17.

12 3 2
                                    

Sábado 20 de diciembre

Ismael: al irte recordé que aún me debes una merienda, a ver cuándo quedamos ;)
Ismael: espero que pronto, mejórate<3
Ismael: buenas nocheees.

Domingo 21 de diciembre

Ismael: hola, ¿estás mejor? :(

Lunes 22 de diciembre

Ismael: estoy preocupado...
Ismael: ¿Aina?
Ismael: es raro en ti no estar conectada.
Ismael: solo espero que estés bien :'D.

Miércoles 24 de diciembre

Ismael: ¡ESTA NOCHE ES NOCHEBUENA Y MAÑANA NAVIDAD!
Ismael: jejeje imagina que estoy cantando.
Ismael: que tonto soy xD.
Ismael: por cierto, espero que estés ya bien...
Ismael: ):

Sábado 27 de diciembre

Ismael: ¡buenos días!
Ismael: espero que estés bien ya^^
Ismael: ¿qué tal esas navidades?
Ismael: seguro que estás enfadada conmigo.
Ismael: no sé qué hice... Pero espero que me perdones.
Ismael: ¿para qué intento nada?
Ismael: siento haberte hablado tanto.

Al leer todo eso, me puse muy contenta, se había acordado de mi Ismael, pero por otra parte me sentí muy mal al ver que de todos esos mensajes que tenía, ninguno era de mi pareja... ¿En serio en más de una semana no se había acordado de mí?

–Ya podría, por lo menos, haberme felicitado por Navidad –grité y tiré el móvil, con fuerza, a la cama–. No me lo puedo creer, Manuel, ya puedes estar muy ocupado –mis ojos se inundaron de agua, antes de que pudiese salir una lágrima me sequé los ojos con las sábanas.

Fui al baño, me quité la ropa y me di una ducha.

–Seguro que está con su familia –miré hacia arriba mientras las gotas caían en mi cara–. Y seguramente no tiene internet... Ni saldo –suspiré–. Él me quiere y yo lo quiero a él –pensé en voz alta mientras salía de la ducha y me secaba el cuerpo.

Me puse el pijama de nuevo y cogí mi móvil para hablar con Ismael, había sido el único que se había preocupado por mi en toda la semana, pero antes de entrar a el chat, busqué el nombre de Manu; estaba conectado.

–Hijo de... –empecé a llorar y de la rabia me dispuse a tirar el móvil hacia la pared para deshacerme de la máquina, pero entró mi madre de la nada–. Mamá, qué susto.

–Lo siento –entró lentamente en mi cuarto–. Hay alguien esperándote.

–¡Seguro que es Manu! –miré al espejo y me sequé las lágrimas–. No tenía que haberle juzgado –vi la cara de preocupación de mi madre, seguramente notó que estaba llorando, así que dije que no era nada importante.

Bajé rápido las escaleras y antes de abrir la puerta me puse una chaqueta. Realmente el clima estaba helado, no me imaginaba el frío que hacía en la calle «pobre Manu, seguro que se está congelando ahí fuera». Antes de abrir, me miré en un espejo que se ubica al lado de la puerta y me  peiné un poco.

–Ya abro –grité con la esperanza de que me oyera, pero cuando abrí no había nadie–. ¿Mamá? ¿Quién había venido? –dije un poco extrañada, ella estaba bajando las escaleras.

–Ay –rió–, qué tonta eres –me miró sonriente–. Ya está dentro de casa, hacia mucho frío fuera y le dejé pasar.

Mi madre, tan amable y simpática como siempre, es una mujer muy tímida pero siempre piensa en la felicidad del resto.

Entré al salón, el chico estaba de pie de espaldas, mirando las fotos de la familia, pero cuando notó mi presencia se giró.

–¿Ismael? Pero ¿qué haces aquí? –pregunté muy extrañada, no me esperaba su visita para nada.

–Ya veo que no me esperabas, pero sabía que no estabas bien, no te conectabas así que decidí visitarte –cogió un marco de fotos y la miró fijamente–. ¿Son tus padres?

–Eh... –me acerqué, apoyando mi cabeza en su hombro para ver mejor la fotografía–. Sí, son ellos. Y... Esta soy yo –cogí otro marco donde salía de bebé–. De pequeña, claro.

–Sigues siendo igual de bonita –susurró intentando que no escuchase lo que acababa de decir.

Nuestras miradas se cruzaron y nos sonreímos, no dejábamos de mirarnos, pareció como que el tiempo se había detenido, sus ojos me parecían cada vez más bonitos y su sonrisa era cada vez más dulce.

–¿Hago chocolate caliente? –la voz de mi madre me sacó del trance–. No entiendo como hace tanto frío aquí –añadió entrando en el salón.

–Sí, sí –dije mientras sacudía la cabeza, el chico hizo lo mismo–. Prepara el chocolate –sonreí.

Me senté en el sillón, vi como Ismael no se sentaba, él estaba mirando las fotos y de vez en cuando centraba su vista en mi, yo no dejaba de mirarlo excepto cuando él posaba sus ojos en mí porque me ponía bastante nerviosa. Hice un gesto para que se sentase conmigo y me devolvió una sonrisa de ilusión.

–Tu padre es bastante guapo, qué envidia –dijo riéndose de sí mismo al tiempo que se sentaba.

–Bueno, sí que lo era.

–¿Era...? –su cara cambió por completo.

–Decidió abandonarnos a mí y a mi madre cuando yo solamente tenía seis años y ella estaba embarazada de mi hermano –una lágrima se escurrió por mi mejilla.

Mi padre era lo mejor que tenía y cada vez que recuerdo la escena de aquel día, me rompe el alma. Era pequeña, como comenté antes, esa mañana me había despertado mas temprano de lo normal a causa de un fuerte sonido. Bajé las escaleras bastante confundida y vi como mi padre estaba abriendo la puerta procurando de no hacer ruido. Él se giró y me vió que estaba observándole fijamente, se bastó a decirme «voy a comprar el desayuno», y nunca más volvió.

Noté cómo más lágrimas brotaban de mis ojos y también sentí una mano pasando por mi cara, logrando tranquilizarme y secar esas gotas que provenían de mí.

–No estés mal –Ismael me sacó de mis pensamientos–. No quería recordarte a él, no quiero verte mal ¿vale? No tenía ni idea –sonrió–. Para la próxima ya sé qué no decir.

Yo sólo sentí mi cara un poco caliente y supuse que estaba ruborizada, notar la mano de el chico pasando por mi cara me ponía bastante nerviosa.

–Espera –apareció mi madre–. Tú no eres... –pensó en voz alta–. El chico de aquella reunión... ¿Cómo era tu nombre? –pausó–. Ismael, ¿cierto?

Él me miró muy desconcertado y era normal. ¿Cómo era que mi madre sabía su nombre y lo conocía si nunca habían hablado? Me puse más nerviosa porque mi madre lo reconoció ya que yo había hablado de él.

Tenían que ser dos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora