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Estaba bastante asustada aunque gran parte de mi supuso de qué hablaba mi madre.

–Te conozco perfectamente, ¿crees que soy tonta? –pausó, esperando a que yo declarase lo que ella quería escuchar–. Ayer te llamé al teléfono y no lo cogías, hasta que la última llamada que hice la cogió un chico.

–¿U-un chico? –tragué saliva.

–Manuel. Que, para mi sorpresa, estaba con una chica –miró al suelo–. Sabrás quién es, ¿no? Porque yo sí.

–¿Qué?

–Sí, te oí de fondo –explicó–. Quise saber quién era esa chica e insistí –hizo una mueca que me asustó–. Insistí, insistí e insistí hasta que por fin me dijo que estaba contigo.

–¿Q-qué? ¿Qué más te dijo? –el miedo desapareció de mí y apareció la rabia. Conmigo no estaba, yo estuve en casa de Ismael todo el día.

–¿En serio no lo sabes? ¿No estabas concentrada mientras le besabas? –mi cara de sorpresa era inmensa–. Puedo tener falta de vista, pero el oído lo tengo muy agudo.

–Pues, no entiendo qué es lo que te molesta, son cosas de pareja –me justifiqué, aún sabiendo que no era yo la que estaba con Manu.

–Tranquila, que eso es lo de menos. Lo que debe preocuparte es lo que dijo después –la dejé hablar–. Me contó lo que estuvisteis haciendo ayer, anteayer y lo que pensábais hacer esa misma noche –miró al techo–. Dios siempre está mirando, eso es un gran pecado y lo sabes muy bien. ¿Ahora qué me vas a decir? ¿Que no te vas a casar? O peor, que tienes una novia y él es una tapadera. Qué asco –sacudió su cabeza–. Tendría que haber abortado cuando tu padre lo dijo –nunca le había oído hablar de eso ni de esa manera, estaba realmente decepcionada–. Él me avisó.

–¿Q-qué?

–Cuando naciste al final te cogió cariño, pero el hijo de puta se fue antes de que yo pudiera –rió irónicamente–. Teníamos un pacto, ¿sabes? –rezó para que Dios le perdonase lo que estaba diciendo.

No quería seguir escuchando, ¿mis padres me odiaban? ¿Por eso mi padre se fue, porque no me soportaba, porque era la hija del diablo? No me lo podía creer, las lágrimas no dejaban de salir de mis ojos, y yo no dejaba de replantearme mi existencia. Cogí la primera mochila que vi y puse todas las cosas que pude en ella; me iba de mi casa.

Al tenerlo todo, salí rápido de allí.

–¿A dónde vas ahora? –cerré la puerta de un portazo, ella la volvió a abrir–. Aina Rodríguez Martínez, vuelve aquí.

Me fui corriendo, lo más rápido que corrí nunca. Ni en educación física había corrido tanto. Llegué a un viejo edificio que llevaba abandonado un par de años y me instalé ahí por lo menos para esa noche. Tenía dinero, así que podría comprar comida.

Recapacité lo que había pasado durante estos últimos meses, todo, hasta que llegué a el día en el que estaba hablando con mi madre.

–Manu estaba con una chica que no era yo pero, a pesar de eso, sí dijo que era yo. Yo me había acostado con él la noche anterior, pero nada más. Ayer estaba con Ismael, estuve con él todo el día... Y nos besamos –sacudí mi cabeza–. Esto tiene que ser una pesadilla, no puede ser verdad. ¿Qué hago ahora? Es Nochevieja, la voy a celebrar sola... Me lo merezco, soy la hija del diablo. Mis padres tenían razón –me acosté en el frío suelo y pensé en voz alta–. Podría ir a casa de Yaneli, es mi mejor amiga y ella me entiende... Pero está muy ocupada.

Estiré mis brazos y con la mano toqué mi mochila. Me senté y la abrí buscando, entre un par libretas que cogí, algo de dinero. Entonces vi un pequeño libro, lo cogí y eché un vistazo a sus páginas; tenía un par de páginas escritas. Recordé que era mi antiguo diario.

–Es hora de empezar a escribir en ti –le hablé al libro. Saqué un bolígrafo y empecé a escribir todo lo ocurrido.

Lo guardé en la mochila de nuevo, me levanté y fui a casa de Yaneli, le pediría quedarme en su casa por lo menos esa noche pero no pude llegar a mi destino, antes de estar en la zona del parque, una mano tocó mi hombro.

–¿Aina? –me giró–. Cariño –me abrazó–, ¿qué haces aquí? Dentro de nada se va a hacer de noche, ¿no deberías estar con tu familia?

–¿Es lo primero que me dices después de haberle dicho a mi madre lo que dijiste, Manuel? –me separé de él–. Has mentido a mi madre, yo no estaba contigo ayer. ¿Se puede saber por qué has dicho eso? ¿Por qué has dicho lo que estábamos haciendo? Y, ¿con quién est...?

Entonces sentí sus labios en los míos y me callé durante un par de segundos. «Idiota» pensé.

–Lo siento –se separó de mi, se rascó la nuca y sonrió–. No sabía como reaccionar.

–¿Lo sientes? ¿Solo me dices eso? ¿Con quién estabas?

–¿Con quién? Mejor dicho: con qué. Estaba viendo una película solo y entonces vi como estaban llamando –puso su brazo a mi alrededor–. Lo cogí y me pareció gracioso decir que estaba con alguien, no sabía que era tu madre. Además, yo no le dije lo que habíamos hecho, ¿para qué lo iba a hacer? –empezó a caminar y suspiró, yo no dejé de pensar en que era tonta por haber creído que estaba con alguien, era verdad: ¿para qué le iba a contar lo que estábamos haciendo?–. No es por nada, pero ¿estaba sobria?

–Bueno... No lo sé –seguí sus pasos–. De todas formas, siento haberte juzgado, yo te quiero –lo abracé por detrás–. No quiero volver a mi casa...

–Vente conmigo, hay una silla libre en el comedor –sonrió–. Vamos.

En realidad, no sabía qué creer ni a quién pero estaba muy vulnerable en ese momento y no tenía lugar a donde ir, así que acepté su propuesta. Él, a pesar de todo, seguía siendo mi novio y lo seguía queriendo, quizás un poco menos que al principio teniendo en cuenta lo que ha ocurrido, pero lo seguía amando.

Tenían que ser dos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora