Era de noche, había escuchado un ruido muy molesto en la calle y me dirigí al origen del sonido. Sentí mucho miedo, una gran presión en el pecho no me permitía avanzar, quizás mi testarudez y mi curiosidad me obligaron a seguir y eso hice. Llegué a un edificio muy alto, el más alto que había en el barrio, y subí las escaleras poco a poco; aquel ruido venía de la planta de arriba, de la azotea.
Seguía con mucho miedo, una fuerza superior a mi me obligaba a avanzar hasta la terminación del edificio, delante de mi había una caída que, a mi parecer, era infinita ya que al fondo no se podía distinguir más que oscuridad. Entonces sentí un brazo tocándome.
–¡Manu! –me giré y le abracé–. Me has salvado, no entiendo qué me pasa que no puedo evitar caminar.
La figura de mi novio no hacía más que mirarme y sonreir, no entendí muy bien lo que estaba sucediendo, todo era muy extraño, pero su mirada me daba una tranquilidad absoluta, con él siempre estaba cómoda.
–Ten cuidado –dijo asustada una sombra que se encontraba un poco más atrás de Manuel–. Yo puedo ayudarte.
Esa voz me era bastante familiar, pero yo no dejaba de concentrarme en la sonrisa de mi pareja, se me hacía cada vez más irresistible, así que me acerqué a él y posé mis labios sobre los suyos, él me empujó después del beso y... caí al vacío.
–¿Por qué? –grité, dando un salto de la cama–. Dios mío –me toqué la frente, estaba sudando–. Era solo un sueño.
Me dispuse a ver la hora, eran ya las diez de la mañana, realmente pensaba que sería madrugada o por ahí, pero no.
–Qué cosa más rara –pensé en voz alta mientras lavaba mi cara en el baño. Salí de allí, me quité el pijama y me puse ropa para salir; había quedado con Manu en dos horas para pasar el día con él, y menos mal que esa horrible pesadilla me había despertado porque si no seguiría durmiendo.
Pasé de nuevo por todos los lugares por los que había caminado en el sueño para llegar a casa de Manuel y se me hizo súper extraño, me había parecido el sueño tan real... Y ¿esa sombra con esa voz? Me sonaba mucho pero no conseguí distinguir de quién era, ¿por qué me querría ayudar?
–Buenos días, señora –la voz de Manu apareció–. ¿Qué tal la noche?
–Pues... Bastante normal –mentí–. ¿Y la tuya?
–Teniendo en cuenta que soñé contigo... –sonrió y no pude evitar sonrojarme. Me cogió de la mano, entramos en su casa y fuimos a su habitación–. Había pensado en que podríamos ver unas películas y luego...
¿“Luego” y no dijo nada más? Me puse muy nerviosa sin motivo. Mi mente era demasiado ‘sucia’ y esas palabras fueron malpensadas nada más entrar en mi cabeza.
–¿Luego? –conseguí decir, intenté parecer tranquila pero en realidad no lo estaba.
–Podríamos dar una vuelta, dije –rio, ¿en serio había dicho eso? Ni siquiera lo había oído–. Estás un poco empanada –se sentó en su cama y sonrió–. Pero siempre lo estás, así que no me importa –me guiñó el ojó.
–Me parece buena idea –me senté al lado de él, un poco incómoda.
Justo al sentarme, habían llamado a la puerta, se ve que Manu había pedido unas pizzas que comeríamos mientras veíamos la película, no era un mal plan.
Vimos Blue Valentine, una de mis películas favoritas. Su argumento es precioso y hace entender que el amor, a pesar de que duela, acaba en algún momento irremediablemente. En varias escenas, posaba mi mirada sobre mi acompañante ya que me parecía muy romántico lo que ocurría pero sabía que a él, en realidad, no le gustaba, ya que a él le iba más la ciencia ficción y puso el largometraje solo por mí.
–Me gusta mucho, no me mires así –dijo una de las veces que me pilló mirándole–. Tranquila –hizo el amaño de imitar un bostezo y puso su brazo alrededor de mis hombros.
Yo me acurruqué, estaba muy cómoda en ese momento, la incomodidad que había sentido antes se fue completamente y estando así, disfruté más de la película.
–Me ha gustado mucho –añadió nada más terminar la película–. A mi no me gusta mucho este género, pero he de decir que es normal que sea de tus favoritas –me besó la frente–. ¿Ahora qué?
–¿Salimos? –ya eran las cinco y media, se nos habían ido muchas horas entre que poníamos la película, hablábamos y repetíamos algunas escenas–. Sé de una cafetería que hace delicias.
Hablaba, obviamente, de la cafetería a la que me había llevado Ismael el día anterior, la de su tío. Manu aceptó, así que fuimos y nos sentamos en la terraza.
–¿Manu? –preguntó Ismael nada más nos sentamos, ¿qué hacía allí y por qué lo conocía?
–¿Eh? –dijo extrañado él–. ¿Q-quién eres? Te estás confundiendo de persona –¿Confundiendo de persona, qué? ¿Una persona que se llamaba Manu también y se parece a él? Menuda tontería.
–Ismael, por favor –sonreí irónicamente–. ¿Nos dejas solos? Gracias.
Me dio bastante pena cuando se fue, no tuve que haberle tratado así pero cuando me confundo también soy muy borde. En resumen, soy una persona borde, no hay más.
Nos tomamos un café y nos fuimos, ya caía la noche y no tenía muchas ganas de volver a ver, por lo menos ese día, a Ismael.
Nos dirigimos a una pequeña montaña y subimos a arriba del todo. Nos acostamos para contemplar las estrellas, esa noche también estaba despejada al igual que la de ayer, era todo tan bonito. Además, Manu había puesto Thinking out loud en alto y todo era muy romántico, o más de lo normal.
–Me encantan las estrellas –dije–. Me llaman mucho la atención, ¿y si alguien nos mira desde allí? –señalé a una estrella aleatoria.
–Pues que lo hagan –contestó con una pequeña sonrisa, mientras se acercaba a mí.
Honey now, take me into your loving arms.
Al sonar esa parte de la canción, noté como Manu se acercó del todo hacia mí y me dio un abrazo. Ese gesto fue tan cálido que el frío que tenía se desvaneció.
Kiss me under the light of a thousand stars.
Mientras me abrazaba, no nos dejábamos de mirar y sonreir. Como en aquella pesadilla, su sonrisa se me hizo irresistible, no podía quitar la vista de su boca y sus labios. En menos de un segundo, sentí algo posarse en mis labios e, inmediatamente, cerré los ojos. Nunca había besado a nadie, no era experta en eso, solo me dejé llevar y puedo decir que fue mágico.
Place your head on my beating heart.
En cuanto nos separamos, puse mi cabeza en su pecho y noté cómo estaba yendo a mil por hora, al igual que el mío.
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Tenían que ser dos.
Teen FictionEl amor adolescente no es nada fácil y menos la adolescencia, todos lo sabemos excepto Aina. Está empezando a sentir cosas que nunca había sentido antes y está muy confusa, más de lo normal, ¿se le complicarán las cosas?