Llegamos de la mano hasta su casa, nos recibió su madre la cual me dió un enorme abrazo nada más entrar. Era una persona muy... cercana y cariñosa. Preguntó si me iba a quedar a cenar y yo asentí bastante tímida.
–En nada llegará el resto de la familia, cielo –me besó la frente–. Supongo que no querrás celebrar la Nochevieja con un chándal, ¿verdad?
–Está guapa de todas formas, mamá –contestó Manu–. No hace falta que se cambie.
–Insisto –sonrió agarrándome del brazo y llevándome a la planta de arriba–. Date una ducha, yo te prepararé un vestido –dijo mientras abría la puerta del baño–. Si no recuerdo mal, aún tengo la ropa de su hermana guardada.
Yo, sin decir nada, entré al baño y me quité la ropa para ducharme. Abrió la puerta su madre y me dijo que dejaba el vestido encima de la butaca de madera. «¿Cómo será el vestido? No suelo ir de 'gala'» pensé mientras me secaba con una toalla que también me había dejado. De hecho, no me gusta ir así, pero no podía negar la oferta ya que me iba a quedar en su casa ¿qué menos que aceptar? Salí de la ducha y vi ahí el vestido bien doblado.
Me acerqué y vi que debajo me había dejado también ropa interior limpia.
–¿Esto es también de la hermana? –la cogí–. Espero que esté limpio por lo menos –reí por lo bajo y me la puse.
Luego cogí el vestido; era de color granate y bastante bonito. Me lo puse y no me quedaba del todo mal. Me veía muy rara, ya que nunca iba así, pero salí del baño de todas formas.
–Wow –soltó Manu cuando me vió salir del baño.
–No se cómo tomarme eso –sonreí tímidamente–. ¿Gracias... Idiota?
–Era un cumplido –se acercó a mi y me apartó un mechón de pelo de la cara–. Estás preciosa –me dió un leve beso en la mejilla.
–Yo creo que estas converse no van a juego, pero no puedo hacer nada más.
–Igualmente me gusta –estiró el brazo–. ¿Bajas? Me tengo que vestir yo también, ¿sabes?
–¿Con lo bien que estás así? –no quería decir eso en voz alta.
–Me halagas –rió–. Pero tengo que dar buena impresión a mis abuelos.
Él se metió en el baño, yo bajé al salón. En la cocina estaba la madre haciendo la cena, olía muy bien y no pude evitar acercarme a ver qué había de cenar. Fui casi de puntillas para que no me escuchase pero fue inútil, las zapatillas hacen mucho ruido.
–¿Aina? –se giró, yo me escondí tras la pared–. No seas tonta, sal y déjame verte –entré lentamente al lugar, entonces me replanteé seriamente haber decidido ir a la cocina–. ¡Madre de Dios, eres preciosa! Te queda muy bien ese vestido, te realza mucho los ojos. Además, tu pelo es muy bonito. Manu tiene mucha suerte de tener a alguien como tú.
–Muchas... Muchas gracias –sonreí–. Yo también tengo suerte de tenerlo a él.
–Bueno, ¿te gusta la lasaña, hija? Es lo que estoy haciendo para la cena, mis padres se vuelven locos con mi lasaña especial y mi marido más –se dió la vuelta para seguir cocinando–. Cierto, ¿tú no has conocido aún al padre de Manuel, verdad? –preguntó mientras abría el horno y colocaba la lasaña en él–. Siempre está trabajando, incluso cuando no debe hacerlo –cerró y se giró hacia mi–. Pero es un hombre encantador. Espera... ¡Claro! –se golpeó la cabeza–. Qué tonta soy, claro que lo conoces.
–Mamá, no dejas de hablar ni un segundo –apareció Manu detrás mia–. La estás saturando de tanta información.
–No es verdad... Quiero saber quién...
–¿Quién es mi padre? Ahora no tiene importancia –rió–. Ya lo verás luego, tranquila –me agarró del brazo y me llevó de nuevo al salón.
–Por cierto, huele muy bien la comida, señora –grité.
–¿Señora? Llámame Lucía, por favor. Señora me hace parecer más vieja de lo que soy.
La verdad es que ella no era tan vieja, podría tener unos treinta y dos y muy bien conservados.
Manu se sentó y yo me acosté apoyando la cabeza en sus piernas para ver mejor la televisión. Él, mientras yo trataba de ver mejor Modern Family, me acariciaba el pelo y, de vez en cuando, el brazo. Pero no eran solo sus movimientos los que me distraían de ver la serie, sino todos los pensamientos que estaban pasando en mi cabeza en ese momento. Estaba muy confusa por lo que me había dicho mi madre y no sabía qué creer, pero a lo mejor Manu estaba en lo cierto y mi madre me hablaba borracha y no sabía lo que pensaba, solo se montó su película para culparme; seguro que era eso.
Me giré para mirarlo a la cara, él estaba hipnotizado mirando la tele y, en ese momento, tocándome la cara porque yo me había dado casi la vuelta.
–¿Auch? –me quejé.
–¿Q-qué? –sacudió la cabeza y me miró, apartando su mano de mi cara–. Perdón, perdón. Estaba pensando –rió.
–¿Quién es la otra? –bromeé.
–¿Otra? Pensaba en ti, tonta –tocó mi nariz y se acercó poco a poco para besarme, pero el timbre sonó–. Mierda –apartó mi cabeza para levantarse–. Voy yo, mamá.
Yo me recosté y apagué la televisión, seguramente sería su familia la que llegaba. Y así era. Entraron dos parejas de personas mayores seguidos de siete adultos más y tres niños.
–Abuelos, tíos; esta es Aina, mi novia –me presentó.
–Hola –sonreí, empecé a sentir mi cara caliente: me estaba sonrojando de nuevo.
–Que guapa es ésta, Manuel, a saber qué hará contigo una belleza como ella –bromeó un tío suyo.
–Dejad al chico y sentaos, ya está la comida –dijo la madre desde la cocina.
Todos nos sentamos, yo al lado de Manu y de uno de sus abuelos —un hombre bastante agradable y también cercano, seguramente sería el padre de su madre—. Entonces, tocaron la puerta de nuevo y Lucía fue a abrir.
–Hola, cielo, ya estamos todos sentados. Y tenemos una invitada especial, está Aina.
–¿Aina Rodríguez? –esa voz y esa forma de decir mi nombre... Era Juan Carlos, mi profesor de Educación física y tutor.
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Tenían que ser dos.
Teen FictionEl amor adolescente no es nada fácil y menos la adolescencia, todos lo sabemos excepto Aina. Está empezando a sentir cosas que nunca había sentido antes y está muy confusa, más de lo normal, ¿se le complicarán las cosas?