–¿Se puede? –abrieron la puerta.
–¿Qué haces aquí? –levanté la cabeza un poco y abrí un ojo.
Obviamente era Manu, como esperaba. Iba con una camiseta blanca y un chándal gris, su pijama. Cabe resaltar que estaba muy guapo.
–¿Es mi habitación? –contestó mientras cerraba la puerta tratando de no hacer ruido–. ¿Voy a dormir? –añadió.
Lo miré con cara de ‘conmigo no vas a dormir’ y supuse que se dió cuenta.
–Tranquila, fiera –dijo riendo al tiempo que apoyaba las manos en el suelo y se sentaba–. Dormiré en el suelo –continuó.
–Está bien –lo seguí con la mirada mientras se acostaba–. Buenas noches, entonces.
–Hasta mañana –miró su reloj–. O hasta luego –rió y apagó la luz.
Al estirarse de nuevo en el piso, yo volví a colocar el brazo en mi cabeza para intentar conciliar el sueño: no funcionaba. Tenía demasiadas cosas en mente como para poder dormir tranquila. En ciertos momentos pensaba en decirle algo a Manuel para mantener una conversación pero roncaba mucho, lo que significaba que estaba dormido —súper inteligente yo, ¿no creéis?—.
Otro motivo por el cual no podía pegar ojo era porque cada vez que los cerraba me venía a la mente la noche anterior con Ismael, el beso y yo. ¿Por qué no podía olvidarlo?
–A lo mejor si se lo digo –miré a Manu–. A lo mejor sale de mi conciencia –me acosté de nuevo.
«Mejor no...» pensé una y otra vez.
–Manu... –susurré mirando hacia él. Él respondió con un gruñido–. Manu. Oye, Manu –gruñió de nuevo–. ¿Estás despierto?
–Sí... Ahora sí –se quejó sin moverse del sitio–. ¿Qué quieres?
–No puedo dormir –no estaba preparada aún para decírselo.
–¿Y qué quieres que te haga? Cuenta ovejas, yo que sé.
–Pero... Tengo frío.
–¿Y? –se giró hacia mi, se le notaba un poco enfadado.
–Y... Miedo.
–¿Miedo? ¿De qué? –«De decirte lo que estoy ocultando» pensé en decir. Pero no. No podía.
–Eres tonto, ¿verdad? –pausé esperando una respuesta–. ¿Duermes conmigo?
–¿Qué? –se levantó de un salto–. ¿En serio? –sonrió.
Asentí con la cabeza, en un abrir y cerrar de ojos ya estaba acostado a mi lado. «Eres tan tonto» me dije mientras me giraba para verle la cara.
–Te quiero tanto –dije sin pensar. Noté como mis mejillas empezaron a ruborizarse, afortunadamente la luz estaba apagada y no se notaba apenas.
–Yo también –dijo rodeándome con el brazo y dándome un beso en la frente–. Buenas noches.
*****
–Hagámoslo –abrí los ojos. Manu se encontraba encima mía.–¿Q-qué? ¿Qué dices? –tenía las manos atadas a la cama, no podía moverme–. Estás loco, ¿qué te pasa?
–Venga, Aina –me subió poco a poco la camisa–. Será divertido.
–¿Divertido? Después de todo lo que ha pasado con mi madre –lo aparté con la pierna, pero él era más fuerte que yo.
–No se va a enterar nadie –continuó.
–Eres gilipollas –susurré.
En ese momento, alguien abrió la puerta desde fuera con mucha fuerza. Manu se apartó de mí, asustado, y yo intenté ver quién era aquella persona pero la luz de fuera era muy intensa. La silueta que se podía distinguir se acercó a la cama y me empezó a desatar, no podía ver su cara por el contraste de la oscuridad.
–Te estoy intentando alejar de él y sigues sin entenderlo, Aina –dijo soltando el último nudo–. No comprendes que yo sí te quiero de verdad, no como este payaso.
–¿Quién eres? No te veo bien –pregunté mientras me agarraba las muñecas, me había apretado muy fuerte.
–No te das cuenta de que estoy enamorado de ti a pesar de todo. ¿Sabes el daño que me estás haciendo? –continuó sin responderme y se dirigió a la puerta.
–Eres tú. El que me ha ayudado en los sueños –lo agarré del brazo–. ¿Quién eres? ¿Por qué no me dejas?
–Solo quiero que no sufras. Y ya te lo he dicho miles de veces.
Esa forma de decir esas palabras, esa voz, esa silueta...
–Pero, ¿por qué no dejas de aparecer en mis sueños? ¿Por qué me proteges? ¿De qué? –pregunté acercándome cada vez más a su cara.
–Sigues sin entenderlo –rió–. Es más fácil de lo que crees.
–No, no te vayas –mi mano se resbaló de su brazo y se alejó de mí–. Por favor... –me tiré al suelo, me encontré fatal cuando salió de la habitación.
–Aina, tranquila –dijo Manu desde atrás–. No hagas caso a ese tío. Sé que no es tu culpa lo que pasó ayer.
–¿Qué? ¿Cómo lo sabes? –mi respiración comenzó a agitarse, me estaba poniendo verdaderamente nerviosa.
–Te estará protegiendo de ese secreto. No sé quién es ni qué pretende pero no debes hacerle caso –me abrazó–. Además, no eres la única que ha puesto los cuernos aquí –me separé rápido y le dejé hablar–. Aquella tarde estaba con ***** –no pude escuchar el nombre, no pude oírlo–. Y tu madre tenía razón. Fuiste tonta al creerme –puso las manos en su cintura–. Pero bueno, es muy fácil engañarte.
–Déjame en paz, Manuel.
–Pero me amas y no puedes evitarlo –se acercó a besarme.
Yo lo evité y salí corriendo, abrí la puerta para volver a la calle. Un vacío inmenso rodeaba la casa, una fuerza extraña me forzó a continuar y el último empujón de Manu agilizó la caída.
–¡No! –grité sobresaltada en la cama.
Miré a mi alrededor y no había nadie. Miré a la ventana y vi como era ya de día. La puerta estaba abierta, Manu se habría despertado ya.
Ese sueño... Ese sueño había sido muy raro. ¿Quién era esa persona? No comprendía lo que pasaba. ¿De qué me protege? ¿Por qué Manu me trató así? Seguramente era lo que quería escuchar, por eso lo soñé. Soñar. Lo bueno de todo era que solamente era un sueño, producto de mi imaginación, y nada de eso iba a pasar jamás.
Salí del cuarto y bajé por la escalera hasta la cocina. Olía bastante bien a comida y yo me moría de hambre.
–Buenos días –saludó la madre de Manu–. ¿Qué tal has dormido?
–Bien... –mentí–. ¿Y Manu?
–Ha ido a comprar, ahora vuelve.
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Tenían que ser dos.
Teen FictionEl amor adolescente no es nada fácil y menos la adolescencia, todos lo sabemos excepto Aina. Está empezando a sentir cosas que nunca había sentido antes y está muy confusa, más de lo normal, ¿se le complicarán las cosas?