qué? –reí muy nerviosa–. ¿Por qué crees eso?

–Tampoco soy tonto –dijo mientras inspeccionaba la sala–. Justo cuando te dije ‘móvil’ te alarmastes. ¿Lo dejastes en cada de tu novio o algo?

–Pues –miré al techo pensativa, aunque sabía cuál era la respuesta–. Creo que sí.

–Pues –se apoyó en el marco de la puerta–. Espero que no te llame tu madre.

¿Mi... madre? Antes había entrado a toda prisa a mi casa y no recordaba haberla visto. No estaba en casa. Eso significaba que había un 50% de probabilidades de que me llamase.

–No –reí mucho mas nerviosa de lo que estaba antes–. No creo que eso pase. ¿Salimos? Necesito tomar el aire.

–Quería quedarme aquí –sonrió, a saber por qué–. Pero vale, salgamos –hizo una seña y salimos de mi casa–. Tu casa es muy bonita y grande, qué envidia.

–Nunca me has llevado a tu casa, hablando de ello.

–Bueno, tampoco es nada del otro mundo –rió un poco forzado–. Date cuenta de que tengo que pagarlo yo todo y tampoco es que pueda hacer mucho.

–Cierto... Pero eso no quita que no me puedas llevar, ¿entiendes? –lo abracé, me salió del alma. Él no me soltó.

Ese abrazo, había sido de los más cálidos que me habían dado en mi vida. Ismael es un chico muy amable y dulce, siempre me ha caído bien. Quién me iba a decir hace unos meses que aquel chico de la reunión se iba a convertir en alguien tan especial para mí, la vida da muchas vueltas. Bueno, muchas vueltas y también ofrece muchas casualidades, quiero decir; no le conocía de absolutamente nada, ni siquiera sabía dónde vivía y ahora nos vemos todas las semanas, el mundo es muy pequeño.

–Muy bonito –se alejó de mí–. Ya estaba empezando a ser incómodo, esperaba a que te alejases tú primero –rió.

–¿Por qué iba a hacerlo? –sonreí.

Ninguno dijo nada más y seguimos caminando. Al fin, llegamos a una cafetería y le devolví aquella merienda que le debía desde hacía mucho tiempo, ya estábamos en paz. O por lo menos por el momento. Estuvimos hablando y hablando durante horas sin parar, ya estaba cayendo la noche.

–Iba a decirte una cosa, pero es una tontería –rió y me puse algo tímida.

–¿Qué cosa? –sonreí.

–Que si querías venir a mi casa –río, pero esta vez lo noté nervioso–. Es una tontería, solo digo estupideces –miró hacia arriba para relajarse–. Es tarde, mejor vamos a tu casa.

–Oye –lo agarré del brazo para que no siguiese caminando–. No te he respondido, ¿a caso por ser mujer no puedo elegir qué he de hacer?

–¿Q-qué? –se rascó la nuca–. No he dicho eso, respeto mucho a la mujer, nunca diría ni pensaría algo así. Sois como los regalos de Dios, podéis crear vida dentro de vosotras, es como magia.

–Bueno –reí–, no te pongas tan nervioso, fiera –tranquilicé–. Me gustaría ir a ver tu casa. No tengo ganas de volver a mi casa todavía.

–¿Y tu madre?

–No te preocupes, la bronca me la echará a mí.

–Pero no quiero que lo haga, eres muy importante para mí y no te quiero ver mal, ¿sabes? –una pequeña sonrisa se dibujó en su cara–. Bueno, sube al coche, es este.

–¿Tenías planeado esto?

–Te lo pregunté porque tenía el coche aquí –rió.

Me subí al coche, no era nada del otro mundo pero su color verde me encantaba. Puso un CD, pero no pude ver de quién era.

–¿Te gusta Michael Jackson? –dijo mientras colocaba el disco.

–¿Que si me gusta? ¡Claro!

–Me alegro –sonrió y encendió la música.

Estuvo buscando una canción en particular, no dejaba de darle a ‘siguiente’ hasta que llegó a Man in the mirror.

–Esta es mi canción favorita –dijimos al unísono, entonces nos miramos y sonreímos.

Yo canté la canción para mis adentros, pero a él de vez en cuando se le escapaba alguna parte de la canción, supuse que no lo hacía intencionadamente ya que al segundo de empezar a cantar paraba. No podía evitarlo.

–Qué mono –se me escapó, no pretendía decirlo en voz alta, deseé que no me hubiera escuchado.

Lo miré, estaba cantando la canción sin sonido... Es decir, estaba haciendo playback, eso significaba que no me había oído.

Llegamos a una zona muy oscura, tenía bastante miedo, nunca había estado allí «no tenía que haber subido al coche, ¿y si me secuestra? O peor... ¿y si intenta hacerme algo?» pensé. Sacudí mi cabeza, él no sería capaz de hacerme nada, él me había dicho que era importante para él.

–Esta es mi casa –señaló a la única que seguía con las luces encendidas–. Es un barrio apartado de la civilización, a mis padres les gustaba la soledad –carraspeó, su voz estaba empezando a temblar–. Nadie más vive a los alrededores, no tenemos vecinos –se bajó del coche y me abrió la puerta.

–Qué caballero usted, señor –reí, él tendió su mano.

–Madame, bienvenida a mi humilde morada –hizo una reverencia–. No disponemos de wifi, pero sí de unas bonitas vistas al mar y a las estrellas.

Lo miré fijamente, era muy lindo, nadie se había comportado así conmigo, sin duda era una persona maravillosa. Con él me sentía muy cómoda, además de que me entendía. Era perfect... ¿Qué? Manu, eh. Manu es perfecto.

Tenían que ser dos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora