Antes de haber mirado quién era deseaba mucho que no fuese Ismael, era la última persona que quería ver esa noche. Al asomarme por la puerta, me di cuenta de que no era él, afortunadamente, solo que su cara me resultaba también muy familiar.
–Hola... –sonreí confundida–. Sí, cuánto tiempo –reí nerviosa.
–No te acuerdas de mí, ¿verdad? –miré a Yaneli, tenía cara de preocupación y no entendía por qué–. Soy Alejandro ¿recuerdas?
–Alej... Alejandro –pensé en voz alta.
–Bueno, es tarde, os tenéis que ir –empujó a los hermanos–. Buenas noches –cantó antes de cerrar la puerta de un golpe.
–¡Espera! –abrió la puerta–. Ismael está fuera y lleva tiempo queriendo hablar contigo, no sabes lo pesado que es todas las noches –rio–. Le voy a decir que suba –dijo bajando lentamente las escaleras.
–¿Ismael? –grité a Yaneli cerrando la puerta–. ¿Por qué está aquí, no ibas a hablar con él?
–Yo... No tuve tiempo, me bloqueó después de que Juan cortase conmigo. Conocí a Raquel cuando quedamos todos y... –una lágrima de preocupación salió de su ojo, ¿pero qué tenía que ver en este momento Raquel?–. Soy horrible.
–No... Tenía que haber hablado yo con él y ahora lo haré, tranquila.
Cogí aire mientras abría la puerta, «me lo tenía merecido, no puedo confiarle mi vida a otra persona» me dije. Bajé las cuatro escaleras que había delante de la puerta de su casa y vi a Ismael bajando de un coche. En realidad, no estaba preparada, cada vez me ponía más nerviosa, pero recordaba lo feliz que estaba con Manu y me tranquilicé.
–¡Hola! El otro día no pudimos hablar –se puso las manos en los bolsillos–. ¿Qué tal?
–¿De qué querías hablar? –pregunté cortante, la verdad es que soy muy borde cuando estoy nerviosa, me suele ocurrir mucho–. No tengo todo el día.
–Oh... Cierto, perdón –se ruborizó–. Solo quería decirte que me caistes muy bien.
–Demasiado bien –gritó su hermano desde el coche, Ismael le hizo una seña para que se callase.
–Perdónale... Vivimos muy lejos, pero nada más verte sentí que eras una persona muy dulce –me sonrojé–, y guapa –susurró pero llegué a escucharlo–. El caso, me gustaría que fuesemos amigos.
–Mira –contesté–, para mí ha sido muy difícil olvidarte y ya soy feliz –noté que lo que estaba diciendo no tenía por qué saberlo él–. Olvída todo eso, claro que podemos ser amigos.
–Vaya –se pasó la mano por la nuca–, no me esperaba eso y que sepas –miró al cielo y sonrió–. Que sepas que no voy a olvidar lo que me acabas de decir, al igual que no te he podido olvidar a ti –me miró fijamente a los ojos y yo aparté la mirada.
–¿Q-qué? –di unos cuantos pasos hacia atrás, notaba mi corazón más rápido de lo normal. ¿Qué estaba haciendo?
–Bueno, nos veremos otro día –sonrió. Esa sonrisa que tanto me había gust... Quiero decir, sonrió y nada más–. Veo que a tu amiga le cae bien mi hermana, así que nos volveremos a ver.
Yo no sabía a dónde mirar, cada vez mis nervios se apoderaban más de mi y sentía que si decía algo iba a decir alguna tontería, así que mejor me quedé callada. Lo único que dije fue «sí, ya nos veremos», una de las cosas más difíciles que tuve que hacer en mucho tiempo.
Mientras veía que se subía a su coche y se iba, no dejaba de preguntarme qué acababa de pasar. Realmente creía que no le iba a volver a ver; además, estaba muy feliz con Manu. Que la chica que gusta a mi mejor amiga sea la hermana de Ismael —wow, ni yo entendí eso último—, suponía que iba a ser muy difícil quitarlo de mi vida. Sé que Yaneli era feliz al lado de Raquel y no podía permitir que se separasen sólo porque yo no quería al castaño cerca mío, todo lo que Yani ha hecho por mí no lo merece, así que tenía que soportarlo.
Entré a casa de mi amiga otra vez, intentando aclararme, nada más verla le di un abrazo y fui a por mi chaqueta para irme de allí.
–Es muy tarde –me agarró por el brazo–, deberías quedarte a dormir.
–¿Tu madre que piensa? –pregunté un tanto molesta.
–A ella le da igual, mi hermano ni siquiera estará hoy en casa así que puedes quedarte en su cama –sonrió, era tan amable–. ¿Qué me dices?
Yo me basté a sonreír y asentir durante lo que quedaba de noche. No era la primera vez que me quedaba en su casa, normalmente me quedaba en el cuarto de invitados ya que ella y su hermano dormían en la misma habitación. Esta vez me quedaría yo durmiendo con mi amiga, supuse que querría hablar conmigo.
Ambas nos acostamos y apagamos la luz, tenía varias estrellas en el techo que brillaban en la oscuridad.
–Bueno –dijo girándose hacia mí–, ¿Qué tal hoy?
–Normal, supongo –respondí mirando hacia arriba–. Vivir es muy difícil, pero una se acostumbra –suspiré.
–Ya... Lo siento, en serio. No sabía que Ismael vendría también.
–¿Por qué no me habías dicho que eran hermanos? –miré hacia ella y apartó sus ojos de mí.
–Como dije –recalcó–, no sabía que iba a venir él a buscarle y viendo lo feliz que eras con Manu esa tarde, no quería tampoco decírtelo –miró hacia arriba también.
–Me dijo cosas muy raras –me miró extrañada, yo puse mis manos tras mi cabeza y volví a mirar al techo–. Me dijo que le había parecido guapa y luego –suspiré–. Luego dijo que no se había olvidado de mí –una tímida sonrisa se dibujó en mi cara–. Se me va hacer muy difícil olvidarle sabiendo que estás enamorada de su hermana.
–¿E-enamorada? P-pero no serás tu ahora la que más sepa del amor –se puso nerviosa–. ¿Cómo sabes que enamorada?
–Lo sé... Lo presiento. Sé que no soy la más lista, pero saber qué pasa en el exterior se me da muy bien. Quizás no sepa controlar lo que pasa en mi cabeza –cerré los ojos y suspiré–, pero al resto se darle consejos.
–Ya veo... Me gusta verte feliz –un pequeño suspiro salió de mi amiga–. Buenas noches, te quiero ¿vale? –yo sonreí, pero dudo que lo hubiese notado, ya que unos minutos después ya la escuchaba roncar, siempre era muy rápida en dormir.
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Tenían que ser dos.
Novela JuvenilEl amor adolescente no es nada fácil y menos la adolescencia, todos lo sabemos excepto Aina. Está empezando a sentir cosas que nunca había sentido antes y está muy confusa, más de lo normal, ¿se le complicarán las cosas?